La extensa obra de Rabih Alameddine ha sido traducida a diez idiomas.
LumenSANTIAGO.- Por cerca de ocho años, el escritor libanés Rabih Alameddine se sumergió por bibliotecas, librerías y recuerdos, con el fin de completar una obra en la que impregnara con la mayor amplitud posible el oficio de lo que en árabe es un "hakawati". Es decir, lo que literalmente se traduce en el título del libro: "El contador de historias".
Un hakawati se ganaba la vida entrando a lugares públicos para entregar sus maravillosas narraciones, siempre con ornamentos propios catapulados con una labia sobrecogedora. Alameddine, con o sin intención, se convierte en un hakawati en su ambicioso libro en el que entremezcla una trama familiar contemporánea con decenas de historias tradicionales.
Osama al-Kharrat es un libanés que por años ha vivido en Los Angeles, alejado de su país natal, una nación triste y destruída tras años de guerra. Su pasaporte sólo marca Beirut una vez más el 2003 para ver su padre, quien descansa en el lecho de un hospital sólo esperando que la muerte marque su hora. En este viaje, los recuerdos familiares llegan hasta el abuelo de la familia, quien precisamente desempeñaba el oficio del hakawati en bares y cafés.
A través del relato de Osama, cómo mira a su país y la cultura árabe luego de años autoexiliado, es una de las herramientas que el autor del libro utiliza para entregar una visión actual sobre el mundo árabe y, específicamente, el país donde pasó largo tiempo de su infancia mirando muros con orificios de balas.
Como si alguien se metiese en la conversación, la historia familiar de Osama es constantemente interrumpida en el libro por diversas narraciones que son libres adaptaciones de cuentos tradicionales, pasajes de textos sagrados como el Corán o el Viejo Testamento, pasando por la poesía medieval o aterrizando en clásicos literarios como "Las mil y una noches".
Aquellos largos párrafos divagantes son el corazón de "El contador de historias" (Lumen, 659 pág.), una novela que se escapa de la linealidad tradicional para sumergir al lector, de maneras ingeniosas y atractivas, en diversos elementos de la cultura y, en especial, de las tradiciones árabes, sin perder la universalidad de lo humano en sus palabras.
Entre página y página se producen aquellos saltos entre la situación de Osama en Beirut, la verdadera vigilia de él y su familia para conocer el desenlace de su padre, con estas historias que, quizás, podrían ser las mismas que su abuelo habría contado en una de sus tantas presentaciones como hakawati.
Este libro, disponible en librerías nacionales, fue bien recibido por la crítica y el público en su versión original en inglés, idioma en el cual Alameddine escribe tras vivir por años en Estados Unidos, cuando se fue del Líbano en 1975 por la guerra civil.