Grabar un disco clásico de principio a fin, sin ensayos y en un solo día. Es el tipo de proyectos que puede emprender gente como Beck, quien inicia con esta publicación la serie de re-grabaciones que compondrán su "Record club", iniciativa de homenaje que debiese editar al menos otros cuatro discos de aquí a fin de año. El primero, recién aparecido, es una elección comprensible: nunca sobrarán los tributos al debut de Velvet Underground. "Pocos lo compraron cuando apareció, pero todos quienes lo hicieron formaron una banda". La frase es conocida para describir el impacto que en la cronología del rock tuvo el disco del plátano financiado por Andy Warhol, publicado casi sin bombo en 1967 y hoy elevado al Top 10 histórico de cuanto crítico existe en Occidente.
Beck y sus invitados son respetuosos con el espíritu crudo -rústico, urgente, austero- de esas viejas grabaciones del combo con Lou Reed en voz, y la impresión es que los resultados son mejores mientras más "elegantes" se permiten ser en el homenaje. Canciones esencialmente melódicas, como "I'll be your mirror", "Sunday morning" y "Femme fatale", suenan con enorme frescura, a la vez suaves y abrasivas, y con muy ingeniosas vocalizaciones a dúo entre Beck y un par de amigas. Es en las versiones de aquellos temas originalmente grabados con aparente desdén (los temás más ruidosos, como "European son", "There she goes again", "Heroin"), que el grupo se permite un desbande armónico que no siempre es feliz ("Waiting for my man" es un total desastre cacofónico, créanos).
Como sea, este disco mantiene cumbres dignas de escucharse, y es probable que aquí estén algunos de los mejores covers grabados alguna vez para temas de Velvet Underground: la guía de teclado de "Run, run, run" o las cuerdas acústicas de "All tomorrow's parties" son ideas acertadas, a la altura de lo que merece una regrabación de ambos clásicos. Es claro que una iniciativa como ésta es impulsiva y sin pretensiones, pero el resultado es mucho mejor de lo que esperábamos: a Beck se le nota el oficio pero, sobre todo, el buen gusto.
—Cristina Hynde