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La versión del segundo elenco

Con una régie de ajustadas soluciones y propuestas, la ópera estelar consiguió grandes resultados también por el efecto de las voces protagónicas y secundarias.

24 de Julio de 2009 | 11:29 |
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Una de las modernas escenas del montaje del segundo elenco.

El Mercurio

Hablar de “Lady Macbeth de Mtsensk” de Dmitri Shostakovich es hablar del imperio de las pasiones que afectan sin tregua tanto a la protagonista como al resto de los personajes que dan vida a este sangriento drama. Uno de los grandes desafíos que conlleva la ópera es su gran cantidad de escenas, las que deben tener necesariamente una continuidad que asegure la tensión argumental.

En este caso se optó por una versión en dos actos –no los cuatro del original-, con sus nueve cuadros, extrapolando la acción desde una hacienda del siglo XIX a un matadero en pleno período soviético como ironía a la censura staliniana que sufrió la obra. Aún así, corrió el riesgo de algún contrasentido, como aquél donde la policía apresa a un “socialista” por no creer, entre otras cosas, en Dios. Algo que también llama la atención, es el cambio de la “bodega” donde esconden el cadáver del esposo de Katerina por una “caja fuerte” ubicada en la oficina del matadero, no obstante esta idea del matadero acentúa sin duda la tragedia.

La escenografía creada por  Diego Siliano es de una eficacia notable. El constante movimiento de paneles encierra y abre permanentemente la acción. En ella las sombras envuelven a los protagonistas y del mismo modo los recursos cinematográficos prevalecen. Aquí acentúan perfectamente el preludio de la escena del matrimonio o el juego de luces y proyecciones en la escena de la cárcel, que van desde el atardecer hasta la noche con sus sugerentes focos, para dejar luego en la más profunda soledad a la protagonista cuando ya la música se ha vuelto dolorosamente consonante.

Los recintos de la casa y el matadero en su frialdad son muy logrados. Dan una sensación de inmensidad. Así también impresionan los cuerpos de los animales que suben o bajan, para acentuar el dramatismo. Muy eficaz además es la banda a los costados del foso de la orquesta, así como la amplificación de la voz del fantasma de Boris. Podríamos seguir detallando muchos aciertos de esta cuidadosa producción, que contó con la ajustada iluminación de José Luis Fiorruccio y el vestuario estupendo de Luciana Gutman.

Gran parte del éxito se debe a la excelente régie de Marcelo Lombardero, quien sin obviar la crudeza de algunas escenas supo mantenerlas siempre de acuerdo a la acción y con buen gusto. Bien sabemos que es muy fácil caer en lo chabacano cuando se trata de la sexualidad. La solución de la escena final es simplemente desgarradora a la vez que muy hermosa.

La dirección orquestal estuvo a cargo de José Luis Domínguez. Sorprendente en su dominio de la compleja partitura, dio todas las entradas a los 23 personajes que se alternan a veces vertiginosamente al tiempo que cubrió cualquier indicio de desajuste en el pulso. La orquesta respondió en un alto nivel, cuestión indispensable pues su trabajo no es solo acompañar: se trata de otro personaje que interactúa en todo momento con los protagonistas.  El Coro del Teatro Municipal dirigido por Jorge Klastornick estuvo en el sobresaliente nivel de siempre: aguerrido, eufórico o conmovedor.

Los solistas: alto nivel

La rusa Natalia Kreslina fue una sensacional Katerina, con una poderosa y hermosa voz que transitó por todos los estados emocionales del personaje. El tenor argentino Enrique Folger como Sergei mostró las facetas libidinosas con su generoso material vocal.  Pedro Espinoza manejó en forma irregular su voz, a veces muy estridente, como Zinovi el marido de Katerina.

Daniela Ezquerra sorprende una vez más no sólo por su espléndido material vocal, ya que vive intensamente cada uno de sus personajes. El histriónico “pope” -casi una caricatura- de Maxim Mikhailov estuvo muy bien en lo vocal. Sonyetka, encarnada por Catherine Rohrer, fue espléndida en su desenfado. Marek Kalbus estuvo excelente en sus los roles de Jefe de Policía y de Molinero. Lo mismo diremos de Viktor Sawaley, Alexander Teliga, Ricardo Seguel, Pablo Ortiz, Juan Pablo Dupré y Mauricio Miranda, en sus diferentes papeles. En suma una estupenda producción que debe enorgullecer a las autoridades del Teatro Municipal de Santiago.

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