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Folclor de exportación

El cantante y multiinstrumentista chileno presenta este fin de semana en Concepción y Santiago su tercer disco, Los espejos, y discute la etiqueta que suelen ponerle encima: folk. "¿Qué es eso de folk? Díganle folclor, si quieren definirlo bien", dice.

29 de Mayo de 2009 | 17:54 |
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Nano Stern lanza su tercer disco, Los espejos, este viernes 29 en Concepción y el domingo 31 en Santiago.

Foto: Jorge Jouannet.

El ejercicio es simple: para escuchar (y entender) el último disco de Fernando Nano Stern hay que empezar por el principio. Específicamente por su carátula: un impactante retrato de él mismo adornado de colores psicodélicos, con una silueta mezcla entre Jesucristo y David Gilmour, y los ojos recortados. Lo primero que uno ve en esos dos espacios es el disco, que lleva por nombre "Los espejos". Y, al poner play, lo que suena es una descarnada pieza a pura guitarra y voz, llamada "Ópticas ilusiones", cuya frase de partida es: "Mira dentro de mis ojos / mira qué es lo que se ve / ves acaso tu mirada / reflejándote al revés".


-La historia de "Los espejos" comienza mucho antes que mi primer disco. Incluso antes que escribiera una canción en mi vida -cuenta Stern-. Empieza con una cosa que me dijo mi papá poco antes de morir. Me dijo que le daba lo mismo qué iba a ser en mi vida, si ingeniero, arquitecto o músico. Lo único que le importaba, decía, es que cuando te mires al espejo cada día, veas el reflejo de un hombre feliz. Y de eso se trata este disco. Es un mandamiento no menor, pero fascinante: tener la obligación sanguínea de ser feliz, pero, por sobre todo, de ser honesto.


Esa búsqueda fue la que Stern comenzó hace ya cinco años, cuando dejó botados los estudios de composición en la universidad para irse a Alemania a tocar en las calles. Con diecinueve años, tomó la decisión de recorrer el planeta mostrando sus canciones y conociendo de primera fuente el folclor de países tan extraños como Estonia o Macedonia. El resto es historia conocida: sus dos primeros discos -emparentados con la mejor tradición de la trova y la raíz latinoamericana- funcionaban casi como bitácoras de viaje, repletos de invitados, referencias a amores pasajeros y lugares exóticos del otro lado del Atlántico. Pero las canciones de Los espejos hablan del lado opuesto de la moneda: de despertarse solo, en un país desconocido, lejos de los afectos y casi como un expatriado.


-En este disco, al menos diez de doce canciones hablan de eso. Y todas tienen que ver con esa búsqueda. Hay muchos momentos de carnaval, pero también de odio hacia uno mismo, de desapego y decepción. Todo forma parte de la necesidad de ser súper honesto, a riesgo de romper la imagen externa de que la vida es un gran regalo -se ríe-. Ahora tengo la seguridad suficiente como para expresarlo.


La historia de Los espejos se remonta a mediados del año pasado, justo cuando Nano Stern estaba embarcado en uno de sus proyectos más ambiciosos: realizar una gira desde China a Rusia por el Transiberiano con una banda de apoyo de catorce músicos. Sin embargo, tres semanas antes de partir, el plan se cayó. ¿La razón? El terremoto grado 7,8 que asoló China y dejó 10 mil muertos. "El epicentro fue al sudoeste del país, justo donde se organizaba el festival que nos financiaba todo el viaje. Finalmente, sólo hicimos la parte del Báltico y el oeste de Rusia", recuerda.


Varados en Filipinas, Stern y algunos miembros del grupo recibieron una invitación para hacer una gira por la India. "Nos fuimos muy a riesgo, porque yo no tengo seguro de salud. Y tampoco teníamos mucho tiempo, porque llegábamos en dos semanas y las vacunas contra el cólera hacen efecto en un mes y medio. Pero encontramos unos pasajes ridículamente baratos y entonces fue 'ya pos, démosle'. Y el viaje fue una experiencia fuertísima".


Durante un mes, Stern vivió en la India. "La música clásica de allá todavía funciona bajo un sistema de castas, en el cual no todos pueden tocar de todo. Tuve la oportunidad de compartir con familias que tocaban con el mismo sitar de hace ochocientos años. O sea, ¡el mismo que tenía su tatara-tatarabuelo! Es una tradición viva y, cuando lo tocan, es la energía de quince generaciones resumida en una sola persona".


-En el fondo estás todo el tiempo viajando, pero en términos afectivos debes vivir en una inestabilidad permanente. ¿No te dan ganas de sentar cabeza?
-Sí, todo el rato. Pero la necesidad de aprender y vivir esto ahora es más fuerte. Tengo 24 años y para asentarse y construir familia me queda toda la vida. Para hacer esto, no. Si tengo la posibilidad de que me inviten a viajar por el mundo, conocer gente nueva y aprender otras cosas, no lo que está ocurriendo acá en Chile, sino en el mundo, tengo que hacerlo. Yo no me veo a este ritmo a los 48, porque tiene un desgaste físico terrible. Pero si pasado mañana sale un show en Japón, ¿cómo me voy a quejar? Mientras me dure la energía, todo bien.


