No es un escenario chico el del Centro Mori del Parque Arauco, y sin embargo se hace estrecho para recibir a los músicos convocados esta noche. Es tal la conjunción que conviene hasta pasar la lista. No todos los días se ven juntos a Marinho Boffa, pianista, arreglador, director y jazzista brasileño, y a gente con décadas de experiencia como Rolando Arancibia en los teclados, la dupla de guitarristas entre Francisco Vargas en la acústica y Alejandro Gaete en la eléctrica, Pablo Lecaros en el bajo o Alejandro Reid en percusión. Tampoco a jazzistas de todo terreno como Daniel Cheul en la batería, a músicos de escuela como Hernán Jara en la flauta al lado de un cuarteto de cuerdas y hasta un bandoneón, y en los coros otro encuentro generacional entre Claudia Muñoz, experimentada solista e integrante de grupos como Sien y Complejas Sociedades, y Muza, la cantante que unos días más tarde va a continuar su carrera en EE.UU.
Al frente ya está el anfitrión de toda esta orquesta. Antonio Gubbins había reunido a un buen contingente de músicos, varios de estos incluidos, en un concierto compartido con Eduardo Gatti el pasado 30 de abril en la Sala SCD Plaza Vespucio. Pero hoy la ocasión es el estreno oficial de su nuevo disco, Una historia, y aquella actuación previa, por bien acompañado que estuviera el cantante, ha sido una versión preliminar de Gubbins en plenitud. Aparte para entonces habían pasado décadas desde su última vez en un escenario, según sus propios cálculos. Hoy ya pisa más sobre seguro, plantado al frente del escenario y con su guitarra acústica en mano sólo en ocasiones elegidas. Y aunque el invierno avanza sobre la ciudad a comienzos de este mes de julio, como bien lo prueba la bufanda que el cantante trae encima de su sobria camisa blanca para cubrir una garganta algo afectada, esa orquesta a sus espaldas y una sala copada de público al frente permiten entrar en calor.
Dueño de una discografía hecha a grandes zancadas entre el LP Antonio Gubbins (1983), su reaparición con Íntimo (2002) y el flamante Una historia (2009), el cantante puede pasar desde su cancionero actual hasta los primeros pasos de melodías como "Magdalena Rapa Nui", su éxito inicial en la era del programa de TV "Chilenazo" en 1980. Pero la mayoría del repertorio es del disco nuevo, lo que significa que ahí está el bandoneón para cantar un tango al modo Gubbins en "El cenicero", o el auténtico bolero "No quiero despertar", íntimo a pesar de la multitud que lo rodea. Ahí están también las coristas para acompañarlo en los coros de reggae de "La cuarta dimensión", que además funciona bien como cierre: la gente hace palmas y el estribillo queda sonando en las voces de Sol Aravena y Claudia Muñoz mientras Gubbins sale de escena después de despedirse, y deja a toda su orquesta sonando en un efecto logrado de fanfarria. No es lo último. Hay un bis, y aunque para entonces el cantante ya ha entregado por entero la garganta, el bis corre igual: la última canción corre por cuenta de la gente, y es para desear cumpleaños feliz a Antonio Gubbins, anfitrión por naturaleza arriba del escenario y abajo también.