Víctor Alarcón a la cabeza de los tres cuerpos corales que acompañaron las narraciones de la Pasión de Bach.
El MercurioUna de las cosas que se debe agradecer al Instituto de Música de la Universidad Católica es haber programado una de las cumbres de la música de todos los tiempos, así como el haber puesto todos los medios musicales para que la empresa llegara a buen término. Bien se sabe que programar la “Pasión según San Mateo” de Johann Sebastian Bach requiere de un vasto contingente de solistas vocales e instrumentales, además de dos coros adultos y uno de niños, razón que explica la poca frecuencia de ejecuciones en nuestro país.
La obra que bien se puede calificar de “drama litúrgico”, con un fuerte componente que la relaciona hasta con el teatro griego, nos muestra el momento cúlmine de la vida de Cristo. Es por ello que los intérpretes deben entregar toda la dimensión del drama de la Pasión.
Ahora, bajo la dirección general de Víctor Alarcón, se unieron el Concerto Vocale que con 24 cantantes asumió las funciones de los dos coros adultos requeridos, y el Coro Niños formado por Crecer Cantando y Taller de Preparatoria I y II del Imuc. Además participó de la Orquesta de Cámara UC junto a músicos invitados y solistas vocales dieron vida a esta magna empresa, convocando a una inmensa cantidad de público. El Templo Mayor del Campus Oriente se abarrotó y quedó una enorme cantidad de auditores fuera. Es una demostración cabal del interés que provoca este tipo de obras maestras.
Otro factor digno de destacar es el evidente placer que la obra provoca en Alarcón, quien con una sonrisa de satisfacción continua la condujo de principio a fin. Es una satisfacción compartida por el público, que no ahorró manifestaciones de júbilo al final de la versión.
Junto a momentos muy logrados en la interpretación, hubo otros que tal vez merecieron una mayor cantidad de ensayos. En particular con la orquesta, pues fue evidente que no entendían los gestos del director, razón por la cual los “concertinos” se convirtieron en piezas claves en cuanto a la concertación de los “pulsos” instrumentales. Así mismo nos pareció curioso que algunos coros de gran contenido dramático recibieran un trato liviano en cuanto a tempi y carácter, como los finales de la primera y segunda parte.
Voces para escuchar
En otro aspecto, debemos alabar el rendimiento de los diferentes solos instrumentales en el acompañamiento de las diversas arias, solos de gran dificultad técnica y expresiva. Aquí es de la más absoluta justicia destacar a David Núñez, quien de memoria, estilo y gran musicalidad acompañó a la contralto en su hermosa aria “Erbarme dich, mein Gott”. Lo mismo para la espectacular perfomance del joven Yves Ytier acompañando el aria de bajo “Gebt mir meinen Jesum wieder”, con precisión, afinación y musicalidad asombrosas para un acompañamiento de inusitada dificultad.
Destacable fue así mismo la participación del joven Francisco Mañalich en viola da gamba. Dio cuenta de una musicalidad y seguridad que lo proyecta como un futuro gran intérprete. Otro factor fundamental en estilo de la obra fue el desempeño del contínuo a cargo de Verónica Sierralta y Alejandro Reyes en órgano, que acompañaron los recitativos y arias con gran ajuste.
El Coro de Niños que interviene en la primera parte vocal lo hizo con seguridad, musicalidad, prestancia y gran entusiasmo. El Concerto Vocale, que tiene una extensa participación, tanto en coros, corales y turba, cantó con seguridad, musical y bellamente, aunque nos habría gustado una mayor presencia vocal de los bajos. A veces fueron inaudibles. En las sopranos del coro I, una de las voces sobresalía demasiado restando belleza al todo. Pero aún así ese coro fue uno de los puntos altos del concierto.
En los solistas brilló con luces propias Patricio Sabaté, quien con impecable estilo y manejo vocal cantó cada una de sus partes, incluso su primera aria, cuyo registro no le queda cómodo. Su aria acompañada por el violín de Yves Ytier fue un lujo. Tal vez el punto más alto de la presentación. Su calidad y expresividad hizo pensar a varios que bien pudo haber cantado Jesús.
El extraordinario y difícil rol del evangelista fue cantado por un especialista, el tenor Rodrigo del Pozo. Su comienzo fue un tanto débil, con agudos difíciles, tal vez producto de la molestia provocada por las dificultades que tuvo en su ingreso al recinto, pues los guardias de la entrada no le reconocieron. Su línea de canto mejoró durante el transcurso de la obra y así entregó momentos de gran emotividad, como aquel donde describe el canto del gallo y el llanto de Pedro. Cantó sus arias con el profesionalismo acostumbrado.
Dificultades en los roles
David Gáez tiene un hermoso timbre y es muy expresivo. Por ello en ópera se ha ganado justo prestigio, pero creemos que para cantar el rol de Jesús equivocó el estilo. Fue demasiado grandilocuente y muchas veces golpeó las notas de manera innecesaria. Sorprendentemente su exclamación “Eli, eli lama sabthani” estuvo carente del dramatismo necesario. Pensamos que todavía es muy joven para asumir un papel de esta naturaleza.
La soprano Amalia Montero tiene una voz agradable pero no puede estar más alejada del espíritu de la obra. Ella sólo canta notas sin llegar a interpretar, y los agudos los golpea. Pensamos que los nervios le jugaron una mala pasada pues es muy joven para una responsabilidad de esta envergadura. La contralto Sofía Pollak apareció con mejor manejo vocal. Tiene un material hermoso, pero está alejada de las necesidades de la obra. Le falta la serena expresividad de Bach. Sólo se le acercó en su aria “Erbarme dich”. El dúo de ambas cantantes luego de la traición de Judas fue plano. Tanto así que el coro les respondió de igual forma. Afortunadamente en el “Sind Blitze, sind donner” que le sigue, el coro se recuperó notablemente.
Otro de los solistas que destacaron fue Eduardo Jahnke, quien tuvo a cargo de los papeles de Judas, Pilatos, Pedro y otros. Los cantó con total prestancia y musicalidad, incluso cambiando la voz para cada rol, en una muestra de gran profesionalismo. En todo caso este ha sido uno de los grandes sucesos del Imuc.