El Peter Gabriel de estos tiempos. Una mirada de compositor maduro, iniciado en 1967 en un colegio de Londres y consagrado como músico del mundo en el cambio de siglo.
Álex Moreno"Ha pasado mucho tiempo desde la última vez", dice Peter Gabriel en un español que anda a tirones, casi incomprensible. Y tiene razón. Son 16 años desde su recordado concierto en el Velódromo del Estadio Nacional, una cifra que su presencia denota: Los pocos cabellos que le quedan hoy son totalmente blancos, su figura está algo más gruesa, los contorneos le resultan un poco más rígidos (aunque hay que decir que ése nunca fue su fuerte) y los quiebres de su voz ya no son todo lo precisos que fueron.
Una imagen que da cuenta de que el fundador de Genesis ya tiene 59 años de vida y más de 40 de actividad artística, dos cifras que a cualquiera pondrían al borde de la jubilación, pero que en Gabriel parecen llevar exactamente a lo contrario. Su cuerpo más añoso no hace más que esconder la vitalidad e inquietud artística que ha transformado en sello, y que en la Arena Movistar (repleta con diez mil fanáticos en tenida de oficina) volvió a lucir.
El británico se paseó por los distintos perfiles que ha cultivado a lo largo de su carrera: músico experimental, estrella pop, líder pacifista y veterano tecnologizado, entre otros, dando cuenta de su permanente inclinación por la movilidad con toques de vanguardia. Algo de lo que hablaban sus orígenes en Genesis, hasta que la avanzada que entonces representaban el rock progresivo y sinfónico comenzó a ser un traje ajustado para él.
"Rhythm of the heat", en la apertura de la noche, ya es una prueba. Un tema más emocional que diverso, calmo y tensionante, abierto a las cortinas insistentes y digitales, tanto como a las percusiones tribales. Y luego de eso, el paso a las distorsiones de "On the air", al pop risueño de "Steam", los aires cibernéticos de "Games without frontiers", la aclamación de "San Jacinto" o la fiesta de "Sledgehammer".
Un paseo por un mapa colorido y diverso, que ofreció paisajes menos atractivos en la deslucida interpretación de su hija Melanie Gabriel para "Mother of violence", y en las interminables introducciones que leyó en español, pero que su nulo manejo del idioma transformó en inútiles. Momentos más emotivos, en tanto, vinieron con la convocatoria al Inti-Illimani de los hermanos Jorge y Marcelo Coulon. Con ellos interpretó "Wallflower", y los dejó en escena para animar "In your eyes" con cánticos y tiesas coreografías, que de todos modos resultaron entrañables.
Tras maratónicas dos horas y media de concierto, Gabriel cerró con la pacifista "Biko", que más que una elección de tema fue una opción discursiva. Pudo haber concluido con una fiesta new wave, una revuelta tribal o un trasfondo digital, y habría resultado igualmente coherente. Son los beneficios de un caminante incorformista, que edita un álbum cada seis o más años, es cierto, pero que en cada uno avanzó siempre más que el tiempo que invirtió.