Es un objeto diferente y era precisa una palabra diferente para designarlo. Librisco es como llama Gregorio Fontén al trabajo que su grupo se dedicará a presentar en los próximos meses, suma de disco y libro, pero también de distintas generaciones en la música chilena. Cuchufleta es es el grupo, y junto a ál está gente precursora como Eduardo Parra, fundador de Los Jaivas, y los Beat 4, pionero grupo del rock chileno en castellano en los años '60.
Hoy, joven y vital se llama el librisco de Cuchufleta, producido junto a Parra, dedicado a Rhino González, el cantante de los Beat 4, y hecho de canciones, poemas, dibujos y fotos del grupo desde sus inicios. Tras sus discos Cuchufleta Punk (2004), Lencería fina (2005), los inéditos Por costumbre y Mala palabra (2006-2007), Cuchufleta (2008) y el propio Hoy, joven y vital (2009), la banda presentará este último hoy en la Sala SCD de la capital como parte de una completa agenda en vivo (ver recuadro) hasta el 24 de octubre.
-Vamos a presentar el librisco mismo con la formación actual, que en vivo ha tenido algunas transformaciones -explica el cantante de Cuchufleta, un grupo que de sus inicios experimentales entre piano, violín y percusión ha derivado a un repertorio más ligado a las canciones, y que está conformado hoy por Gregorio Fontén (voz, piano y teclados), Hernán Fontaine (guitarra y trompeta), Marcelo Lavado (guitarra), Ángelo Cassanello (trombón), Alberto Vignau (bajo) y Joaquín subercaseaux (batería).
Ya para el disco previo estaban en contacto con Eduardo Parra, tecladista y percusionista de Los Jaivas, hoy establecido en Francia. "Se acercó cuando estábamos grabando y quedó al tiro para la producción de ese disco", recuerda Fontén. "Para nada preocupado de un enfoque comercial o de industria, muy desde una volada muy propia, y siempre muy preocupado del aspecto del amor: de que todo fuera hecho en un ambiente de armonía y fraternidad. Tiene una paila súper especial y se nota todo el carrete, la madurez que tiene".
-¿Cuál fue el método de trabajo con él?
-Trabajamos todo el año pasado. Estuvo prácticamente viviendo en mi casa como un mes, llegaba a las ocho de la mañana y se iba en la noche, escuchábamos los temas en todos los sistemas de parlantes posibles, desde unos de discoteca hasta los más chicos del computador. Ultra minucioso, súper metido en la grabación de la voz, el detalle perfecto, de cada palabra, de la mezcla general, los sonidos de cada canción. Y lo bueno que tiene es que dice que él escucha por Chile, que ésa era su función en Los Jaivas.
-¿Cómo es escuchar por Chile?
-A través de Chile, como con la oreja de Chile. Yo lo entendí un poco como que Eduardo tiene una forma de vivir en la cotidianeidad, todo el rato acercándose a la gente. Estábamos grabando y salíamos a almorzar a picadas que él conocía, y saludaba a todo el mundo, a los cocineros, a los presentes. No de lo típíco chileno ni de la caricatura cultural chilena, sino de lo que se vive en la realidad.
-¿La idea de dedicar el disco a los Beat 4 vino en el mismo tiempo?
-Cuando empezamos a trabajar yo estaba en una fase de desarrollar mejor el canto, y eso vino de la mano con Eduardo, que potenció harto la pronunciación bien castellana de las vocales. Simultáneamente había escuchado a los Beat 4 y me llamó la atención la manera de cantar de Rhino González, que se ajustaba absolutamente a lo que Eduardo quería.
Con cuatro discos grabados entre 1967 y 1970, los Beat 4 todavía se escuchan con éxitos de la época como "Dame un bananino" y "Por fin el sábado llegó" en la voz de Rhino González. "Empecé a rallar la papa con los Beat 4, que en cierta medida no es un grupo muy reconocido", dice Fontén. "Ahora nos hemos juntado, ellos ensayan de vez en cuando y quedamos de preparar algunos covers juntos. Se trata de valorar la historia".
El cruce Parra Benítez
De hecho la siguiente fecha de Cuchufleta, en el centro cultural La Cava de la comuna santiaguina de San Miguel, será compartida junto a los propios Beat 4, reagrupados en 2008 en una formación que incluye a los fundadores Johnny Paniagua (voz y guitarra), Willy Benítez (bajo) y Mario Benítez (batería), junto a Rafael Lito Mandiola (guitarra) y Germán Silva (teclados).
