Se disponen a celebrar cincuenta años, pero la cantidad es más bien simbólica, explica el pianista Marco Palma. Bien podrían ser más los años que cumplen Los Chinganeros. Carlos Godoy Hernández, hombre histórico de este grupo a sus 58 años, junto a su hermano Eduardo Godoy Hernández, de 51, calcula que el conjunto partió hacia 1936, y éste es por lejos el más longevo elenco de cueca tradicional activo en Chile.
El grupo dará un concierto este jueves 20 de agosto en el Galpón Víctor Jara de la capital, y al día siguiente actuará con las jóvenes de Las Niñas, un trío de la nueva generación, en el Club Social y Deportivo Comercio Atlético, de San Diego con Matta (ver recuadro). Son dos de las varias actuaciones que Los Chinganeros han estado haciendo este año, sobre todo tras la publicación de su más reciente disco, Cuecas de barrios populares (2009), lanzado en marzo pasado.
Esa fue la ocasión de presentar en pleno la actual formación, encabezada por los citados Carlos y Eduardo Godoy Hernández y por Luis Castro González, de 41 años, otro integrante histórico. Sus nuevos componente son el también veterano Jorge Salinas Andrade (batería) y los más jóvenes René Alfaro (voz y platillos), Marco Palma (guitarra y piano), Felipe Bórquez (acordeón y piano), Cristián Campos y Rodrigo Pinto (guitarras) y Giancarlo Valdebenito (contrabajo).
-Fue un trabajo histórico, de una reconstrucción de música, de melodías que no estaban grabadas. Un trabajo investigativo y recopilatorio. Recibí como legado muchas melodías, por cultura oral, todo eso lo fui grabando y está plasmado en el disco -explica sobre el disco Carlos Godoy, quien es sobrino de Fernando González Marabolí, el eminente y ya fallecido cantor y erudito de la cueca que dio inicio a este conjunto, y que en 1994 publicó junto al musicólogo Samuel Claro Valdés el libro "Chilena o cueca tradicional".
Las melodías de Cuecas de barrios populares son recopiladas, y entre las letras las hay de la tradición y otras de González Marabolí o del propio Luis Castro. Y la estructura del disco es como una clase, un viaje o un recorrido, primero por el tiempo, con las etapas previas de la cueca como el canto a la rueda y los ayes del canto, y luego por el espacio, en los distintos ambientes en que creció.
Esos puntos cardinales son los cuatro barrios tradicionales del Matadero de Franklin, la Estación Central, la Vega Central y el puerto de Valparaíso. Y también están retratados los espacios de la chingana, o casa de remolienda, y de la fonda, que en parte es la misma chingana trasladada en las Fiestas Patrias al tradicional Parque Cousiño de Santiago entre 1936 y 1940, según la referencia del propio disco.
-Parte históricamente con el canto a la rueda, que (en el disco) se muestra puro, y después está el enriquecimiento de cómo se van integrando los instrumentos, que forman al final una armonía que no interfiere con la esencia pura del canto -describe Godoy. "Es una especie de (seguimiento de) lo más primitivo a lo más contemporáneo", define Marco Palma.
-¿En el lanzamiento recrearon el mismo orden?
-Queríamos hacer una muestra musical, llevada a un ámbito más de concierto -dice el pianista-, no perdiendo la esencia bailable, porque al final a todos les pican los pies por bailar. Además el lugar daba pie para que se notaran las introducciones, los detalles y las voces.
Chinganero, por ser de chingana
Toda esta historia es cuestión de ancestros. Se sabe que el bisabuelo de Luis Castro González era cantor. Y Carlos Godoy Hernández, un hombre curtido en su oficio original de trabajador del Matadero, tiene más genealogía que sacar a colación.
El cantor menciona a su abuelo, también llamado Carlos Godoy, y a su abuela, Margarita Dinamarca, que tocaba el arpa: ambos eran cantores de fonda y de casa de remolienda. Además cita a un tío cantor conocido como El Cojo de las Cucharas que trabajaba en La Vega, a su tía María Godoy Araya, cantora de los barrios populares del Matadero, y a su padre, Carlos Godoy Araya, cantor connotado del mismo Matadero, que murió en 1983, a los 83 años.
-Entonces todo eso se lleva, se lleva por mano -concluye-. Esto ha sido para nosotros el auge del poderío del canto, el canto fuerte, en sus siete pulmones, gritándolo con toda la emoción y sin perder la melodía que es tan importante. Todo eso se rescata en una sola cosa: herencia. Herencia de manos, de los tíos, de nuestros padres, la escuela que nos dejó don Fernando González Marabolí en los versos, detallada en cada familia nuestra, cada hermano, cada tío, recopilando, buscando todo lo que es melodioso, las coplas, ha sido para nosotros realmente hermoso.
