Miryam Singer, gestora de concepto y directora de escena.
El MercurioCuando Giovanni Battista Pergolessi escribió su “intermezzo” “La Serva Padrona” (La sirvienta patrona) para ser interpretado entre dos actos de su ópera seria “El prisionero soberbio”, jamás pensó que esta obra “menor” tendría el éxito que alcanzó a través de los tiempos. Con su música directa, ritmos pegajosos y una trama de particular encanto, se ha convertido en una de las obras más representadas en los escenarios en el extranjero y en nuestro país. En esta oportunidad reemplazó el estreno absoluto que sería para Chile la ópera de Haendel “Agrippina”.
Según se ha sabido la obra no calificó para el jurado del Fondart, razón que llevó a la inquieta Miryam Singer, quien iba a ser su directora, a cambiarla por una producción de menores costos. Según su costumbre fue realizada al más alto nivel profesional. Para esta “Serva Padrona” Singer asumió la escenografía, la iluminación, el vestuario y la régie.
Y en una apuesta arriesgada trasladó la acción desde el siglo XVIII a la época contemporánea, con una estética que alude al “pop art” y al “grafiti” en un verdadero derroche de color de contrastes precisos. A este marco le agregó con muy buen gusto elementos propios de la “Comedia del Arte”, transformando esta obra “menor” en una pequeña joya.
Lo anterior no habría sido posible de no mediar el estupendo elenco escogido para los tres roles protagónicos, junto al extraordinario grupo instrumental formado por cinco músicos que lideró David Núñez desde el violín. La régie, de una agilidad y gracia pocas veces vista, transitó desde la ironía a lo hilarante, haciendo interactuar a todos los personajes en forma permanente con todo tipo de gestos, saltos y desplazamientos que abarcaban todo el escenario. El vestuario mutaba con naturalidad según la acción, recibiendo una ajustada iluminación que apoyaba la acción incluso según los cambios de ánimo de los personajes.
El grupo instrumental (David Núñez y Albert Melo en violines, Penélope Knuth en viola, Sebastián Mercado en chelo y Felipe Guerra en clavecín) tocó en el más acertado estilo dialogando con los cantantes en forma certera y musical. Sus fraseos y articulaciones fueron de impresionante precisión y vitalidad, fundiéndose con los dos cantantes y la pantomima de Eduardo Rojas.
“Serpina”, la criada que llega a patrona mediante astutas argucias, fue interpretado por la soprano Grete Bussenius, que a su estupenda figura agrega musicalidad, gracia y chispa a su personaje. Si bien al comienzo su voz se notó un tanto velada, rápidamente alcanzó el nivel requerido, mostrando el hermoso material vocal que posee, divertidísimo fue el dúo final con Uberto.
Uberto, el viejo engañado, lo cantó el barítono Eduardo Jahnke con hermosa y timbrada voz, actuando con gracia y naturalidad. Estos aspectos nos llevan a pensar que podría realizar una importante carrera en el campo de la ópera, pues creemos que tiene la intuición precisa en este campo. Vespone, el criado mudo y cómplice de Serpina, lo actuó genialmente Eduardo Rojas. Su gracilidad corporal y gestual en el rostro, lo convirtieron en el enlace más adecuado entre Uberto y Serpina. Su escena cuando llega disfrazado como “El capitán Tormenta” es del mejor y humor y buen gusto.
Una vez más el Instituto de Música de la UC nos muestra al mejor nivel otra obra del repertorio lírico, dejando en claro que tanto los grandes desafíos (“Rapto en el Serrallo” de Mozart y “Orfeo” de Monteverdi) como las llamadas obras menores, se pueden realizar bajo los patrones de la más alta calidad. Pensamos que esta producción debiera presentarse en diversos lugares, como labor de extensión y difusión, ya que se trata de una obra que puede llegar con gran facilidad a un público que no frecuenta los teatros de ópera. Otro señalado éxito en la fructífera carrera de Miryam Singer en la Universidad Católica.