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Cuatro Venus en el corazón de Marte

04 de Mayo de 2009 | 08:23 |
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La fusión latinoamericana es de los pocos géneros cultivados en Chile que además de las canciones, cuidan las orquestaciones y el sonido. Posiblemente, una herencia del sonido de la trova cubana, la tropicalia y el jazz de los '70. Y que terminó convirtiéndose en un acto de resistencia estético. Sobre todo si pensamos en aquella mirada reduccionista del mercado anglosajón (o de productores como David Byrne) que insisten en industrializar el concepto world music. O convertir lo afrolatino en electrónica contemporánea. Basta remitirse al Welcome to Mali (2008) de Amadou & Mariam, el disco "exótico" a oir esta temporada según la prensa inglesa.

Cuatro Venus en el corazón de Marte comparte el código de honor de la fusión latina. Un disco de autor con guitarras acústicas, armonías de la bossa nova, combinaciones delicadas y bien construidas. Y claro, las voces de Ema Pinto, Magdalena Matthey, Mariela González y Mónica Monsalves. Cuatro cantantes profesionales invitadas a ponerle voz a las composiciones de Jaime Atria Rosselot, el hijo del histórico creador de "La consentida", Jaime Atria.

Como el mismo Atria señala en el librillo del disco, estas diez canciones están hechas para el viaje interior ("esas tardes en que los ojos se cierran evocando nuestra juventud y sus devaneos"). Sin embargo, al prestar mayor atención vemos que estas piezas esconden una irreflexión sobre las relaciones de pareja adultas. Desde la pena como cuando Ema Pinto se pregunta "¿En que rincón del amor / esta espina se nos clavó?" ("De tanto amarnos tanto") pasando por el deseo, con su necesario guiño a la MPB ("De tantas idas y venidas"), hasta llegar a la necesidad de estar juntos todo el tiempo ("Compañera de mi alma", "Siempre en el mismo lugar").

No deja de ser interesante apreciar los excelentes arreglos de Tilo González, cerebro del grupo Congreso. Y si bien las influencias claramente van por otro lado, uno agradece que canciones como "No me dejes recordarte" tengan melodías que remiten al Burt Bacharach más triste. Y esto dispara una idea: si actualmente hay bandas como Camera Obscura o Belle and Sebastian (que arrasaron en un festival de música brasileña en Sao Paulo hace años), ¿No sería una jugada maestra para las nuevas generaciones esquivar la world music, convirtiendo la fusión latinoamericana en nuestro propio pop de cámara?

—JC Ramírez Figueroa

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