La belleza de la producción de la obra fue de tal magnitud que hizo olvidar algunos accidentes y momentos no tan felices en lo vocal.
Foto: José Alvújar.Hace dos años sólo tuvimos alabanzas para la producción de Tristán e Isolda de Richard Wagner, ópera que sin duda es uno de los monumentos de la historia de la música.
Ahora nos correspondió asistir a la que resultó la segunda función, pues la programada para el lunes 22 fue cancelada por enfermedad de Petra Lang (Brangania). Y la presente no estuvo exenta de problemas, pues la misma Lang cantó aún convaleciente, sin el generoso caudal vocal que se le conoce.
Ocurrió además que el tenor Jon Frederic West (Tristán) estaba con una afección vocal que le hizo cantar con una emisión muy extraña en cierto registro, y con notorias dificultades en el segundo acto. Durante el tercero, cuando la afección se acentuó, detuvo la función y manifestó al público que no podía seguir cantando.
Tras el cierre de cortinas se anunció que en quince minutos se reanudaría la obra con un tenor reemplazante. Pero luego fue hecho el nuevo anuncio de que la función se reanudaría desde la muerte de Tristán, saltándose el enlace anterior, y con el mismo West en las frases finales. A pesar de ello, el numeroso público que decidió quedarse y aplaudió con gran entusiasmo toda esta sección final, que fue extraordinariamente expresiva y emocionante gracias a un inolvidable "libestod" (muerte de amor) cantado en forma magnífica por Kirsi Tiihonen, la estupenda soprano finlandesa que actuó como Isolda.
Producción de magnitud
No obstante lo anterior debemos decir que Petra Lang fue de menos a más, y cantó bellamente en la escena cuando vigila el encuentro de los amantes.
La soprano Kirsi Tiihonen dio el perfil exacto a Isolda, pasando por los diversos estados emocionales que exige el rol. Con voz poderosa y expresiva, fue espléndida en el dúo del segundo acto y, repetimos, emocionante en la escena final. Consideramos además que su actuación es además muy convincente.
En gran forma en lo vocal y actoral cantó Kristinn Sigmundsson, el bajo islandés, muy convincente a lo largo de todo su papel como el Rey Marke, mientras que James Jonson en el rol de Kurwenal partió con voz irregular, pero estuvo excelente en todo sentido durante el tercer acto.
Con gran profesionalismo y hermosas voces cantaron Patricio Sabaté (Melot), José Castro (Pastor), Juan Pablo Dupré (Timonel) y Pedro Espinoza (Voz de marino), y el Coro Masculino del Teatro Municipal (Jorge Klastornick) mostró la excelencia acostumbrada.
La dirección de Rani Calderón nos pareció demasiado medida, tanto que en momentos fue inexpresiva, con escaso manejo de tensiones y relajaciones, claves en el desarrollo de la obra, con falta de fuerza en momentos muy importantes. El preludio del tercer acto no tuvo el sentido dramático necesario, mientras que el del primero, que parte casi misterioso, como indagando, luego pierde tensión, en particular por la lentitud y los ataques poco precisos de la orquesta, cuyo sonido no fue siempre limpio y con balances que fallaron en algunas secciones.
Creemos que Calderón aún es demasiado joven como para penetrar en las bases casi metafísicas de la partitura. En contraste pensamos que su acompañamiento del dúo del segundo acto y toda la sección final fueron sobresalientes, en las que su gesto fue mucho más expresivo y sugerente.
En el aspecto escenográfico, se repitió la estupenda puesta en escena de Diego Siliano (dirección de arte y multimedia), Marcelo Lombardero (régie), Ramón López (escenografía e iluminación) y Luciana Gutman (vestuario). En relación a esto último se debiera pensar en los cantantes que representarán cada rol. Un ejemplo en el caso de Tristán, cuya figura se prestaba muy poco al diseño creado para la producción anterior.
En todo caso la belleza de la producción es de tal magnitud que hace olvidar algunos accidentes y momentos no tan felices en lo vocal.