Se supone que el gancho de este disco es que casi la mitad es una colección de covers. El cantante chileno Álvaro Véliz graba acá ni más ni menos que "Gavilán o paloma", éxito de Pablo Abraira, "Vivir así es morir de amor" y "Piel de ángel", la dos de Camilo Sesto, "Primer beso", de Dyango, la "Balada para una despedida" de José Luis Perales y "Un beso y una flor", de Nino Bravo. Pero con todo respeto por lo grandes que son varios de esos hits, el lado que interesa aquí es el otro. Es lo que el mismo Álvaro Véliz tiene para cantar.
Mis canciones, se llama el CD, y es cierto que el chileno se apropia a su modo de esos clásicos AM españoles, pero son más sorprendentes sus canciones originales. Después de instalarse como baladista con los discos Álvaro Véliz (2000) y Mía (2003), aquí hace una excepción con "Hoy", la apuesta más rítmica que llevó a la competencia del Festival de Viña en 2006, y que por razones obvias tiene un ritmo más movido y un arreglo optimista al modo festivalero de Diego Torres. Entonces, de las once canciones, cinco son covers y una es festivalera: las otras cinco son baladas. Y ahí es donde Álvaro Véliz rinde lo mejor. Obvio que son letras "de amor" y por ahí no hay mucho que descubrir, pero como compositor y arreglador se maneja con clase internacional, según se oye en las modulaciones atractivas que inventa en el minuto 3.01 de "Tan sólo tú" o en el minuto 1.20 de "Nueva experiencia de amor", una canción que además tiene un estribillo forrado en coros monumentales.
A tono está la producción del disco, también de su responsabilidad. Véliz responde bien a los estándares de las baladas internacionales de los años '90 en adelante, ésas que sustituyeron la orquesta por las bases programadas y por los sonidos de teclados y guitarras eléctricas pop, al modo de productores con sede en Miami o California como Lester Méndez y Humberto Gatica. Ahí está como prueba pop el "contracanto" soul que la cantante Heidi Phillips hace junto a Álvaro Véliz en "Te escribí", una canción coescrita junto a Soledad Guerrero. Con esos elementos, este cantante queda a medio camino en el paisaje chileno entre baladistas previos como Myriam Hernández o Luis Jara y gente más reciente como La Otra Fre o Natalino. Justo en medio, con el gusto por la melodía y la armonía y con la producción más actual. El gancho son los covers, sí, y es una opción inteligente si se trata de que este disco suene en la radio o de que alguien se digne ponerlo al menos como música de fondo para alguna de las importantes conversaciones de matinales en la tele. Pero el disco de verdad es el de las canciones nuevas.