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El superlativo violín de Suyoen Kim

En un programa dedicado a compositores alemanes como Mendelssohn, Beethoven y Strauss, la solista de origen coreana pero nacida en Alemania destacó con su técnica, gracia y sentimiento.

03 de Abril de 2009 | 12:19 |
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Hasta ahora no conocíamos los alcances de la joven violinista coreano-alemana Suyoen Kim.

Teatro Municipal

Ahora fue un programa alemán el que presentó la Orquesta Filarmónica de Santiago conducida siempre por su titular Jan Latham-Koenig. Aquí fue evidente el progreso en la solución de algunas imperfecciones escuchadas en programas anteriores.

El concierto se inició con la obertura “La gruta del fingal”, también conocida como “Las hébridas”, obra que fue nació del fuerte impacto que provocó en su autor la visita a esa región de Escocia, y que por sus elementos descriptivos bien podría ser considerada como poema sinfónico. Desde el inicio se apreció el bello sonido orquestal logrado por el conjunto en el  transcurso de varios conciertos.

Esta versión se destacó por su expresividad, con énfasis en lo descriptivo. Es un aspecto conseguido a través de los cuidadosos diálogos entre las familias instrumentales, a lo que se agregan los contrastes muy bien trabajados, con el destacado aporte de los diversos instrumentos que tienen frases solistas, que casi pintan la calma y la tormenta o bien el movimiento del mar que incansablemente se estrella contra esa caverna.

Luego. la extraordinaria violinista germano-coreana Suyoen Kim, abordó el no menos hermoso “Concierto para violín y orquesta” Op. 61 de Ludwig van Beethoven. El cuidadoso enfoque del director fue apreciable desde la introducción orquestal, caracterizada por su gran expresividad y con un acento en su sentido lírico. Luego la solista, en perfecta sincronía con la orquesta, mostró un bellísimo sonido y gran pulcritud además de manejo dinámico y fraseo.

Los balances perfectos logrados por el director destacaron la belleza de las líneas melódicas. A la cadenza (participación de violín solo) de este movimiento sólo cabe considerarla de brillante y virtuosa. El segundo movimiento, que se destaca por su íntima expresividad, mostró a un conjunto en un mundo de sutilezas en sus diálogos con el violín. No podemos dejar de señalar el hermoso pizzicato de las cuerdas en uno de los fragmentos más bellos del movimiento. Asimismo señalaremos el sonido pastoso y musical de los cornos, que son el complemento expresivo.

Sin pausa se pasa al tercer movimiento y final, interpretado con extrema gracia y virtuosismo. En esta ocasión todos los cambios de tempi y las pausas fueron perfectas. Aquí la solista exploró todas las posibilidades expresivas y sonoras de su instrumento, incluso algunos pequeños desajustes rítmicos de la orquesta en la sección final no empañaron una versión que nos permitió conocer a una estupenda solista. Ante la insistencia del público, Suyoen Kim, ofreció como encore una obra que es una verdadera síntesis de las posibilidades del violín. Demás está decir que nos pareció justificada la eufórica reacción del público.

Con un director a sus anchas, se llegó a la obra de cierre. Se trata del poema sinfónico “Muerte y transfiguración” Op. 24 de Richard Strauss, La obra que alcanza cimas casi metafísicas, se destacó por lo expresiva en las descripciones de los momentos previos a la muerte, tanto como en sus luchas en contra de ella cuando emerge en el protagonista el deseo de vivir. Luego, la descripción nos conduce al momento supremo (la muerte y la transfiguración) en su serena y pictórica visión. Excelente nos pareció el enfoque del fragmento que describe el tránsito del alma en su viaje hasta la morada eterna.

Difícil es decir cual de las familias destacó por la excelencia, puesto que en la versión todos pusieron lo mejor de su musicalidad, en fraseos, articulaciones, contrastes de todo orden, todo inmerso en el más bello de los sonidos. Una gran noche para la Orquesta Filarmónica de Santiago y su director Jan Latham-Koenig.

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