Ni todas las alabanzas recabadas en los últimos años entre gente tan importante como Beck, David Byrne o Kurt Cobain son suficientes para tomarle el peso a la importancia que en los años '60 tuvo el trío Os Mutantes, inigualable colectivo de psicodelia brasilera que, en palabras de Gilberto Gil, "le inseminaron un nuevo espíritu, el del éxtasis, al cuerpo político de Brasil". Su disco debut, Os Mutantes (1968), fue un ejercicio ejemplar de libertad creativa, y tendió un puente definitivo entre el sonido de su país y la influencia anglosajona, además de constituir un potente manifiesto de subversión política a través del humor y la insolencia, en plena época dictatorial.
Os Mutantes está atado a los años '60 como los cintillos en la frente y los blusones floreados. Su reunión se nos hace extraña: hay un sólo integrante original a bordo (Sérgio Dias Baptista), y a cambio de la irremplazable Rita Lee no hay uno sino que dos vocalistas (Bia Mendes y Fabio Recco). Haih or amortecedor es su primer disco en 35 años -no había nada desde Tudo foi feito pelo sol, de 1974- y cumple sólo en parte con la expectativa ante cualquier canción trabajada por la marca mutante: hay política, sí, en temas graciosos, como "Samba do Fidel" y "Bagdad blues". El sampleo de la introducción es una arenga de Vladimir Putin, nada menos. Está la cadencia suave de la antigua tropicalia en "O careca" y la sombría experimentación de "Gopala Krishna Om".
En este ecléctico disco puede encontrarse, incluso, un tema totalmente radiable, como "O mesangeiro", de pegajoso pop melódico. Pero, a la larga, resulta sospechoso ese salto sin guía entre estilos, como si el grupo se impusiera su antigua heterodoxia más como un fin que como un medio. La mitad de esas canciones fueron compuestas por Baptista junto al legendario Tom Zé, y es innegable que el carácter brasilero está garantizado en un libro vital y de arreglos imaginativos, aunque falto de guía e identidad autoral. Por ello es probable que este inesperado disco de regreso constituya el debut y despedida de una reunión que no ha sido tal, pero que al menos ha servido para reubicar el nombre de un grupo cuyo sonido primigenio es parada de eterna vigencia.
—Cristina Hynde