En días en que vuelve a estar en boga la palabra folk con una generación nueva de cantantes de raíz y guitarra acústica, un trío de músicos chilenos iniciados en las raíces sudamericanas está de regreso para retomar ese sonido. Es el núcleo entre Nelson Araya, José Miguel Marambio y Óscar Larraín, fundadores de los grupos Agua y Viento del Sur entre los años '70 y '80, y hoy unidos bajo el nombre de Transilvestre. Pero no es folk a secas. Y tampoco es un nombre que hayan inventado ellos.
-Lo llaman folk psicodélico -dice Nelson Araya, en alusión a los blogs y sitios de diversos lugares del mundo dedicados a recuperar en Internet discos como los que los propios Agua y Vientos del Sur grabaron entre 1979 y 1982, durante sus carreras en Brasil y Chile-. Hemos sido bautizados en sitios de música del mundo como folk psicodélico, que es una forma de hablar de este folclor entre comillas. Porque no somos folcloristas, no somos puristas. Tomamos los instrumentos de Sudamérica para crear nuestras canciones.
La esencia alucinógena de Sudamérica
Es el repertorio que estos músicos volcaron en éxitos radiales de la época en Chile, como "Margaritas" y "Corazón de piedra", de Viento del Sur, o como "Caldera" y el célebre "La luna llena", de Agua, en una época que coincidió con el movimiento del llamado Canto Nuevo en nuestro país. De hecho el debut de Transilvestre este sábado en el Teatro Oriente de la capital (ver recuadro), sobre la base de esas canciones, será en conjunto con dos nombres de la misma generación: Eduardo Gatti y Luis Le-Bert, fundador del grupo Santiago del Nuevo Extremo y hoy al frente de Los Agricultores del Cosmos.
-Hemos vuelto a intepretar canciones que estaban en la memoria y a tocarlas con otro prisma, con otra energía, con otro ahínco -explica el cantante. Y lo hacen con otra formación también: la alineación completa de Transilvestre incluye a Nelson Araya (voz y guitarra), José Miguel Marambio (voz y guitarra) y Óscar Larraín (mandolina, cuatro, charango, charangón y coros), además de Danilo Toledo (flauta traversa, saxo, clarinete, quena, charango y coros), Patricio Meneses (teclados) y Alejandro Reid (percusión).
-¿Ha sido como volver a conocerse, redescubrirse?
-Sí. No habíamos tocado juntos de esta forma -dice Óscar Larraín-. Antes era una volada juntarse a cantar, a tocar, pero nunca habíamos armado una canción, y nos hemos sentido muy compenetrados.
-¿Qué tenían en común Agua y Viento del Sur que permite eso?
-Es una manera de ver la vida, trasladada a la música, a los textos -explica José Miguel Marambio-. Tenemos la misma escuela, de vida. La misma visión de amor por la vida, de cantar a los pájaros, a la naturaleza, a la poesía. Estamos hablando la misma frecuencia.
-Y la vivencia de los viajes, el hecho de haber estado en Brasil. Eso fue una coincidencia. Nunca nos perseguimos, pero siempre nos encontrábamos: en Ecuador, en Bolivia, en Brasil. Nunca competimos entre nosotros, tuvimos lo que yo llamo el espíritu brasilero, de ven para acá, toca violão, pega aquí, vamos ahí. A pesar de que Chile es un país de rivalidades, ese otro fue siempre nuestro espíritu.
-Salimos de Chile a una edad ideal, con esa energía que uno tiene a los los dieciocho, diecinueve años -agrega Nelson Araya, que con Agua empezó a viajar por Sudamérica en mismo año del inicio del grupo, en 1973-. Para buscar en esa América andina, pasar la cordillera, olfatear el Atlántico, la cultura afrobrasilera, afrouruguaya, ir al Ecuador, conocer el Amazonas. Ver ese mundo pobre, indio, al mismo tiempo que las grandes ciudades y sus contradicciones, y las influencias bellas del rock y de otras músicas junto con la esencia alucinógena de Sudamérica.
La escuela de los viajes
El grupo suma ya cinco meses de ensayos previos al concierto, en un proceso que se inició con la escucha de los discos originales para reanudar el trabajo.
-Lo hicimos como ejercicio -recuerda Marambio-: pasamos los vinilos a CD, nos íbamos a la playa, poníamos el disco y tocábamos, ahí, over playback, tocando al mismo tiempo, doblado.
-¿Qué tal la experiencia de escuchar un disco del '78 o del '80 ahora?
-Te traslada al momento en que se hizo, de todas maneras. Yo me acordaba de cuando lo grabamos en Sao Paulo, de los personajes que intervinieron… es volver querer esa memoria.
-A mí me permitió darme cuenta de que lo que hacíamos era realmente choro -agrega Larraín-. Encontrarse en los blogs, en Internet, sentir las opiniones de la gente, todo eso hace sentir que lo que hicimos en ese minuto hoy día es abslutamnete vigente.
-¿Qué tan parecido o qué tan reinventado está el sonido?
-Está mejorado porque estamos tocando con más instrumentos de viento, con clarinete, flauta traversa, quenas, dobles flautas dulces -detalla Marambio-. Viento del Sur tenía esa característica, que en vez de tocar quenas usábamos flautas dulces. Entonces estamos reforzando cuerdas, vientos y voces.
-Hay un sonido más maduro -dice Larraín.
-Y hubo un encuentro vocal con Nelson Araya -continúa Marambio-, porque antes cantábamos cada uno por su lado, pero ahora hacemos todos los temas como dúo. Y las dos voces viajan, es una experiencia alucinante. Cantamos y cada uno tiene su tono, automático. Feliz instancia.
Transilvestre se dispone también a editar su primer disco a partir del registro del mismo concierto de este sábado. Y entre las canciones nuevas figura una transformación de "Yesterday", de Paul McCartney, pero titulada "Del ayer", tocada con mandolinas y guitarras, en castellano y con un ritmo sudamericano.
-¿Queda abierta la puerta para componer canciones originales?
-Sí, ya hay varias ideas -dice Marambio.
-Una vez que termine este concierto nos vamos a dedicar a las canciones nuevas -ordena Larraín-. El Danilo (Toledo), que es el músico de los vientos, es una persona que nos cayó de no sé dónde, porque es como si hubiera viajado siempre con nosotros. Se sabe todo. Incluso nos corrige: "Óscar, en el disco tú no tocabas así, tocabas esto". Siempre fuimos músicos de viaje, de aprender los instrumentos en los lugares donde llegábamos, de formarnos en el camino. Eso es lo que hace que este sea un grupo de toda la vida.