El astro francés de la canción Charles Aznavour se habrá hecho famoso entre el público angloparlante con su melodía "Tous les visages de l'amour" (1974) grabada luego como "She", y hasta se habrá divertido con el estilo orquestado "a la americana" y los juegos de palabras en franglés de la canción "For me, formidable" (1963), pero siempre fue independiente de la legión de los llamados crooners o cantantes melódicos de habla inglesa. Hoy, a sus 83 años, se aproxima a un universo completo de distintas generaciones y nacionalidades en Duos, su disco más monumental. Después de ser el Cantante Más Grande Vivo Sobre la Tierra, qué más se puede hacer. Esto: un club de superestrellas que se ven todas aprendizas al lado suyo, invitadas a recrear música de diversa edad en su repertorio.
Si es por hacer inventario, Duos es un disco doble de 28 canciones, aunque en rigor son diecisiete, porque once de ellas están en dos versiones, en francés y en otro idioma alternativo. Si es por hacer cronología, hay éxitos dorados de los '60 y '70 con los que Aznavour es más conocido en Chile, del tipo de "Il faut savoir" (1961), "L'amour c'est comme un jour" (1961), "Que c'est triste Venise" (1964), "Hier encore" (1964), "La bohème" y "Paris au mois d'aout" (1966), "Mourir d'aimer" (1971) y "Ton nom" (1972). Pero también hay otras más recientes entre "She" (1974), "Mes emmerdes" (1976), "J'ai pas vu le temps passer" (1978), "Mon émouvant amour" (1980), transformada en "Quiet love" junto a Liza Minelli, "Les bateaux son partis" (1987) y "Toi et moi" (1994).
Entre los mejores invitados del disco están la siempre sobria Laura Pausini, un Paul Anka muy bien avenido con el dueño de casa y una dramática Carole King, que en "Ton nom" se acerca a Nina Simone, tal vez por el acento, tal vez por la intensidad. En cambio escuchar a Sting o a Bryan Ferry al lado de Aznavour es lo mismo que escuchar hace unos años a Bono (de U2) al lado de Sinatra, con todo respeto por Ferry: el contraste entre un patriarca que canta como hombre y un hombre que sigue susurrando como adolescente.
No tiene ese problema Elton John, que entra campante aquí como un perfecto extraño y luego traduce la misma canción a su propio lenguaje, musical y también idiomático. Porque Duos es sobre todo una jugada maestra para sumar ventas mundiales en francés, italiano, inglés y alemán, exhumaciones incluídas. Ahí están, trucos de ingeniería mediante, Dean Martin en "Everybody loves somebody sometimes"; Frank Sinatra en la auténtica cumbre de "Young at heart", y Edith Piaf, la primera mentora de un joven Aznavour en los años '40, en un dúo en el que se notan las costuras entre la grabación actual y la original y que pese a todo es lo más emocionante del disco.
El delirante desfile no para, reanudado con divas y divos como la citada Liza Minnelli, Nana Mouskouri, Plácido Domingo siempre fuera de lugar con esa voz atronadora, Celine Dion con unas flautas que parecen por contrato ser las mismas de la canción de Titanic, y por cierto lo verdaderamente titánico, el precio de sufrir a Julio Iglesias, quien a punta de sus quejidos millonarios y con una pronunciación que es un bochorno internacional logra echar a pique a "Venecia sin ti" con góndola y Aznavour y todo, y para eso sí que hace falta un talento especial.
Es el riesgo de discos así. Muchas de estas canciones ya eran majestuosas así como estaban y en algunos casos hasta salen peor paradas. "Il faut savoir", con sonido rockero orquestado y a dúo con Johnny Hallyday, el rockero nacional francés, es una jugada de viejos amigotes más que nada, y la idea de reemplazar los arreglos de cuerdas originales por bases programadas sigue siendo un afán de "modernizar" algo que no necesita ser modernizado. Pero no es el punto. Duos es sobre todo una manifestación de poderío. Charles Aznavour lo hace porque puede hacerlo. No sólo eso: nadie más que él es capaz de esto en el mundo ahora. Cada uno hace lo que puede. Y lo que él puede es titánico.