Un compilado como el de Canciones inexplicables es un muy recomendable modo de introducirse al trabajo del cantautor asturiano Nacho Vegas, en parte porque Vegas es el tipo de creador que ha elegido no quedarse tranquilo en una discografía convencional. Así, este álbum doble ordena algunos de los mejores temas de sus cuatro primeros álbumes, pero también tomas editadas en EPs, discos de colaboración y bandas sonoras. La crítica española destaca siempre a El manifiesto desastre, del año pasado, como el mejor álbum en la carrera de Vegas. Por eso, esta antología doble, que cubre entre los años 2001 y 2007, sirve como síntesis cerrada y definitiva de toda aquella etapa solista previa a su obra cumbre.
Los 23 temas de la edición vienen comentados por el propio autor, quien por cierto reserva un espacio en la carátula para reproducir todas los versos incluidos. La palabra, aun más que la melodía y el ritmo, es el instrumento crucial de comunicación para Nacho Vegas, y es justo abordar su música con la calma que requiere toda expresión creativa intimista, descriptiva, de pretensiones poéticas. Cierta prensa eleva al ex Manta Rey y a su trova melancólica -más rockera que folk- a alturas por completo exageradas: que el Bob Dylan español, que el Tom Waits de Gijón, que el Leonard Cohen iberoamericano. Vamos, que ésta es música sencilla y grata al oído, con una encomiable vocación por la delicadeza instrumental (a la guitarra de Vegas se integran muy bien discretos timbres de piano, violines, acordeón) y la elegancia escrita, pero que no le quitará por ahora el cetro a ningún jerarca establecido.
La invitación de Vegas es a adentrarse en estampas bien resueltas sobre vivencias cotidianas y sencillas reflexiones filosóficas, que son más filosas a medida que se acercan a los vericuetos del desamor, como en "Ocho y medio" ("puede que sea hora de entrar ya en razón / y llegar a comprender / que dentro de este horror / no hay literatura, no / [...] Seré muy breve: te quiero, y esto duele"). Vegas es especialmente agudo en la descripción de estampas sociales, a la manera de un cronista que observa con lucidez las verdades camufladas por nuestros comunes modales y aspiraciones. Una canción como "Secretos y mentiras" es, también, manifiesto de su actitud como escritor: "Gente nace y gente muere cada día / los demás nos limitamos a estorbar / y jugamos a secretos y mentiras / Por favor, defínanme la eternidad". Como se ve, sus canciones no se contentan con ser música de fondo: se meten en nuestras propias observaciones, alterándolas, quizás, para siempre.
—Cristina Hynde