Folclor vs. folk


La grabación del nuevo disco fue apenas un pequeño paréntesis dentro de la agenda recargada de Stern. Un itinerario que marea de sólo escucharlo: en los últimos seis meses, hizo una gira solista por Escandinavia, fundó Folkoholics -un dúo con el acordeonista y titiritero Matija Solce- y participó como director de orquesta de Ethno, una organización que convoca una serie de encuentros mundiales donde un centenar de jóvenes se reúne a tocar música tradicionales de sus países.


Hace pocas semanas volvió de Australia, donde realizó treinta shows en dos meses, casi todos a tablero vuelto, y acaba de lanzar Otoñal, un disco a dúo con el guitarrista sueco Mattias Perez, que es una fusión de folclor latinoamericano y folclor escandinavo.


Y no para. Hace unas semanas Nano subió con su violín al escenario del Cine Arte Normandie y acompañó a Chinoy en una impactante performance de "Para la pena no" y "Klara", el primer single del próximo disco del sanantonino. Una nueva excusa para caer en un tema ineludible: la nueva camada de cantautores chilenos que lo tiene como uno de sus principales referentes. Una asociación que le "hincha las pelotas" cada vez más.


-Tengo la suerte de estar en un momento histórico en que mucha gente está componiendo y tiene un rollo de cantautoría importante. Obviamente, Manuel (García) y Chinoy son tipos de los que hablo siempre y estamos metidos en un círculo común. Todos somos amigos, hemos dormido en la casa del otro y escribimos canciones juntos, más allá del hype que se generó alrededor. Pero cuando me voy de Chile y paso Policía Internacional me saco una mochila de encima. Acá hay un peso enorme generado por la estupidez del medio y esa necesidad de responder todo el tiempo al estereotipo del folkish.


-¿Qué es lo que más te molesta?
-Soy súper escéptico frente a cualquier etiqueta. Si escuchas mis discos o los de otra gente, hacemos bastante más cosas que cantar versiones de la Nueva Canción Chilena con guitarra. Y, además, ¿qué mierda es eso de folk? Díganle folclor, si quieren definirlo bien. Folk es Bob Dylan, que en su momento modernizó el folclor gringo que venía del blues y la balada escocesa o irlandesa. Pero acá es un término importado y absolutamente snob.


-Más allá de las etiquetas, lo que es claro es que empezaron a salir muchos cantautores. ¿A qué crees que se debe ese fenómeno?
-El mundo está saturado de idioteces y hay mucha gente que necesita algo con un poco más de verdad. Es cuático ver el bombardeo de los medios con productos como suplemento cultural. Hay gente tratando de "venderte" cultura y, por otro lado, gente con la necesidad real de comunicar y hacer arte. Y, aparentemente, hay público dispuesto a recibir eso, sin ninguna parafernalia de por medio. ¿Cómo se llamaba ese hit que decía "quiero salir en televisión/para ganar mi primer millón"?


-"Mi primer millón", de Bacilos...
-Ahí hay un ejemplo. Tampoco me quiero ir en la volada de "los huevones imbéciles", pero me da pena que esa sea la motivación. O sea, ¡que la canción se trate de eso! Bien por ti, pero a mí me importa un carajo y estoy seguro que a mucha gente también. Entonces, es bueno que exista un espacio, aunque siga siendo muy reducido. Con esta camada de cantautores, todo el mundo dice que "está pasando algo pero siempre es dentro del mismo círculo. Por eso son tan importantes gestos como el de (Fernando) Ubiergo de subirse a la Quinta Vergara y mandarnos saludos con nombre y apellido. Era como "aquí deberían estar, no en un blog en internet". Si al final, es muy bacán salir en Rolling Stone, pero ¿cuánta gente lee la revista?


-El año pasado te hicieron un reportaje en Zona.cl y se llenó de comentarios de personas que cuestionaban tu origen social para hacer folclor. ¿Cómo tomas eso?
-Siendo muy honesto, me da mucha pena. Podría quebrarme, como he visto a muchos cercanos tratando de responder esta pregunta, pero no. Viéndolo desde afuera, igual estamos en un país que tiene una historia reciente muy dura. Yo tampoco me hago el huevón y, cuando me miro al espejo, sé que tengo el pelo un poco más rubio y medio pinta de gringo. Pero, ¿qué tiene que ver eso con la música?

-Tienes 24 años y ya cuentas con tres discos. ¿No te da miedo asumirte como cantautor cuando eres tan chico?
-A veces escucho las letras del primer disco y me da vergüenza. No porque sean malas, sino porque reflejan un momento que ya pasó. Pero, en su minuto, eran mi verdad absoluta. Es el riesgo de hacer un disco: es una foto de ese período.

-¿Y qué viene después del lanzamiento? ¿Volver a la ruta?
-Es divertido, porque para todo el mundo este va a ser "el nuevo disco de Nano Stern". Pero, para mí, ya es el disco viejo. Ya está, ya lo terminé. Ahora voy a hacer unos conciertos para presentarlo, pero nada más. Lo bueno es que ya existe el disco y no este rollo adentro mío. Ya dije todo lo que tenía que decir. Ahora le toca al resto resonarlo.

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