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Música nórdica y fallas inexcusables

No tenemos explicación para este comportamiento tan contrastante en un conjunto que ha logrado un sonido consolidado durante 2008 y 2009.

01 de Septiembre de 2009 | 12:31 |
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Michal Nesterowicz regresó a la conducción de la Sinfónica y se llevó un aplauso en su ingreso al escenario. Las dudas quedaron al final del concierto, en una última obra plagada de desajustes.

El Mercurio

Poco común es escuchar en un mismo programa tres obras de autores nórdicos -un noruego y dos finlandeses-, aún más si se incluye un estreno absoluto como es el caso de la obra de Rautavaara. Como otros interesantes programas escuchados en la temporada 2009, éste se debe al estilo que está imponiendo su director titular el polaco Michal Nesterowicz, quien en su regreso a la titularidad en la conducción tuvo un efusivo recibimiento.

De Edvard Grieg se escuchó en primer lugar la “Suite de Sigurd Jolsarfar Op. 56”, que puso en evidencia el gran momento sonoro en que se encuentra la orquesta nacional. Su primer movimiento, “Preludio”, se caracterizó por el carácter popular tanto como los diálogos y belleza sonora de las cuerdas que se suma a la calidad del sonido de los solos de las maderas.

El “Intermezzo” que le sigue fue en su inicio de exquisita sutileza durante el pianissimo, para dar paso al dolido “canto” de los chelos, replicado por el resto de la orquesta. Luego sigue con secciones contrastantes muy descriptivas. La “Marcha” con que concluye esta obra se inicia con una sección “piano” a cargo solo de cuatro chelos, antes del tutti que tiene un carácter casi heroico en lo marcial. Luego vendrá un hermoso interludio para arpa y las cuerdas, antes de retomar el tema del comienzo. La orquesta logró un brillante y hermoso sonido a lo largo de toda la suite.

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La primera parte finalizó con el estreno de “Anadyomene”, del poco difundido en Chile compositor finlandés Einojuhani Rautavaara, un autor clave en la música contemporánea. “Anadyomene” está inspirada en el mundo mitológico en torno al nacimiento de Afrodita.

La obra se la puede calificar de “ecléctica”, en un estilo bastante libre, combinando fragmentos tonales con otros atonales suaves y rozando en algunas secciones el impresionismo. Así mismo es abundante en texturas y colores musicales, dados por un abigarrado entramado temático que exige de los bronces un rendimiento de gran nivel, tal como lo exhibieron en esta ocasión.

La orquestación es muy hermosa y crea permanentemente ejes de atención, por el acertado uso de los contrastes y progresiones. En su desarrollo es posible distinguir alusiones a Stravinsky y Holst, pero siempre conservando la originalidad del autor para la gran orquestación que exige. Este fue un triunfo para Nesterowicz y la Sinfónica, que fueron largamente ovacionados por el público.

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La segunda parte consultó la “Sinfonía N° 2 en Re, Op. 43” de Jean Sibelius, obra de gran complejidad tanto en lo técnico como en lo interpretativo, debido a la gran cantidad de inflexiones, pausas y contrastes que posee. Si en las dos obras anteriores alabamos el rendimiento de la Sinfónica, en esta oportunidad debemos decir que transitó desde lo brillante hasta las gruesas fallas de emisión en los vientos, que deben ser consideradas como inexcusables dado el alto nivel que el conjunto ha logrado.

El primer movimiento fue dubitativo en cuanto a la claridad de la exposición, con ritmos confusos y en general poco afiatado, siendo pocos los momentos logrados. El segundo movimiento se inició con una demostración de musicalidad de contrabajos y chelos, para continuar con un excelente diálogo de fagotes y cornos. Posteriormente esto se vio caracterizado por el irregular rendimiento de los bronces, que tuvieron frases de gran calidad contrastando con otras muy dudosas, no obstante el conjunto completo consiguió gran expresividad en la sección final.

El tercero partió con un logrado diálogo de las cuerdas, tal vez la familia de mejor rendimiento. Luego, el tema lírico se desarrolló con gran expresividad y calidad, pero en la transición al cuarto movimiento las trompetas tuvieron un vistoso fallo sonoro, para luego, y por fin, lograr la necesaria conexión entre el enfoque del director y sus músicos. Así la obra llegó a un final de gran fuerza expresiva que conmovió a los espectadores.

No tenemos explicación para este comportamiento tan contrastante, en un conjunto que ha logrado un sonido consolidado, calidad que hemos observado en cada uno de los programas presentados anteriormente.

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