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Y.

Llorar y bailar es mejor que bailar y llorar. La cantautora española que se hizo famosa con su ibérico acento cuando cantó "Malo", regresa ahora con más camino recorrido y más convicción en sus propósitos: "me gusta que me den guerra / que pa' eso soy una perra", canta sin ningún problema.

10 de Agosto de 2009 | 08:59 |
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Bailar y llorar se titula el último disco de los chilenos Teleradio Donoso. La razón, según explicaban, está en los dos estados de ánimo que deliberada y ordenadamente imperan en la producción. De este modo, si el disco hubiera sido en realidad un caset, el lado A habría sido para bailar y el B para llorar. Guardando las obvias distancias entre los chilenos y la española Bebe, una combinación similar pareciera haber quedado inscrita en Y., el último disco de la cantante que saltó a la fama a mediados de la década con la canción "Malo". Claro que aquí el orden referencial sería exactamente el inverso: Llorar y bailar.

Porque una potente trilogía de temas en los que el ahogo y la frustración son más evidentes que la tristeza o la nostalgia, es la que da inicio al disco. "No + llorá", "Me fui" y "Busco-me" son piezas en las que las guitarras acústicas y el canto de María Nieves Rebolledo (su verdadero nombre) sirven de colchón a una instrumentación integral, que va más allá del cliché ibérico, tendiente a remitir a estilos como la sevillana y el flamenco. Sin embargo, ya la cuarta canción recuerda que éste es un disco de dos caras no ordenadas. En "Sinsentido", Bebe comienza a ablandar su inicial dramatismo, que consolida con el atrevimiento foxtrot en el ritmo de "Escuece". Es la cara "bailar" del caset, que también tiene un borde más duro en el fraseo cuasi reggaetonero de "Que mimporta", donde la extremeña juega al rol de chica salvaje ("me gusta que me den guerra / que pa' eso soy una perra / y meneo el rabo / cuando quiera, soy una gamberra"). Un papel que lleva al extremo en los tintes más latinos de la atrevida "La bicha".

Son todas las áreas por las que se pasea Bebe, pero siempre entre arreglos precisos, limpios y, a fin de cuentas, tradicionales. Tal vez eso provoque (y probablemente de modo injusto) que ciertos tintes de cálculo se perciban en su evidente carga de rebeldía. Y aunque quedan las ganas de verla con menos vestiduras, por ahora no tiene mucho de que preocuparse: en la inofensiva tradición del pop español, con eso basta y sobra para lograr emerger, de todas maneras, como la alumna aventajada.

—Sebastián Cerda

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