De música ligera

Si hay algo de lo que Kenny G está claramente consciente como artista, es de los prejuicios que despierta. Tacharlo de edulcorado no resulta gratuito, pero también es una estimación coja si no se le ha visto en vivo.

A Kenny G y su saxo no hay que pedirle nobleza, como claman los jazzistas, sino que entretenga transmitiendo su ligereza. Y en ese propósito es de eficacia comprobada. Acrobacias instrumentales y sencillo humor son su receta.

El martes 1 de septiembre por la noche, en su tercera visita a Chile, casi repletó el Teatro Caupolicán. Tal como hace un par de años, ingresó a la sala entre el público soleando como condenado y elevando sostenidos eternos. Las piruetas siguieron con el extraordinario percusionista Ron Powell, un verdadero showman que estratégicamente despliega su número en la primera media hora, para dejar la sala encendida. Luego, la presentación de Rhythm & romance (2008), el álbum donde Kenny G tributa ritmos latinos con anodinos resultados, donde un tango suena parecido a un bolero. ¿Por qué? Porque el fuerte de Kenny G no radica en los arreglos, sino en crear un ambiente mullido donde pueda ejecutar todas las escalas que desee.

Es entonces cuando entra en escena el humor. Para reducir el impacto de tamaña descarga de notas, Kenny G se preocupó de conversar y bromear con su limitado español entre cada tema. La audiencia, hechizada por tanta buena onda, asimiló su esfuerzo como si se tratara de un niño dando sus primeros pasos, cediendo aplausos y sonrisas ante un número donde el virtuosismo se torna trivial.