Tocan de pie y los aplauden de pie. Es lógico: ha sido un concierto de cámara inolvidable.
El MercurioUna vez más la Temporada Internacional Fernando Rosas 2009 que organiza la Fundación Beethoven trajo hasta el escenario del Teatro Oriente a otro de los conjuntos de mayor envergadura musical a nivel mundial. Nos referimos al Emerson String Quartet, conjunto que sin duda es uno de los referentes en la música de cámara a nivel mundial.
Tal es el placer que transmiten al tocar, que parecen jugar interpretando el repertorio. En ellos es inútil analizar aspectos técnicos. Su dominio es absoluto. Y eso, sumado a la musicalidad conjunta, hace que el cuarteto alcance alturas conmovedoras. Tocan de pie, haciendo de sus instrumentos una prolongación de su cuerpo, mientras que mínimos gestos visuales les permiten llevar sus interpretaciones por caminos tal vez muchas veces recorridos, pero nunca rutinarios.
Da la impresión de que cada obra es abordada como si se tratara de la primera vez que la interpretan. Otra de sus características es que en ellos no existe el “Primus inter pares”. Todos asumen en algún momento el liderazgo grupal.
Tres obras permitieron adentrarnos en su versatilidad estilística. El clasicismo de Haydn, el romanticismo de Dvorak y la modernidad en Shostakovich. Con el “Cuarteto en Fa mayor, Op. 74 N° 2”, obra de madurez de Franz Joseph Haydn, abrieron su programa. En general el público apuesta a interpretaciones comunes de la obras de Haydn, algo que se escucha demasiado en algunos conjuntos. En este caso los visitantes la convirtieron en algo vital, lleno de novedades y hasta con humor, pero sin nada que lo alejara del estilo.
A lo largo de sus cuatro movimientos fuimos testigos de sutiles cambios en la articulación, el uso musical de los contrastes, los elegantes y graciosas transiciones, y una espléndida claridad en las voces. No es posible olvidar la íntima delicadeza del “andante” o la gracia de carácter popular del “minuetto”, tanto como el virtuosismo del “presto finale”.
Antes afirmamos sobre su capacidad del Emerson Quartet para conmover, y esto fue precisamente lo que ocurrió con su entrañable versión del “Cuarteto N° 13 en Si bemol Mayor, Op. 138” de Dmitri Shostakovich, obra escrita en 1970. Ahí provocaron una atmósfera de tal expresividad que en el auditorio se recogió en una especie de religioso ambiente para permitir el flujo a veces desgarrado de las voces de los instrumentos: Philip Setter y Eugene Drucker en los violines, Lawrence Dutton en la viola y David Finckel en el violoncello.
Todo partió con el “adagio” en un desgarrado llanto de la viola, al que luego se agregan el resto de los instrumentos, aportando su dosis de un a veces contenido dolor. En algunas secciones el peso sonoro se amplía gracias a la utilización de dobles cuerdas. No podemos olvidar el magistral uso de contrastes, tanto como las “respiraciones” de enlace entre frases, o aquellos espacios de silencio que se transforman en música. Las partes centrales rápidas requieren de una gran dosis de concentración por la cantidad de cambios de todo tipo: ritmo, articulaciones, e incluso el uso de las cajas de los instrumentos como elemento de percusión. Al volver al tempo “adagio” es difícil no evocar el movimiento lento de la “Quinta sinfonía” del mismo Shostakovich. Ese impactante final dejó sin respiración al público, el que luego reaccionó con una gigantesca y merecida ovación, para esta memorable versión.
El “Cuarteto N° 12 en Fa mayor, Op. 96”, llamado “Americano”, de Antonin Dvorak nos mostró un sonido amplio, generoso en el más puro estilo romántico. Allí los balances instrumentales permitieron la claridad del cauce melódico propuesto por el autor. El peso sonoro logrado llegó casi a lo sinfónico. El tejido polifónico del segundo movimiento no fue impedimento para apreciar la expresividad del tema principal. El tercero se distinguió por los contrastes y un manejo estupendo de las articulaciones. Exultante fue el cuarto y final, en el que además mostraron toda su capacidad de “virtuosos” en una asombrosa precisión rítmico-melódica que no abandonó la expresividad, la sección lenta, fue de gran belleza.
Para agradecer las manifestaciones de euforia, tocaron un movimiento del “Cuarteto Op. 81” de Mendelssohn, que ratificó todos los valores expuestos durante la noche. Otra jornada del mayor éxito para la Temporada de la Fundación Beethoven.