BUENOS AIRES.- La emblemática avenida Corrientes de Buenos Aires volvió a ser la "calle que nunca duerme" con una tímida apertura de los teatros luego de diez días de cierre forzado por la caída del público por temor al contagio de la gripe A.
En la decena de salas teatrales de Corrientes que reabrió sus puertas, los acomodadores trabajaron con guantes de látex y se pusieron a disposición del público frascos de alcohol en gel para lavarse las manos, en sintonía con las medidas de prevención para frenar el avance de la enfermedad.
Los tapabocas cayeron en desuso desde que las autoridades sanitarias los desaconsejaron, hace dos semanas, pero muchos espectadores acudieron al teatro con sus propias toallas sanitarias o frascos de alcohol.
A pesar del levantamiento de la veda, permanecieron cerrados el Ópera y el Gran Rex, dos de los teatros más importantes de Buenos Aires, como síntoma de un descenso del flujo de espectadores que se atribuye más a la contracción económica por el impacto de la crisis global que al avance de la enfermedad.
"Hay que seguir con la vida normal, porque si no uno se vuelve loco", comentó una de las personas que hicieron fila para entrar al Maipo, otra de las grandes salas de Corrientes.
Consideró que las medidas de prevención tomadas por las autoridades fueron las correctas y le pareció "bien" que se hubieran suspendido las funciones.
Los empresarios admitieron que la taquilla se mostró tan modesta como en los días previos a la suspensión de los espectáculos, pero en cambio resurgió la vida en los bares y restaurantes de Corrientes, en la zona céntrica de la capital argentina.
La gripe A ha causado 137 muertos en Argentina, según cifras oficiales, con lo que el país superó a México y se convirtió en la segunda nación del mundo con mayor cantidad de decesos por la enfermedad, después de Estados Unidos.