Aunque ya tenía un recorrido musical previo, el cantante nacional Giovanni Falchetti terminó de hacerse reconocible cuando participó en "Tocando las estrellas", el fracasado primer reality show de TVN. En el papel, estando allí no pretendía ser cantante, sino animador, pero hilando más fino aún el objetivo final tampoco era ése. Se trataba, simplemente, de ser famoso. Una vez lograda esa meta podría buscarse la mejor forma de capitalizarla. De eso supieron varios rostros de ese tipo de espacios, que lograron grabar discos tras sus pasos por los programas: Catalina Bono, Sebastián Longhi y hasta integrantes del programa juvenil "Mekano", en un continuo del que —con excepciones— no se salvan ni siquiera las voces de "Rojo" (supuestamente más "artístico").
En todos ellos, méritos más o menos, el orden es el mismo: primero está la fama, y luego un equipo de trabajo ve qué repertorio combina mejor con esa fama. El orden es exactamente el contrario al que ha seguido cualquier artista, y en el que primero está la propuesta, la inquietud, las canciones. La fama puede llegar (o no) como resultado de eso. Algo de ese orden trastocado continúa percibiéndose en Falchetti, pese a que ya esté aquí en su tercer disco. La radical apuesta por los covers es el primer síntoma: temas popularizados por Miguel Bosé, Yuri y, sobre todo, Juan Antonio Labra (con cuatro canciones de su autoría), son algunos de los diez pasajes que componen el álbum, con apenas dos piezas originales firmadas por Nicolás Borbar ("Sexy G", "Me vale callar").
En todas ellas el fondo es el mismo: trabajo planificado, poco espacio para la intuición, cada elemento ubicado en su justo lugar y un sonido extremadamente común. Eso es lo que más filtran los primeros instantes de Lo que llevo dentro, tal vez con "La maldita primavera" como pieza emblemática. En voz de Falchetti, el tema que popularizara Yuri suena afinadito y modulado, pero falto de la sangre y el dramatismo que le impusiera la mexicana y que, por lo demás, la propia canción pide a gritos. "Cómo te he echado de menos", de Manu Tenorio, muestra una cara más aspiracional, con arreglos de metales según el manual escrito por los cerebros tras las estrellas latinas, una guitarra española y un coro para estelar de televisión.
Más evidente se hace este perfil en temas que insinúan una apuesta mayor. "Morir de amor" (de Miguel Bosé) amenaza con despertar como un atrevido electropop discotequero, pero los códigos estandarizados transforman la promesa en desilusión. "Me vale callar", en tanto, es una suerte de dance con toques flamencos, pero con una musicalización demasiado tosca. Algo similar ocurre con "Sexy G" (letra que alude precisamente a Giovanni), un tema de teclados pobres y pretensiones de sensualidad que son devoradas por el canto contenido de Falchetti, quien busca entregar mensajes liberadores y erigirse, finalmente, como un tipo de sex symbol. Con esa suma, difícilmente se podrá ver como un avance este nuevo trabajo de Falchetti, por mucho que el cantante tenga en el cuerpo más discos y más ímpetu que otros ex chicos reality, además de cierto recorrido internacional. Pero de todo se pueden sacar conclusiones: en este caso, que un cuarto álbum es más que buena hora para demostrar que un artista no es sólo un tipo afinado, y que, como en la cocina, un mismo aderezo no sirve siempre para todas las preparaciones.
—Sebastián Cerda