SANTIAGO.- La novela debía contar la historia de un viajero sin rumbo aparente, un nómada que va de pueblo en pueblo hasta que en uno de ellos se sorprende con un organillero que es todo lo contrario a él: Estático, sedentario, nada de atractivo.
Ésa, simplemente, era la idea inicial del argentino Andrés Neuman para "El viajero del siglo", el libro que comenzó a trabajar inspirado en una canción de Schubert que habla precisamente de esos dos personajes que se encuentran. Hasta que Neuman se preguntó cuándo podía ocurrir ese encuentro. "Me pareció que debía ser más o menos por la misma época en que se publicaron los poemas en que se basó Schubert, es decir, 1827", cuenta.
La decisión lo condujo "a una documentación que acabó siendo una enorme investigación", y que le implicó realizar una auténtica zambullida en el siglo XIX. Así descubrió que muchos de los problemas de ese tiempo continuaban vigentes en nuestros días, por lo que terminó contando, en esta historia del siglo XIX, la realidad del XXI.
El llamativo traslado fue reconocido por el jurado del premio Alfaguara, que este año otorgó el primer lugar a "El viajero del siglo", la novela que en estos días llega a las librerías chilenas, como uno de los estrenos más importantes de la misma editorial.
"Me encontré asombrado con que Europa estaba sumida en debates que aquejan hoy al mundo occidental. Eran básicamente tres: La tremenda decepción respecto de los proyectos revolucionarios, y el consiguiente giro conservador; la contradicción entre los proyectos continentales y los nacionalismos; y el cambio de rol de la mujer, que por un lado tenía el trabajo en la casa y, por otro, sus ambiciones intelectuales y profesionales", enumera Neuman.
-¿Metaforizar el siglo XXI a partir del XIX fue entonces un hallazgo en tu trabajo?
-Empecé a pensarlo mientras me documentaba para contar la historia del viajero y el organillero. Entonces me di cuenta de que ya no quería contar eso, que ése sería sólo el punto de partida de la novela, y empecé a entusiasmarme con los vínculos que esa época tiene con los problemas del presente. Ése no es el pasado, son los orígenes del presente. Por eso tenía que ser una novela que ocurriera en el siglo XIX, pero no una decimonónica. Tuve que desarrollar una serie de estrategias literarias y visuales para que el libro tuviera modernidad. Me propuse utilizar recursos del cine, del zapping. Estás en una novela gótica, pero cambias de canal y es una novela sentimental, luego de ideas, luego epistolar, luego policial.
-Que el personaje principal sea un nómada, ¿tiene que ver con tu propio nomadismo y con tu carácter de inmigrante, como residente en España?
-Supongo que sí. Todos hablamos de nuestra vida, lo que no requiere crear un personaje que se parezca a nosotros y que haga lo mismo. Supongo que este personaje que llega a una ciudad de frontera y que nadie sabe bien de dónde es, puede tener que ver con mi experiencia. Los temas de la interculturalidad, la frontera, la extranjería, acá los abordo de una manera nueva, distinta para mí.
-Tú también eres poeta. ¿Se entrelaza esa esfera con la de narrador?
-Sí. Me considero un individuo de frontera, no sólo en lo nacional, también en lo que respecta a los géneros literarios. Eso es algo de nuestra época, no mío en particular. No sólo me gusta alternar los géneros: Poesía, relato breve, novela, ensayo. Me interesan los textos que participan simultáneamente de dos o más de esos géneros. Más que alternarlos me interesa contagiarlos, invadirlos, y si me preguntas "¿cuál es tu género favorito?", te diría "la frontera". Ese punto en que los poemas pueden contar historias, los cuentos pueden resultar líricos, los ensayos tienen ritmo narrativo, las narraciones proponen ideas.
Mi amigo Bolaño
-Sorprende saber de tu amistad con Roberto Bolaño, considerando que al momento de su fallecimiento tú eras muy joven (26 años). ¿Cómo se dio?
-En mi vida he tenido accidentes espantosos y accidentes maravillosos. Bolaño es uno de éstos, porque nunca lo hubiera conocido si no hubiera presentado mi primera novela al Premio Herralde exactamente el año 99, que fue la única vez que él estuvo en el jurado. Tuve la fortuna de que se entusiasmara mucho con esa novelita, la defendiera en el jurado y luego escribiera un artículo sobre ella. Todo sin conocerlo jamás, porque en su mejor estilo ni siquiera fue a la entrega del premio. Me compré varios de sus libros y quedé impresionado. No pude resistir la tentación, averigüé su teléfono y lo llamé. Desde entonces mantuvimos una amistad telefónica y por carta.
-¿Cómo recibiste la noticia de su muerte?
-Yo sabía que Bolaño tenía alguna clase de problema hepático, pero no que estaba tan grave. Eso fue lo que más tristeza me produjo en su muerte, porque en los últimos meses no habíamos hablado. Me sentí desamparado y triste, fue una sensación de conversación interrumpida. Entre mi juventud y mi ingenuidad, fui conciente de que Bolaño era Bolaño, pero no de que se estaba muriendo. Cuando lo pienso me produce mucha melancolía, porque me doy cuenta de que fue la amistad entre alguien que está dejando de vivir y alguien que estaba comenzando a vivir. Él lo sabía, pero yo no. Eso es emocionante y triste.