Hay un doble efecto en haber visto a Valentina Fel durante los últimos dos años en directo. Primero es la sorpresa ante su irrupción literal en los escenarios hacia 2006. Pero ahora es la sorpresa ante la misma música editada en su primer disco, ya con la producción definitiva y a prueba de los fallos propios de las fechas en vivo. Es lo que faltaba para apreciar el carácter de esta cantante al mismo tiempo que la ingeniería con la que están ensambladas las bases programadas, las melodías pop, las rimas y las pinceladas orientales que se combinan en su música desbordante.
Y las voces. No hace falta ir más allá de la primera canción para aplicar el test de cuántas voces tiene Valentina Fel, que puede cantar con brillantez primero y después cambiar a melódica, robótica o ingenua, en ese orden y en la misma canción, y más tarde a estridente, vulnerable y sugerente entre muchos otros adjetivos. Aparte está su relación con el idioma, venga del planeta que venga ese idioma en que canta; hace falta aprenderlo para seguir versos como "Máquina meny tu matrix tu matrix", "Wery wery wery wey for mi" y lo que dice antes de la frase "wachu wachu wachu", que sea lo que sea es adicción instantánea. Pocos juegan con las palabras de esta manera, y cuando ella decide cantar en castellano no es menos personal: "Corro bajo la montaña de tus gritos, lo reprimiré salvando que tú me mentías" es sólo el primer verso de un disco que en 37 minutos no tiene dicha una sola obviedad, sino todo lo contrario, y todo el tiempo.
Una cosa es el ritmo que la cantante derrocha para elegir dónde poner cada sílaba de la frase "Mírame, dame, saca el partido" en la canción "Circo podrido". Otra es el ritmo de las bases musicales con que Valentina Fel y el productor Erasmo Parra terminan de hacer un disco muchas veces demoledor. La producción es una mezcla de sonidos de videojuegos, baterías marcadas, capas de timbres electrónicos, creativas líneas de bajos y teclados y todo en acentos casi siempre fuertes. "Circo podrido" es una cruza exacta entre ritmo caribeño y arábigo para que la cantante venga a entonar unas escalas casi moriscas, que luego se oirán en "Acapulco" o "Alteración", reforzadas por guitarras y saxos del mismo sabor medio-oriental. Si Valentina Fel multiplica sus voces, Erasmo Parra la multiplica a su vez en la mezcla, la corta, la pega, la hace doblar y triplicar sus coros en "Caos moral", y en "Lo que me atrapa" hasta parece atrapar un error de la cantante para remezclarlo y transformarlo también. Y "Caos moral" va contra toda la historia del pop y del rock al acentuar la percusión en los dos tiempos fuertes del compás (el 1 y el 3), y no en los dos tiempos débiles (el 2 y el 4) como ha sido en las millones de canciones pop escritas durante cinco décadas de historia universal, y no deja de ser bailable. Voces, idiomas, lugares, ideas, sonidos y aerolíneas a Acapulco dan vueltas por la cabeza de Valentina Fel, y así de explosiva es como suena.