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Tal y como se escucha un disco

Por momentos no se sabe bien si el suministro de música proviene del escenario del Teatro Municipal o de una grabación de alta fidelidad. Con la estupenda violinista Katrin Scholz, este grupo alemán fundado en 1945 demostró el vuelo que lo ha hecho famoso en toda Europa.

01 de Julio de 2009 | 12:32 |
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Estupenda en todo sentido: con el violín en las manos y sin él también. Katrin Scholz dirigió a la Orquesta de Cámara de Berlín por rutas de bella música europea.

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Sin considerar su arrolladora excelencia musical, los otros aspectos que distinguen a la Orquesta de Cámara de Berlín son la juventud de sus miembros y la belleza de su directora-concertino, tanto como el de las otras integrantes que en mayoría forman este extraordinario conjunto alemán.

Sin duda que la calidad excepcional del sonido y su afiatamiento conjunto se deben a la dirección de Katrin Scholz, además del profesional y acucioso estudio del repertorio que la orquesta aborda y que convierte la experiencia de escucharles en vivo en algo similar a oír las mejores grabaciones. Sonido cálido, envolvente, pastoso o brillante según se requiera, se alternan con meticulosa precisión y musicalidad.

Las “Cinco danzas alemanas” D 366 de Franz Schubert con que abrieron el programa, ya dieron cuenta de la capacidad para captar la unidad y diferencias entre cada una de ellas, con fraseos de acuerdo al carácter elegante o popular, con contrastes, con arcos y con articulaciones que varían según la intencionalidad. Además de una enorme fineza en las secciones centrales, las que generalmente asume un grupo pequeño liderado por la concertino. Su versión provocó el primer asombro del público.

Seguidamente interpretaron el “Concierto para violín y orquesta en Sol mayor” de Franz Joseph Haydn, con Katrin Scholz como solista y directora. En él se apreciaron musicales diálogos entre la solista y el conjunto insertos en un balance absoluto, donde  predominó la gracia y la elegancia sin que la solista pretendiera asumir una relevancia inútil para una obra que a ratos parece un “concertante”. Sólo interesa aquí la total correspondencia de enfoque entre la estupenda solista y la orquesta. Donde sí fue posible apreciar el virtuosismo de Scholtz, fue en la “cadenza” del primer movimiento, en una versión espléndida.

El “adagio” que le sigue fue enfocado casi “andante”, pero con la gracia de un “lied”. El el violín fue la voz y la orquesta la base de acompañamiento. El hermoso juego dinámico en las cuerdas bajas con que se inicia el movimiento se replica más tarde para finalizarlo. El “allegro” final recuerda en su inicio la forma sinfónica de Haydn, y la versión de Scholz y el conjunto sólo puede ser calificado de virtuosa y precisa. Fue tocado como si fuera un juego. El público ovacionó la perfecta versión de los visitantes.

El pequeño genio austríaco

La segunda parte del concierto estuvo dedicada a Wolfgang Amadeus Mozart. Primero se escuchó su bellísimo “Adagio y fuga en Do menor, K. 546”. El enfoque se aparta de las versiones tradicionales, acercándolo casi al “rococó”. Más rápido que de costumbre en sus dos partes, pero de notable expresividad, destacando los contrastes y su sentido dramático. La “fuga” fue enérgica, con un tempo alado y gran claridad en el tema central. Esta versión entrega una nueva visión de una de las obras más hermosas de Mozart.

La orquesta berlinesa finalizó su presentación con lo que calificaremos de “relectura” de una de las obras más populares de la historia de la música. Nos referimos a la “Pequeña serenata nocturna K. 525”, del propio Mozart. Por sus tempi, fraseos elegantes y graciosos, sus juegos dinámicos y sutiles cambios en articulaciones y arcos, que convirtieron en novedoso algo muchas veces escuchado, significó un goce de principio a fin, que el público aplaudió sin cansarse. Así logró dos encores a su favor. Primero una estupenda versión de “Palladio” del galés Carl Jenkins, que les permitió realizar un juego de contrastes dinámicos casi con humor, y luego una de las “arias” de la “Suite de antiguas danzas y arias para laúd” de Ottorino Respighi. Después de eso su directora indicó a la orquesta salir del escenario, en medio de las ovaciones de los presentes.

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