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"Sé que no soy el mejor, pero siempre pienso en Dylan"

Acaba de editarse en Chile, Canciones inexplicables una compilación doble del músico español. Veintitrés piezas que demuestran por qué es el autor más aventajado de su generación. El único capaz de arrancar elogios de la Rockdelux, de Christina Rosevinge y de Sabina al mismo tiempo.

21 de Octubre de 2009 | 12:52 |

Una de las primeras canciones de Nacho Vegas (Gijón, 1974) que sonó en Chile fue “El ángel Simón”. Venía en el cedé de regalo que acompañaba a la revista catalana Rockdelux en un número dedicado a lo mejor de 2001. El tema era un impresionante monólogo de un padre ante su hijo recién suicidado donde le decía cosas como “y desde cualquier lugar / dondequiera que ahora te estés pudriendo / sólo quiero que sepas / que ya no te tengo miedo / que ahora estoy cansado / y sólo tengo miedo de mi propia vida”. Ocho minutos de piano y bandoneón que apretaban la garganta como pocos songwriters en español saben hacerlo.

Esta pieza abre la antología doble Canciones inexplicables, recién editada en Chile por el sello Infanta Terrible. Son veintitrés temas que demuestran cómo Nacho Vegas ha “hispanizado” como nadie la belleza y sordidez de pilares de la canción de autor americana. Dos ejes por los que transitan y padecen los héroes que protagonizan las canciones de Tom Waits, Leonard Cohen o el propio Bob Dylan. Al mismo tiempo podemos detectar radiaciones noise que vienen de su participación en grupos históricos del indie español de los '90 como Eliminator Jr. y Manta Ray.

Sin embargo el músico también ha investigado la extensa tradición de la música asturiana en canciones como “Añada de Ana la friolera”, que es una canción de cuna regional (que en Asturias llaman "añadas"), o el proyecto Lucas XV. Además ha coescrito discos junto a Enrique Bunbury, Aroah y la recordada Christina Rosevinge, junto con publicar el año pasado el libro “Política de hechos consumados” que también edita aquí Infanta Terrible. En esas páginas el músico aprovecha de extender las correrías de sus personajes e intenta una especie de autobiografía donde admite que “hay que arder hasta apagarse”.

Así, Vegas ha terminado por ganarse la admiración no sólo de los indies de Rockdelux (que lo han puesto en portada más de tres veces, lo que es un hito en esa publicación), sino también le ha hecho ganarse el respeto de la vieja guardia española con nombres como Joaquín Sabina y de los exigentes círculos literarios españoles. Incluso lo han llamado "el Serrat de nuestra generación". Pero en lugar de cantarle a los “mundos sutiles”, Vegas prefiere la oscuridad. Así lo insinúa en este disco: sólo en lugares así la luz regresa más potente.

-Me conecto muy poco a internet -confiesa el músico con timidez. -Pero no deja de sorprenderme y alegrarme de la recepción que tienen mis discos en Latinoamérica. Un continente que tiene la gran ventaja de estar unido por el mismo idioma.

-Junto a esta antología, lanzaste el año pasado en España tu nuevo disco Manifiesto desastre. ¿Ya eres capaz de mirar tus discos como una obra artística?
-Sí. La verdad es que cada vez que hago un disco necesito conocer lo que he ido creando, lo que tengo entre manos. Es necesaria una distancia para darme cuenta qué significaban. Aunque con las últimas canciones que estoy grabando ya me doy cuenta de manera natural que hay una ruta. Siempre hago ese ejercicio y claro, ha habido un camino difícil que recorrer. También puedo darme cuenta de cómo se evoluciona.

-¿Al punto de decir que has encontrado una forma personal de hacer canciones?
-Eso es lo que me gustaría, porque las canciones son justamente una búsqueda interior. Desde esa experiencia después lanzas tu mirada hacia el mundo. Y sé que no soy el mejor cantante pero al menos sé que lo hago de una manera muy personal. Pienso en Bob Dylan, que sin tener la mejor voz del mundo sus canciones sólo suenan bien cuando las canta él.

