Wolfgang Redik en el violín, Stefan Mendl en el piano y Matthias Gredler en el violonchelo.
El MercurioSi hay algo en que los asistentes que una vez más llenaron el Teatro Oriente estuvieron de acuerdo, es en el absoluto dominio técnico y musicalidad que mostró el Wiener Klaviertrio, un conjunto formado por Wolfgang Redik en violín, Stefan Mendl en piano y Matthias Gredler en violonchelo. Deslumbraron con un sonido que fue desde lo poderoso a lo sutil, además de su enorme y contagioso entusiasmo.
Se objetará tal vez la fuerza de algunas de sus interpretaciones –quizás debido a las largas audiciones de esta música en una línea o patrón determinado-, incluso considerándolas fuera de estilo, cerrándose a la posibilidad de nuevos enfoques o relecturas. No obstante nadie pudo desconocer el hecho de que el grupo tiene un concepto muy claro sobre las obras que interpretan, que aplican con total honestidad. Esto fue palpable en cada uno de los autores que enfrentaron: Haydn, Smetana, Beethoven y Mendelssohn en su encore. Cada uno enfocado de manera totalmente diferente y, por qué no decirlo, muy novedosa en la obra de Beethoven, por ejemplo.
Primero se escuchó el “Trío en Sol mayor, Hob. XV/25” de Franz Joseph Haydn, donde el violonchelo tiene mayormente un rol de soporte armónico. El “andante” con que se inicia mostró la claridad en las voces en un ambiente de elegancia y finura, de sutiles ataques, y un balance sonoro perfecto. El “poco adagio” fue de gran expresividad en sus juegos entre el violín y el piano. Al final los músicos desembocaron en el virtuoso “rondó all ongarese; presto”, enérgico en su tempo de danza, sin descuidar la precisión en los cambios de tempi y con gran preocupación en los fraseos y diálogos.
Cerrando la primera parte, el grupo interpretó el dramático y hermoso “Trío en Sol menor, Op. 15” de Bedrich Smetana, obra escrita en memoria de su pequeña hija. No están ausentes ahí los aspectos programáticos (descriptivos). La versión de los ilustres visitantes se caracterizó por el dolor, que en momentos llegó casi al desgarro. Desde la expresiva primera frase del violín ya se percibió el rotundo cambio en el estilo, al que incorporaron ahora el peso sonoro. En esta obra el chelo retoma su protagonismo, permitiendo aquilatar ahora también la excelencia técnica y musical de Matthias Gredler.
La estructura abierta del movimiento obliga a cortes y ataques de gran precisión en el contexto de la expresividad. Sólo nos cabe alabar la extrema musicalidad en este ámbito. Su desarrollo en una notable progresión culmina en un arrollador final. El “allegro, ma non agitato” que sigue se caracterizó por los contrastes en los temas que aluden a lo popular. Aquí resolvieron de manera genial preguntas, respuestas y contrastes dinámicos y de carácter. En el “finale, presto” conclusivo dieron rienda suelta a un virtuosismo casi salvaje, pero de gran musicalidad, que se replicó en la sutileza del “pizzicato” que sigue. En las partes de bravura mostraron precisas articulaciones en diálogos perfectos, mientras que en su parte lenta el sentimiento predominó en el canto del chelo y el violín. Una cerrada ovación premió la estupenda versión.
Tres conciertos en uno
Ya se ha convertido casi en una costumbre que los solistas invitados interpreten alguna obra con orquesta, lo que permite apreciarlos en otra dimensión. Ahora estos músicos europeos interpretaron junto a la Orquesta de Cámara de Chile el “Triple concierto para piano, violín, violonchelo y orquesta en Do mayor, Op. 56” de Ludwig van Beethoven. Fue una versión que apeló a lo heroico y enérgico, plena de romanticismo y en un tempo ágil que en más de algún momento descolocó al maestro Juan Pablo Izquierdo. Por supuesto que puede sorprender este enfoque que se aparta del tradicional lírico y cantabile, pero al mismo tiempo plantea una nueva mirada sobre una obra de excepcional belleza.
En el transcurso del primer movimiento mostraron una vez más, su arrolladora técnica complementada con su musicalidad. El balance sonoro fue muy bien equilibrado por Izquierdo, logrando de la orquesta momentos entrañables, en un perfecto diálogo con el “canto” de los solistas. El “largo” que sigue se acercó más a las versiones tradicionales, luego de la estupenda introducción orquestal se escucharon los expresivos temas: primero a cargo del chelo, luego el del piano y el violín, tocados con extrema sensibilidad.
El “rondó alla polaca” los volvió a lo enérgico y en fragmentos con algo de dureza. No obstante su virtuosismo no cesó de sorprender, con perfectas articulaciones y fraseos consecuentes. Agregaron así el peso sonoro de las cuerdas y entregaron una nueva visión que al final el público acogió con una enorme ovación. Y para no dejar dudas, que sus enfoques corresponden a cada obra, en su encore volvieron a lo íntimo en el movimiento de un trío de Mendelssohn. Uno de los grandes conjuntos llegados hasta la Temporada de la Fundación Beethoven, que sin duda seguirá dando que hablar.