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Abrumadora y soberbia maestría

Apenas tuvo un pequeño desliz de ritmo en una de las múltiples variaciones pianísticas durante las casi dos horas que tocó en el Teatro Muncipal. El chileno es un músico superlativo.

16 de Septiembre de 2009 | 10:09 |
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La lección de piano. Sólo algunos grandes son capaces de tocar variaciones como las de Beethoven y Brahms.

El Mercurio

Una muestra soberbia de su enorme talento musical fue el que exhibió Alfredo Perl en su última presentación en nuestro país. El pianista nacional que ha desarrollado una importante carrera internacional -a la que ahora agrega con éxito la de director-, se presentó en el Teatro Municipal de Santiago en el Ciclo Grandes Pianistas 2009, que cuenta con el auspicio de la Radio Beethoven.

El programa muy inusual provocó grandes expectativas –las que fueron ampliamente satisfechas- y consistió en ofrecer en un solo concierto variaciones para piano de dos de los más grandes compositores: Beethoven y Brahms. Cada una de ellas de una monumentalidad y dificultades desafiantes. Los comentarios del público a la salida dieron cuenta del asombro provocado por Perl en los espectadores, quienes se rindieron ante la enorme musicalidad, técnica y talento del pianista chileno.

No es para menos. El concierto se inició con las “Treinta y tres variaciones en Do mayor, sobre un tema de Anton Diabelli”, terminada a cuatro años de su muerte, y que representa el estilo de madurez del compositor. Se trata de una obra abierta, que pasa por los más diversos estados emocionales y está llena de contrastes de todo tipo: dinámicos, de tempi, de carácter y de estilo. En su libertad no duda en aludir a “Don Giovanni” de Mozart, a su propia sonata “Hammerklavier”, e incluso en una de ellas nos traslada al contrapunto de Bach. Son sólo algunas de las características que se encuentran en esta notable obra, cuya duración es cercana a una hora.

Así mismo se debe considerar cada variación como un pequeño mundo independiente,  inserto en el todo. Además de sus extremas dificultades técnicas y de interpretación hacen que sólo los grandes pianistas se atrevan a enfrentarlas, y Perl está sin duda entre esos grandes al poner toda su técnica al servicio de la interpretación.

En las “Variaciones Diabelli”, el solista está obligado a pasar a veces violentamente de un estilo a otro muy contrastante sin romper la unidad, objetivo conseguido con largueza. Perl fue desde las cantábiles a las apasionadas, las virtuosas a las contrapuntísticas, enlazándolas con maestría.

Un pequeñísimo desliz

En el caso de las “Variaciones y fuga sobre un tema de Haendel, Op. 24” de Johannes Brahms, obra escrita en su juventud, nos encontramos ante una pieza de carácter cerrado, que siempre deja el tema a la vista, y se adentra en el lenguaje de su autor en una combinación de extrema claridad para el oyente. La obra mucho es más breve y concisa que la de Beethoven, pero tiene enormes dificultades técnicas y expresivas, ya que las características barrocas del tema están siempre presentes, agregando a ello el lenguaje propio del romanticismo de Brahms. Algunas son casi ensoñadas y cercanas a los “intermezzi” y otras de arrebatadora fuerza que demandan un derroche técnico del más alto vuelo.

Alfredo Perl abordó con gran musicalidad y prestancia la obra y un pequeñísimo desliz rítmico en una fue demostrativa de su solvencia para reponerse ante incidentes que resuelve con maestría y que en nada empañan la excelencia de su cometido.

Sólo cabe rendirse ante tamaña demostración de calidad artística, con un programa que claramente puede ser abordado nada más que por artistas de la magnitud que posee en la actualidad Alfredo Perl. Ante las ovaciones, ofreció como encore y con exquisita delicadeza uno de los “Iintermezzi” Op 118 del mismo Brahms, que cerró una velada que quedará en el recuerdo como una de las grandes.

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