-A mí no me gusta mucho la palabra (recopilación) -agrega Marco Palma-, porque pone al tiro la imagen del estudioso del folclor, que es más de afuera del hecho mismo y que registra un material. En el caso de Los Chinganeros es una recopilación viva, de familia, de la herencia que dice el Carlos. Es seguir haciendo lo que han hecho sus familias durante generaciones.
-¿En el canto a la rueda ya se reconoce la cueca, la raíz se puede identificar?
Luis Castro: Pero hay diferencias, porque el canto va en el tono pero es más libre. Se aprecia mucho más el canto y la melodía. Aparte de que es más lento, no es tan chicoteado. El canto a la rueda fue una escuela para enseñar a los más jóvenes, que iban aprendiendo las nuevas melodías, el fraseo. Y también enseñanzas. Cada tema va dejando una historia. También es una cultura oral de la historia.
Marco Palma: Muchas cuecas narran historias, pero también cosas que debe hacer un hombre, cómo comportarse y enfrentar ciertas situaciones.
-¿Por qué a partir de ahí deciden ordenar el repertorio del disco por lugares?
Luis Castro: Ésa fue una etapa cronológica. Lo primero que se inició fue el canto a la rueda, en tiempo de la Conquista y de la Patria Vieja, con la revolución de José Miguel Carrera. Luego se rescatan los barrios en los que quedó impregnado este canto. Y lo de las chinganas vino después en en escuela de canto. Y finalmente las fondas, que fue lo último donde hubo cantores, y abarcaron muchas partes de regiones. El Trapiche, que fue muy nombrado en Peñaflor, Agüitas Claras, las fondas de El Monte...
Carlos Godoy: la Alameda, también. Las fondas del Derby en Viña del Mar, la Quinta Normal...
Luis Castro: Son como un círculo, porque los cantores circulaban por esos barrios e iban al puerto a cantar.
-¿Pero ese orden no quiere decir que en el tiempo las chinganas sean posteriores a los barrios?
Luis Castro: No: está dentro de los barrios populares.
Marco Palma: De hecho "chingana" como palabra es mucho más antigua.
-¿Qué se entiende por la chingana? De hecho el grupo se llama Los Chinganeros.
Luis Castro: Muchos llamaban chinganas a las fondas. Y chinganas son no solamente las fondas que se colocaban en el parque, pero hay una relación por eso, porque las casas (de remolienda) se trasladaban con sus petacas y con todo al Parque. Como la fonda de Doña Fidela, que la nombramos en el disco. La Fidela…
Carlos Godoy: Tate callao (risas).
Luis Castro: La última fonda que vi en el Parque fue la de Las Parralinas, que eran de casa de canto. Y como eran locales comerciales llevaban su cantores, su piano y las mismas niñas que atendían el local.
-¿Eran chinganas las de la calle Ecuador en Santiago, que siempre mencionaba el cantor Hernán Núñez Oyarce?
Carlos Godoy: Eran las casas de remolienda. Les llamaban chinganas porque toda la gente llegaba ahí, a chinganear, a bailar cueca. Y al cantor popular que cantaba en las casas se denominaba chinganero, por ser de chingana.
Marco Palma: Los rotos de los caminos también hacían chinganas entre ellos, más improvisadas. Está registrado en libros: se juntaban, armaban una ramada con palmeras y ahí llegaban todos.
Carlos Godoy: La diferencia es que lo que cantaban no era para público, era una forma de vida, de enseñanza de su lugar de trabajo, de su origen, y está expresado también en el libro ("Chilena o cueca tradicional), en las cuecas de roto. Una cueca dice "Formando rotos chilenos / pasaban los canalinos / ponía valiente al manso / la rueda de los caminos".
En la memoria Chinganera está el paso de cantores legendarios por las filas del grupo, entre ellos Mario Catalán, Rafael Andrade Mardones, llamado Rafucho; Carlos Navarro, conocido como Pollito; el propio Carlos Godoy padre, Luis Téllez Viera, Luis Contreras Reyes, apodado El Burro, y hasta dos integrantes de Los Chileneros, Raúl Lizama y Luis Hernán Araneda, es decir El Perico y El Baucha. Nacido en 1968, y continuador de esa historia, Luis Castro González recuerda haber recibido a los doce años las primeras enseñanzas del canto de parte de su tío Fernando González Marabolí.
El festival del folklore de San Bernardo en 1992, el clásico hípico viñamarino del Derby en 1994 y el lanzamiento del citado libro "Chilena o cueca tradicional" en 1994 son tres hitos que Los Chinganeros consideran como inicios de su etapa actual. Y en el nuevo siglo suman a integrantes como René Alfaro Parra, cantor proveniente de Los Trukeros, un conjunto de la nueva guardia. "Fabulosos, qué puedo decirle", dice Carlos Godoy sobre los nuevos integrantes. "Les hemos enseñado todo lo que se puede enseñar en el canto. Y ellos también nos han enriquecido".