-En un país donde no hay mucho reconocimiento, me sorprendió que un grupo de músicos jóvenes haya tenido ese detalle de reconocer a un grupo que en esa época hacía música nuestra, en castellano, tratando de hacer rock chileno. Eso es gratificante -dice Willy Benítez, que luego de los inicios del grupo se hizo más conocido en su oficio de actor y comediante.
-¿Reconoces algo de los Beat 4 en la música de Cuchufleta?
-En la manera particular de cantar sí hay algo de Rhino, pero yo creo que tienen el espíritu de hacer música no a partir de la de nosotros, sino con la postura de hacer algo propio, original. Me decían que habían descubierto a los Beat 4 hacía poco tiempo, y eso me sorprende más, que la música que hicimos en los años '66, '68, a esta altura del otro siglo llame la atención a un grupo nuevo.
Desde París el propio Eduardo Parra recuerda haber oído en tiempo real a los Beat 4 a fines de los años '60. "Al escucharlos hoy se nota la misma lozanía", escribe. "Es sorprendente cómo lo vital y verdadero, lo esencial y espontáneo, puede viajar en el tiempo. Ahora comprendo bien por qué Gregorio (Fontén) dedicó este disco a ellos".
-¿Qué te llamó la atención de Cuchufleta?
-La frescura y ternura que existe en sus canciones -dice Parra-. Es una música joven. Expresa algo novedoso. Aunque ellos tienen referentes, también en Los Jaivas, se advierte desde los primeros compases que estamos frente a algo nuevo, radiante, jovial, espontáneo y candoroso. La proposición de Cuchufleta abre nuevos caminos en la música nacional. Se puede hacer todo pero con un nuevo rostro, el rostro del porvenir.
-¿En qué consistió tu participación en el disco?
-Desde hace treinta años vengo participando con un papel preponderante en las mezclas de los discos de Los Jaivas. El remix (remezcla) es la etapa final de la creación de un grupo musical, en la actualidad no se puede separar del proceso creativo lo relacionado con la electroacústica, es parte de él. El sonido debe ser tratado por las máquinas que lo llevan al universo electroacústico. Puede haber millones de versiones del sonido de un piano. Nada tiene que ver el piano del jazz con uno del rock o de la música romántica o fantasista. Un mismo instrumento se puede caracterizar de infinitas maneras, y la labor del productor musical es encontrar y decidir la manera que más se ajuste al espíritu de la canción. Debe tener la sensibilidad musical, psicológica y espiritual para asimilar profundamente una canción y llevarla auténticamente y en la mayor calidad al espacio electroacústico. Se podría decir que existen dos universos: el universo del éter, que es la música en vivo, y el universo de la electroacústica, que es la música grabada, y que debe ser tratada con la misma altura y excelencia de la sensibilidad que depositó el compositor en ella. En esto consistió mi participación en la grabación de Hoy, joven y vital.
-¿Y cuál es esa propiedad de "escuchar por Chile" de la que hablabas con el grupo?
-"Yo escucho por Chile" es una frase que se me escapó hace muchos años. Fue justamente cuando en Colonia, Alemania, grabábamos "Sube a nacer conmigo, hermano". A partir de ese día comienzo concienzudamente a preocuparme del remix del grupo y a comprender bien lo que es la electroacústica. Y esto nace de que yo no podía soportar escuchar a algunos grupos, especialmente nacionales, a los que no se entendía nada de las letras de sus canciones. Paranoiqueado con esto, justo en ese crucial momento propongo al grupo que Gato (Alquinta) cantara y que yo estaría al otro lado del vidrio escuchando, con el único afán de corregir si en algún momento a Gato no se le entendía. Bajo el látigo cruel de este auditor, Gato debió repetir más de treinta veces la famosa frase "Sube a nacer conmigo, hermano", y yo nunca consideraba que estaba buena. Ojo, que esto no tiene nada que ver con la calidad ni la fuerza interpretativa vigorosa y potente de Gato, que para mí y muchos es la mejor de Sudamérica. Sólo fui una especie de asesor. En un momento mi método peligró, cuando el resto del grupo, de brazos cruzados y golpecitos de pie en el suelo, me dijo "¿Qué es lo que tú quieres?" Les pedí que me dejaran continuar y les dije. "Gato canta y yo escucho. ¡Pero yo escucho por Chile!" Ahí se me escapó la exclamación. Después de dos o tres veces más, Gato la dijo y es genial. Él tenía en su corazón una expresión mágica. Había tocado el corazón del pueblo. Según mi punto de audición, ese verso no podría ser mejor dicho nunca más. Sólo cabía la posibilidad de que cantaran la canción los chicos que con castañuelas de pizarreño se subirían a las micros para interpretarla. ¡Y así fue!