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La hora del tango y la milonga

Los compositores de esta jornada musical tienen apellidos como Pugliese, Piazzolla, Laurenz o Plaza. Y los solistas son también argentinos. Una manera distinta de escuchar a la orquesta nacional.

21 de Agosto de 2009 | 11:11 |
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Tanguera: Silvia Gaudín fue la voz acreditada para este concierto especial.

El Mercurio

En un intento por abarcar los más variados estilos, la Orquesta Sinfónica de Chile presentó el llamado “Concierto de Tango”, en el que un grupo de la orquesta junto a un violinista, una cantante, dos bailarines y un pianista director (todos argentinos) interpretaron una serie de tangos, milongas y obras del compositor Astor Piazzolla. Entre las piezas se encontraban algunas inmortales como “La cumparsita” o “Balada para un loco”.

El espectáculo congregó a un grupo de fanáticos de este género en el Teatro de la Universidad de Chile. En la segunda parte se vieron encendidos por el entusiasmo, pues a ella se le imprimió la fuerza y la expresividad que faltó en la primera. Tal vez existieron menos ensayos de los requeridos para un conjunto no acostumbrado a ese tipo  repertorio, sumado a que los gestos del director y pianista no fueron siempre comprendidos, sobre todo en la ambigüedad rítmica que requiere esta música urbana de raigambre popular.

Por ello los mejores momentos se vivieron cuando se contó con la participación de un pequeño grupo de instrumentistas, o bien cuando las cuerdas acompañaron al violinista o al pianista. Es indiscutible la aproximación estilística al tango que muestran Oscar de Elía (pianista director) y Rafael Gíntoli (violinista), como también es valorable la participación de la cantante Silvia Gaudín. Con una poderosa voz transitó por algunos arreglos, que no son un aporte significativo a la música porteña. Sin duda su mayor éxito fue la “Balada para un loco” (Piazzolla / Ferrer), de enorme impacto emocional y expresivo. En sus otras intervenciones, su afinación no fue siempre perfecta.

La pareja de bailarines formada por María Paula Fazeuilhe y Cristián Sebastián Batista, bailaron una estilización de algunos de los ritmos porteños, en los que demostraron su acabada técnica, apoyados por un estupendo vestuario e iluminación. La orquesta, que contó con cuerdas, maderas y bronces fue utilizada sólo en contadas ocasiones en su totalidad, pues el mayor peso estuvo en las cuerdas.

Los mejores momentos se escucharon en la sensible y sutil interpretación de “Oblivion”, de Piazzolla, que dio inicio a la segunda parte. Ahí las cuerdas alcanzaron un hermoso sonido en los diálogos con el violín solista de Gíntoli. Después vino “Recuerdo”, de Pugliese, en un arreglo sin sofisticaciones que influyó en el natural y expresivo baile de los bailarines. En lo instrumental tal vez el momento de mayor logro estuvo en “Escualo”, también de Piazzolla, que dirigió Gíntoli desde el violín: el ostinato de la cuerdas fue muy logrado para obtener la tensión necesaria.

También destacaremos el virtuosismo del violinista al inicio de esta suerte de “fantasía” para piano y cuerdas que es “Nocturna”, de Julián Plaza, que permitió el lucimiento de Oscar de Elía en el teclado. Luego la “Milonga de mis amores”, de Laurenz, lució a los bailarines tanto como el acompañamiento de las cuerdas.

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