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El escritor chileno más elogiado de 2008 regresa con un nuevo libro

Marcelo Lillo habla sobre "Gente que baila sola", el volumen de cuentos que lanza mañana y que sucede a "El fumador", debut literario que acaparó las alabanzas de los críticos.

08 de Junio de 2009 | 15:30 | Sebastián Cerda, El Mercurio Online

SANTIAGO.- "Fue muy gratificante. Me hizo convencerme de que era una especie de caso único en este país", dice Marcelo Lillo cuando recuerda el período posterior a la publicación en Chile de "El fumador" (2008), su primer libro editado y que dio pie a un verdadero caudal de halagadoras críticas.

Una posición exclusiva que, según Lillo, "nadie va a poder negar. Pueden revisar la historia de Chile y no van a encontrar ningún caso como el mío: Aparecer en la portada de Revista de Libros (de El Mercurio), viviendo en una caleta perdida a 840 kilómetros de Santiago (Niebla), sin nunca haber publicado, y cuando faltaban dos meses para que se publicara mi primer libro. Es un caso único, ¿verdad?".

Es que, aunque a veces confunda el tono serio con la ironía, la falsa modestia no es algo que forme parte del perfil del escritor de 51 años, que con los iniciales elogios ya digeridos lanzará mañana su esperado segundo volumen de cuentos: "Gente que baila sola" (Mondadori, $1.000).

Tanto ruido a su alrededor no perturbó "en absoluto" al escritor a la hora de encarar este nuevo trabajo. "Por una sola cosa: Este libro estaba escrito antes de que se publicara 'El fumador'. Lo escribí entre diciembre de 2007 y febrero de 2008, así es que no había ninguna presión. De hecho, Ignacio Echavarría (editor español) lo leyó antes", cuenta.

-¿Qué elementos sientes que cruzan a los relatos de "Gente que baila sola"?
-El nombre dice bastante de lo que puede esperar el lector. Hay un tono unitario, a veces el libro puede ser leído como una novela, pero eso no quiero decirlo. Que lo descubran los críticos. Que un exégeta de una universidad, o un sabio, me diga cosas que yo no sé.

-Habías dicho que sentías temor de defraudar a la gente que confió en ti, hablando de un segundo libro. Ahora que ya está listo, ¿derribaste ese temor?
-Tendría que leerlo. Para mí es muy diferente leerlo editado a hacerlo en las hojas del computador. De este libro no sé ni cuántas páginas tiene, o cuánto vale. Tendría que leerlo y dar una opinión. Siempre que leo algo mío me parece que lo escribió otra persona. Debe ser porque empecé muy tarde a publicar.

-¿Y qué te provocó leer "El fumador" con este desdoblamiento, como un tercero?
-Me dio risa. No sé por qué. Tal vez no me acordaba de cosas que había escrito, de cómo describía determinadas situaciones, personajes. Eso me sorprendió un poco.

-También anunciaste el término de una novela llamada "El día de los muertos" para el 24 de diciembre pasado. ¿Se cumplió esa meta?
-Por supuesto. Ese día la terminé, abrí una botella de buen vino, y puse la novela en un cajón. Escribí otro libro de cuentos entre tanto, y volví a despertar la novela el primero de abril, la revisé y se la envié a mi amigo Juan Díaz (editor). A él le gustó. Tal vez se publica el próximo año.

-¿Sigue intacta tu rutina de sólo dos horas de escritura al día? ¿A qué están dedicados esos 120 minutos hoy?
-Esa rutina sigue intacta: Siesta, dos horas al día de escritura, y lectura hasta las cuatro o cinco de la mañana. Ahora escribo una novela que se llama "No te fíes de un negro". Y además tengo tres libros de cuentos inéditos.

-Has bromeado con retirarte y volver proclamando que la literatura chilena es mala. Hace poco Raúl Zurita levantó una polémica por asegurar precisamente eso. ¿Qué opinión te despertó?
-A Zurita ya lo castigó Dios, lo castigó la vida y lo castigó el Presidente Lagos, al darle el Premio Nacional, entonces no voy a ser yo el que le ponga la lápida. Y uno dice cosas medio en broma, medio en serio. Es como los actores que se retiran y vuelven, como forma de publicidad. Sería un buen gancho si me retiro después de haber escrito "No te fíes de un negro", y volver a los dos años con un medio libro de cuentos y una media novela. Es como haberse hecho monje budista. O como Cat Stevens.

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