-¿Cómo evalúas tus colaboraciones con Enrique Bunbury y Christina Rosevinge? Si bien has ganado mayor exposición, ellos lograron al parecer mayor prestigio artístico…
-No me gusta verlo como una inversión. Prefiero la idea de “intercambios artísticos”. Se aprende a trabajar en otra dinámica y hacia otro público. En México Bunbury es muy importante y viajar allá me ha permitido mostrarle mi música a mayor público. Lo mismo con Christina, que tengo entendido que allá es muy conocida y que vivió un proceso interesante al estar “exiliada” en Estados Unidos y resurgir en España. Grabar y tocar con estrellas me ha permitido aprender y conocer otros contextos.

-A diferencia de la escena anglosajona, en Chile el folclor recién ahora se está entendiendo como música pop que puede sonar en las radios. ¿Cómo ves ese proceso en España?
-¡Ah! (se entusiasma) Acá el rock y la música regional crecieron separadas. El problema es que no podemos ignorar que el rock efectivamente es música popular. En Asturias no hay una relación entre los géneros. Por una parte está el folk, por otra la música celta y así. Son escenas separadas. Sin embargo hay una tendencia en los últimos años de acercarlas. Yo me dediqué a tocar canciones asturianas en el proyecto Lucas XV. Y bandas como Los Planetas, por ejemplo se han aproximado hacia el flamenco.

-Un proceso de fusión que se está dando bastante en el rock independiente en español…
-Yo creo que es un deber, porque el rock al ser popular impulsa a mantener las otras músicas populares. La gran ventaja nuestra es que compartimos un extenso territorio con el mismo idioma. Hay culturas distintas que pueden entenderse. Y eso me fascina.

-¿Hay planes de venir a tocar a Chile?
-Ahora estamos presentando por España el EP El género bobo, pero de verdad me interesaría mucho ir a tocar allá. He sabido la buena recepción de mi trabajo. Espero que planifiquemos bien una gira por allá

Explicando lo inexplicable

El álbum Canciones inexplicables recopila canciones de discos como Actos inexplicables (2001), el extraordinario doble Cajas de música difíciles de parar (2003), el guitarrero Desaparezca aquí (2005), además de sus discos con Bunbury (El tiempo de las cerezas, 2006) y Christina Rosevinge (Verano fatal, 2007). Acá Nacho explica algunas de las canciones más notables contenidas en esta antología.

"Añada de Ana la friolera": “Partiendo de una melodía tradicional asturiana escribí esta añada (canción de cuna local) acerca de la chica friolera. Me serví de la estructura que había utilizado Dylan en 'Simple twist of fate', cantando en tercera persona hasta la última estrofa, en la que la primera persona nos acerca de golpe a la historia, como un zoom inesperado que te sacude y transforma en íntimo algo que parecía suceder en algún lugar lejano. Un recurso genial del Maestro que me vi en la obligación de robar”.

"Ocho y medio": "Cuando experimentamos sensaciones fuertes, extremas, ya sean dolorosas o no, no puedes escribir acerca de ellas al momento. Se requiere distancia. Hay que esperar y dejar que sea una simple gotera la que te obligue a contar algo que ni tú comprendes del todo. Es la más autobiográfica de mis canciones no autobiográficas”.

"Canción de Palacio 7": "Siempre confié en mis cuadernos. Casi todas mis canciones han pasado por ellos, tan llenas de tachaduras y correcciones que no creo que las pudiera entender nadie más que yo. Eran mi particular palacio de papel. El último, un Moleskine negro, de los que se han vuelto a poner de moda hace no mucho. Eso debería haberme hecho desconfiar. Me lo robaron en Valencia, y con ello he perdido el último reducto de inocencia que me quedaba”.

www.limbostarr.com/nachovegas
www.infantaterrible.com

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