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El sonido del aniversario

La Orquesta Sinfónica Estudiantil de la Región Metropolitana dirigida por Felipe Hidalgo, y la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil conducida por José Luis Domínguez recordaron en concierto el gesto fundador del maestro Fernando Rosas.

07 de Mayo de 2009 | 13:01 |
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Felipe Hidalgo cambia el arco de su violín personal por la batuta de una orquesta bajo su mando. Fue uno de los músicos aplaudidos del concierto de aniversario de las agrupaciones infantiles y juveniles.

Cristián Carvallo

No se equivoca quien dice que un país que desarrolla el espíritu de su pueblo es un país que invierte en su futuro. La razón es simple: las personas que reciben el beneficio de ese desarrollo serán cada día mejores, enriqueciendo por tanto a la sociedad. Así ocurre con la maravillosa iniciativa de Fernando Rosas, quien creó la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles, otra de sus estupendas ideas.

Desde ese momento Chile se ha visto prácticamente inundado de música, debido a la proliferación de orquestas de la más diversa factura, formadas por entusiastas niños y jóvenes que ven como su horizonte se amplía a través de la música al tiempo que sus familias reciben a su vez el enorme beneficio de esta acción.

¿Alguien imaginó que sería posible tener en el día de hoy a más de once mil niños y jóvenes dando vida a más de 285 orquestas? Al transmitir su experiencia, ellos  producen un efecto multiplicador que asombra, pues las estadísticas muestran que a los tres mil conciertos anuales de estos conjuntos asiste más de un millón de personas. En esto radica la importancia del cumpleaños número 17 de la primera Orquesta Juvenil chilena después de la creada por Jorge Peña en La Serena hace muchos años.

El aniversario se celebró con un Teatro Oriente colmado de entusiasta público, en el que además de autoridades e invitados, había una gran cantidad de jóvenes que aplaudieron la presentación con el mismo fervor con que también aplauden a músicos de rock. La velada se inició con la participación de Gabriela Gumucio, arpista de la orquesta, quien como solista entregó una estupenda versión de “Apunte bético” de Gerardo Gombáu. En ella sobresalió su musicalidad tanto como su seguridad técnica en el manejo del instrumento, con soltura y propiedad.

Oberturas operáticas

Luego la Orquesta Sinfónica Estudiantil de la Región Metropolitana, integrada por jóvenes entre 11 y 18 años, que bajo la dirección de Felipe Hidalgo, interpretó la obertura de la ópera “Rienzi” de Richard Wagner y la obertura “Festiva” de Dmitri Shostakovich. En ambas obras fue apreciable un afinado, homogéneo y hermoso sonido,  con muestras de ajustado estudio de fraseos y contrastes dinámicos. Ahí aparecieron desde nobleza sonora hasta la fuerza propia de las obras de Wagner, o bien la ironía acompañada por todos los juegos rítmicos propios de Shostakovich.

En ambos casos el gesto seguro de Felipe Hidalgo fue clave para su éxito. El rendimiento por familias fue óptimo, sorprendiendo la seguridad y sonido de los bronces, pues en ambas obras son exigidos al máximo. No deja de emocionar el enorme entusiasmo mostrado por cada uno de los intérpretes, en su entrega total a la música.

Cerró el programa la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil que dirige José Luis Domínguez. Este conjunto, de mayor experiencia, está formado por músicos entre 18 y 24 años, quienes también muestran un idéntico entusiasmo por su tarea. Claro está que en el caso de algunos, el entusiasmo se convierte en pasión. Así ocurre con el primer contrabajo, Alejandro Cantillana, quien vive la música de una manera tan intensa que incluso en su rostro se reflejan no sólo sus líneas melódicas sino también las del resto de los instrumentos.

Las obras que interpretaron fueron el “Vals de las flores” de “Cascanueces” de Tchaikovsky, donde se observaron algunos pequeños desajustes en los cambios temáticos y de tempi. En contraste a lo anterior se encuentra el bello sonido de maderas y cuerdas para una versión que tal vez fue demasiado rápida. Un vuelco se produjo en la interpretación del “Intermezzo” de Mascagni, donde Domínguez se vio plenamente a gusto y consiguió todos los perfiles necesarios en cuanto a dinámica y expresión. En estos aspectos las cuerdas tuvieron un estupendo y sensible cometido, particularmente en las progresiones.

Finalizaron con el primer movimiento de la “Sinfonía N° 9 en Mi menor” llamada del “Nuevo Mundo” de Antonin Dvorak. En ella se distinguió el bellos sonido de los instrumentos que tienen fragmentos solistas, tanto como la homogeneidad de las familias instrumentales. También llamaron  la atención algunos fallos sonoros en algunas frases de los cornos que se contrastaron con la belleza sonora de los violines, en una versión que fue pura fuerza, pasión y energía juvenil. El público estalló en ovaciones ante la estupenda versión de Domínguez y sus músicos.

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