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Se da la mano

17 de Agosto de 2009 | 21:30 |
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El cascarón plástico de una tele marca IRT muerta hace ya muchos años todavía sirve para encuadrar en la carátula de este disco a uno de los más famosos edificios de Santiago, y sin duda el más famoso en la categoría edificios inconclusos: el hospital Ochagavía, iniciado en la época de la UP en la actual comuna de Pedro Aguirre Cerda y abandonado a medio terminar hasta hoy. Es un retrato múltiple, que puede funcionar como un comentario sobre la televisión nacional, pero también como una foto del barrio de estos músicos y de las canciones callejeras que puede tocar toda banda de rock de barrio chileno.

La Mano es un grupo formado en 2001 ahí mismo, en uno de los bordes urbanos de la Panamericana santiaguina, y en sus canciones hablan así, sin posar de nada, con versos y expresiones como "calmao, cauros" o "qué charcha es tener que cantar lo que no quiero cantar", acerca de aperrar o ser un longi de verdad que no quiere más guatiar y bacán. Ni siquiera es coa profundo: es chileno medio. Hay mensajes literales como "un medio de comunicación masivo tiene que ser usado para algo mejor", pero contrastado con buenas imágenes como "una televisión rubia en un país moreno" y con la ventaja de una buena melodía. Canción protesta, pero bonita.

De hecho no todo es discurso en Se da la mano. El grupo tiene varias particularidades musicales, desde la efectiva combinación de dos cantantes entre Francia Molina y Alexis Aguilera hasta la variedad de sonidos. En poco más de media hora tocan rock blusero en "Miel de amor" o "Esta vieja herida", sobre todo para la voz de ella; rock latino en "Negra vampira", reggae chileno en "Contra la corriente", ska rockero en "¿Hay que crecer?" y ska con final punk en "Voy a cantar", todas muestras de rock de la calle. Y aparte saben escribir: pocas anotaciones en las carátulas de discos chilenos se leen tan lúcidas como éstas. "Aquí viene a dar toda la música que se escuchaba mientras nuestras madres cocinaban, las cumbias de las micros destartaladas de entonces", apuntan, y luego enumeran el folclor, la trova, el rock en inglés, el rock latino, fiestas, peñas, calles y la radio. Aquí es cuando "rock chileno" deja de ser una etiqueta, un cliché, una hipótesis incluso, porque es una evidencia. Más claro que todas las anteriores.

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