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De la poesía popular a la rima rapera

Actúan, recitan y rapean. En esta obra de teatro basada en la tradición chilena de la Lira Popular, los protagonistas son poetas del siglo diecinueve pero equipados con audífonos y MP3, junto a muchos otros cruces entre ayer y hoy. "Los hiphoperos son los cantores populares de ahora", dice Mauricio Moro, el autor y director.

14 de Mayo de 2009 | 18:50 |

Uno aparece con capucha de rapero y con audífonos, otra trae el pelo trenzado con pequeños dreadlocks como los seguidores de la música reggae. Los protagonistas de la obra "Lira" se ven como gente popular de la calle hoy, pero al mismo tiempo personifican a gente popular de hace más de ciento cincuenta años. Más específicamente a la que dio vida al legado de la poesía popular chilena desde mediados del siglo diecinueve a comienzos del veinte.


En coincidencia con la reciente revaloración de tradiciones como la cueca o el canto a lo poeta y la paya, la compañía La Borja se propone en este trabajo traer a la actualidad la tradición de la Lira Popular: el nombre que recibe la serie de publicaciones impresas creadas entre 1860 y 1910 por poetas populares que componían décimas a partir de las noticias de la época, y que vendían en las calles los pliegos de papel en los que imprimían esos versos, acompañados de sus características ilustraciones.


-En el tiempo de la Lira Popular la poesía era parte de lo cotidiano -dice el autor y director de la obra, Mauricio Moro-. Era el lenguaje común de la gente, estaba inserto en el habla por este acceso a las noticias que se transformaban en poesía. Uno de los personajes de la obra dice que antes uno en Chile levantaba una piedra y salía un poeta. Lo que más me llamó la atención es que este movimiento se haya muerto para siempre. Otros movimientos mutan, se transforman, pero la pregunta es por qué esto muere.


La compañía, formada en Temuco al alero de la Escuela de Teatro de la Universidad Mayor, inició esto trabajo también desde el punto de vista del contraste entre la Lira Chilena, publicación oficial que recogía la poesía considerada culta en la época, y la Lira Popular, también llamada literatura de cordel.


-Las hojas se vendían en las estaciones de trenes, colgadas en cordeles -explica el dramaturgo-. Estos poetas quedaron marginados por una cultura oficial que funda el país. Y como vengo de la escuela en Temuco, esa es también una forma de estar relegado, porque es difícil que el arte de regiones tenga resonancia en la capital. Es un símbolo, una equivalencia con el estado de la cultura ahora en Chile. Por eso se llama "Lira", no "Lira popular". Porque está esa otra Lira, esa idea de la poesía literaria, fina, al contrario de estos poetas "rascas", "picantes", vulgares, que corrían por dos canales separados.


Donde la Peta Basaure


Entre las colecciones de liras populares existentes, el grupo acudió a la de la Biblioteca Nacional, conservada en el Archivo de Tradición Oral que dirige Micaela Navarrete. Además de revisar el archivo se basaron en tres libros de la propia investigadora sobre la creación de otros tantos poetas populares de la época: Rosa Araneda, Juan Bautista Peralta y Daniel Meneses.


-(Meneses) Fue el que tuvo una producción más fecunda y muchos pensaban que podría haber sido uno de los poetas cultos -explica Moro, que sumó a un cuarto personaje al elenco principal: José Hipólito Cordero, poeta del que también existen pliegos conservados, además de una entrevista hecha por el estudioso Antonio Acevedo Hernández.


-¿Cómo están creados los personajes, a partir de una ficción o de hechos reales?
-Ellos escribían sobre todos los temas, pero no hay biografías suyas. De todos modos hay fuentes reales para reconstruir sus vidas. Sabemos que Juan Bautista Peralta era ciego y analfabeto, se sabe que Rosa Araneda murió en el hospital Salvador. El hecho de que Daniel (Meneses) sea tan violento está tomado de uno de sus textos. Los aconteceres son parte de la ficción, pero los poemas son los auténticos. Iban donde la Peta Basaure, en El Arenal (histórica quinta de recreo de la época en las afueras de la ciudad).


