Chan Marshall (37), la mujer tras Cat Power, declara residencia en casi una docena de lugares distintos repartidos entre Memphis, Miami y Nueva York. Y sólo en los últimos años. “Y desde 2008 vivo en Los Angeles, en mi mundo de fantasía”, completa, al teléfono desde California, la voz femenina más aclamada de la canción estadounidense y una de las figuras destacadas del rock alternativo en la última década.
Sin embargo, el destino que más le entusiasma está más al sur, en Latinoamérica, donde ya se ha presentado en México, Argentina y Colombia. “La audiencia latina es la mejor que yo he tenido. En Latinoamérica es cuando mi corazón se ha sentido más feliz. Difícil estar triste allá”, dice la artista, que en un par de días volverá a respirar aliviada: esta semana retorna al continente en un tour que la trae por primera vez a Chile, el 21 de julio al Teatro Caupolicán (entradas a la venta en Puntoticket).
“Quiero estar allá lo antes posible. Voy a mostrarles lo mejor de mi carrera y voy con mi banda de los últimos tres años”, agrega Power, mientras fuma un cigarrillo y se enreda en sus palabras. Repite “me siento diferente” como una suerte de mantra y define como “mi mundo de fantasía” su nuevo hogar. Además, viene con una banda de acompañamiento que califica de “dream team” del universo indie, con miembros de Jon Spencer Blues Explosion, Dirty Three, Delta 72 y Lizard Music.
Pero la declaración de alegría latina que en cualquiera sonaría a buena crianza, en la mujer que también tuvo un rol en la cinta “My blueberry nights” se palpa más genuino: sus creaciones se encuadran en una fragilidad melódica que roza la melancolía, y la promoción en 2006 de su mejor disco, The greatest (donde su voz y su música limitaba con el soul y el jazz), tropezó con una depresión que la sumergió en el alcoholismo y las terapias. Ella misma desnudó su infierno en extensas entrevistas al New York Times y a Spin. Como una Amy Winehouse en versión folk.
“Fue uno de mis peores momentos, debí suspender giras y dejar de centrar mi vida en el trabajo. Con este nuevo disco me recuperé”, revela, en referencia a Jukebox (2008), álbum que ofrece otra de sus caras: su adicción por los covers. Ya había versionado a los Rolling Stones, Moby Grape y Velvet Underground, y ahora se atrevió con sus referencias más obvias, Joni Mitchell, Billie Holiday y Bob Dylan. Hasta se la jugó con “Theme from New York New York”, popularizada por Frank Sinatra: pero lo que en “La voz” sugiere el optimismo luminoso de la Manhattan que nunca duerme, en Cat Power es el insomnio bajo una ciudad sórdida. Incluso el énfasis se recalca en “vagabond shoes”, y no en la triunfal frase “top of the heap”.
-Claramente no transmite el aire glamoroso de Sinatra.
-Ésa fue una canción que en un momento quise grabar y nos metimos en el estudio con m banda. Cuando llegamos la empezaron a tocar de la forma que suena y me pareció horrible. Les dije "¡no, no es así cómo la quiero!", ése no es el Nueva York que nosotros queremos, que conocemos. El nuestro es más oscuro, el lugar donde nos sentíamos raros, pero que nos salvó. Sigue siendo un sitio difícil. La versión de Sinatra es más de casino, él era el dueño de Nueva York y para mí fue históricamente el puto lugar al que hay que arrancar. No quise hacer glamoroso el éxito de esa ciudad.
-O sea, tu adicción por los covers también tiene que ver con transformar totalmente una canción, casi desfigurar la versión original.
-Es que nunca hubiera querido hacer una canción que sonara parecida. No sé si has estado en una banda, pero a veces te pones a inventar cosas y te conecta con una emoción. Cuando me fui de gira para The greatest, reuní a un grupo de amigos como conjunto de acompañamiento y se ponían a hacer cualquier cosa que me recordaba una textura emocional de una canción vieja, por lo que era como tener mi tocadiscos en la gira. Los covers son una especie de homenaje a mi infancia.
-Pese a que tú misma has divulgado que no fue una infancia fácil.
-No lo fue. Tenía una familia complicada y desmembrada. Pero me sirve para conectarme con mi padre, mi madre y mi abuela, pero de otro modo: tributando a Robert Johnson, a John Coltrane, a Billie Holiday, a James Brown, a Otis Redding, a los primeros Rolling Stones… a la música que ellos me entregaron.
-¿Qué tanto te acomoda la tradicional etiqueta de neo folk o indie folk en que se encuadra tu música?
-Nunca me he establecido musicalmente dentro de un género, porque incluso en mis primeros discos nunca pensé que iba a hacer otro, o que iba a estar aquí al teléfono hablando de un nuevo tour. Incluso si una persona tiene un trabajo en un banco puede creer que va a tener ese trabajo para siempre, pero yo nunca he tenido esa certeza con lo que hago musicalmente. El estilo de vida que llevó no me entrega esas certezas. No creo que tenga un género, porque creo que todavía no me termino de dar cuenta qué es lo que hago.
-Pero, ¿sientes que has tenido un rol importante en el desarrollo de la cantautoría en los últimos años?
-Creo que en cierto calibre, o en cierto grupo demográfico o grupo social, soy una parte de algo. Pero no sé si me siento parte de la misma comunidad de Buddy Guy o de Sonic Youth. No sé realmente cuál es esa comunidad. Siento que son cosas distintas, como frutas y verduras, pero creo que nunca voy a ser lo que la gente cree que tengo que ser, y tampoco voy a ser lo que yo creo que tengo que ser, o cuál es mi lugar en la historia, porque todos los días es un aprendizaje. Nunca he tenido un concepto.
-¿Cómo fue crear y componer The greatest, quizás tu mejor álbum, en una de las etapas más complejas de tu vida?
-Fue uno de los momentos más bajos de mi vida, como persona y como mujer. Fue una de las primeras veces en que no me he sentido una mujer completa, estaba destruida por una antigua relación. Pero sirvió para cambiar mi rutina, para darme cuenta que nunca hice nada aparte de viajar y trabajar, que mi vida era "tour tour tour" todo el tiempo. Ahora quería darme otro tiempo para ir a los lugares que quería, para viajar no por obligación y para componer lo que se me antojara. De ese proceso nació Jukebox, que es gran parte de lo que mostraré en Santiago”.