Avri Levitan, el solista que dio vida y la música de la muerte.
ArchivoTres obras que de alguna forma se relacionan con la muerte, fue el programa escogido por Michal Nesterowicz, en la más reciente jornada de la Temporada 2009 de la Orquesta Sinfónica de Chile. En lo que ya se convertido en costumbre en los conciertos de la sinfónica, se cambió el orden del programa –a veces se cambian obras-, algo que puede ser justificado desde el punto de vista del director, pero desconcertante para el público que no tiene el programa impreso y que en muchas ocasiones desconoce las obras que se interpretan.
Aún más, en esta oportunidad se pidió al público no aplaudir al término de “La isla de los muertos” de Sergei Rachmaninoff, pues se uniría con el “Adagio para cuerdas” de Samuel Barber.
Si bien como sentido general del programa, podemos justificar el inicio y cierre del concierto con obras inspiradas en la “Laguna Estigia” y el barquero Caronte que conduce las almas hacia el Hades, contrastándolas con el Adagio para cuerdas como el enlace, lo cierto es que lamentablemente el impacto musical de las dos primeras obras se diluyó al unirlas.
Independiente de la apreciación, debemos decir que la orquesta recuperó en este concierto el nivel que había perdido en la semana anterior con su interpretación de la Sinfonía de Sibelius, recuperando el sonido sólido, musical, hermoso y con prestancia. Algo evidente desde los primeros compases del poema sinfónico “La isla de los Muertos Op. 29” de Sergei Rachmaninoff, cuando se esboza el tema que describe los remos de Caronte, el que está a cargo de las cuerdas, cuyo desempeño fue estupendo en fraseos, juegos dinámicos y expresividad, característica que se acentuó en la medida en que se sumaron el resto de los instrumentos, Nesterowicz hizo un manejo óptimo de balances y de las progresiones dramáticas, que conducen en repetidas ocasiones al tema inicial.
Factor esencial en la expresividad lograda es una cierta ambigüedad de pulso, que se contrasta con las secciones de pulso estricto, en este aspecto el éxito fue absoluto, así como los cambios en el sonido de la cuerdas, que fueron desde lo pastoso -que es lo predominante-, a lo brillante durante la sección que antecede al final, final que se diluye en un bello pianissimo, disolviendo la tensión acumulada.
El rendimiento de la orquesta en el más alto nivel en todo sentido. El sutil final de la primera obra se enlazó con el “Adagio para cuerdas Op. 11” de Samuel Barber, que permitió apreciar toda la musicalidad y el extraordinario sonido de las cuerdas de la sinfónica, percibiéndose claramente cada una de las voces en diálogos de gran expresividad, el exitoso resultado se debe a la estupenda dirección de Nesterowicz, que captó la esencia de serena melancolía que subyace en la obra de Barber.
En la segunda parte se estrenó “Styx” de Giya Kancheli, autor nacido en Georgia, la obra cuya composición y estreno ocurrió 1999 pretende evocar el viaje de Caronte en su barca encaminándose al Hades. La extensa producción de Kancheli está dirigida principalmente a música para el cine, por lo que no sorprende que su obra pueda ser asociada a imágenes de un film, pero tampoco debemos olvidar la composición de siete sinfonías, en su mayoría programáticas.
“Styx” es una especie de cantata para viola, coro y orquesta, que además del programa implícito, pretende ser un homenaje a sus colegas muertos, la interpretación estuvo a cargo de Avri Levitan un excelente violista israelí y la Camerata Vocal de la Universidad de Chile que dirige Juan Pablo Villarroel, agregando en calidad de “solista” al polaco Adam Skrzypek en bajo eléctrico, cuya labor se limita solo a algunos acordes o semi melodías, por lo que su aporte fue solo al color musical.
La obra de gran interés, logra captar la atención del público mediante el inteligente uso de contrastes rítmicos, así como entre el fortissimo y el pianissimo, a ello suma esquicios melódicos, y una gran cantidad de timbres, producidos no solo por la gran orquesta, pues exige una gran cantidad de percusiones, además de piano, clavecín, y coro.
Al coro le corresponde cantar textos cuyas palabras se fragmentan, repitiéndose estos fragmentos en forma de ostinatos o como letanías, casi siempre en pianissimo, y solo en un par de ocasiones en fortissimo, también se incluyen también algunas vocalizaciones en solistas, la labor de la Camerata Vocal fue estupenda y de extremo profesionalismo.
Pero el gran triunfador es el violista Avri Levitan, que personifica a Caronte, quien haciendo gala de una técnica formidable, salvó con musicalidad y expresividad cada uno de los obstáculos de la compleja partitura. Nesterowicz condujo con pleno conocimiento la compleja obra, que no se mide en el uso de recursos técnicos y las dificultades.