-¿Cuál era el origen de estos poetas?
-En la cultura rural, en los campos, animaban las fiestas y a cambio les regalaban ropa, mercaderías, era una economía de trueque. Pero llegan a las ciudades, en 1850 más o menos, y no tenían nada. Por eso acuden a las imprentas y firman los pliegos: porque era una forma de hacerse presentes.


-¿Era una forma de ser periodistas también?
-Se refieren a los hechos del día: la Guerra del Pacífico pasó por ahí, tal como las noticias de los barrios, la muerte del carnicero, los crímenes y fusilamientos. Y siempre ellos lo cuentan desde el punto de vista del delincuente como víctima, como fusilado: "Yo hoy voy a morir…". Aparte critican muy ácidamente a Balmaceda, pero luego viene el gobierno de Pedro Montt y resulta peor. Dejan por escrito el acontecer cotidiano. Hablan de las cocheras, que eran las mujeres que conducían los carros. Es una historia del pueblo, no la historia oficial.


Rap y poesía cotidiana


Los versos de las liras populares están escritos en décimas, es decir estrofas de diez versos, y en versos octosilábicos, es decir de ocho sílabas cada uno. Pero en la obra esa métrica está a su vez contrastada cuando los mismos actores rapean en vivo.

-Y los versos del rap son poemas de 1894 -dice Moro-. Porque encontré que tenían una validez tremenda. Es una poesía muy contestaria, con conceptos que se podrían aplicar hoy.

-¿Ustedes ven un paralelo entre poetas populares y raperos?
-Los hiphoperos son cantores populares de ahora, sobre todo en las condiciones en las que se da el hip-hop, en las poblaciones, en los grupos comunales que hablan de sus realidades.

-Aunque muchas veces los raperos son vistos como artistas de la industria musical, también, que graban discos y están en la radio.
-Rodrigo (Bórquez, uno de los actores del elenco) me mostró a la Legua York (el combativo grupo de hip-hop de la población santiaguina La Legua). Ellos llevan su vida y su visión contraria al sistema y lo transforman en canto, y tengo la sensación de que es porque no les queda otra frente al mundo. Qué bueno que algunos raperos terminen grabando discos y entren al mercado, pero el origen está en los barrios.

-¿Así como investigaron en la Lira, lo hicieron en el hip-hop también?
-No. No quería que se transformara en una escena de comedia musical. Que alcanzara la misma resonancia del rap, pero sin que fuera un número de rap -explica, y de hecho los actores no demuestran toda la destreza de un rapero de oficio-. Para cantar las payas el rap permitía un ritmo más tenso, más vivo. Es quitarle un poco lo folclórico. Lo otro habría sido hacer folclor, pero me interesaba la expresión viva.

-¿Tampoco quisieron hacer "folclor" en el rap?
-Claro, incluso si sale torpe, si se equivocan, si se les va el ritmo. No es tratar de imitar, porque si no también resulta algo que no somos. En 2009 ese es un fenómeno válido: tomamos un material hoy, en ningún caso quisimos hacer una reconstrucción arqueológica.

-En el último tiempo ha resurgido el interés por la cueca, el guitarrón, la paya. ¿Crees que "Lira" es parte de ese reconocimiento por las tradiciones?
-Quizás el guitarrón o las payas siguen vigentes, y es bueno que existan las fondas y se graben cuecas, pero la literatura de cordel, la noticia que se transforma en poemas, que se haya perdido eso me duele. Lo que me interesa es sobre todo el uso cotidiano de la poesía, entender que la poesía es parte de la identidad chilena. Eso es lo que se perdió, y ha sido reemplazada por un simulacro de vida, en el que ahora mientras hablamos estoy frente a uno de los edificios de (la constructora) Paz. Yo vibro mucho con Chile, a todos nos encanta que Los Tres o Daniel Muñoz hagan esta cueca, pero no profundizamos más en eso. Lo real es lo que la gente hace en su cotidiano, y en eso la poesía no está acendrada como un valor.

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