Irrumpieron a escala mundial en 2004, cuando la idea completa del britpop ya era una pieza del museo de los años '90. Entonces Kasabian lograron mover el péndulo rockero mundial una vez más hacia Inglaterra, con un sonido que al comienzo pareció un asalto de nostalgia, en su caso por el electro-rock de Primal Scream y la movida psicodélica de la ciudad inglesa de Manchester a fines de los '80. Así se oía este grupo inglés en sus dos primeros discos, Kasabian (2004) y Empire (2006). En una frase, muy lejos de como se oye ahora.
Poco y nada queda de eso. El comienzo de West ryder pauper lunatic asylum (2009) podría llamar a engaño, porque es un guiño al sonido ya acostumbrado de Kasabian, pero de ahí en adelante vienen otros rumbos, sonidos y timbres. Hay mucha menos corriente eléctrica en este disco. Ni siquiera la guitarra eléctrica es protagonista; en cambio hay violines, guitarras acústicas, pianos, vientos, incluso temas instrumentales como "Swarfiga" y un ánimo de reinvención constante.
La inclinación por el experimento queda más clara con la presencia del creativo productor Dan The Automator Nakamura en la consola, el mismo hombre detrás de Gorillaz en su momento. Esa ingeniería queda ahora al servicio de un comienzo orquestado en "Take aim", de los sonidos acústicos de "Thick ad thieves" o de una caminata entre oriental y española en "West ryder silver bullet", todos momentos con los que Kasabian no sólo se ha sacudido su historia previa sino también los lugares comunes del rock. Y cuando esa raíz reaparece suena refrescada, como en "Vlad the impaler": en ese momento el rock ya no es lo mismo para este grupo, ni tiene cara de volver a serlo.