''El satánico Dr. Saramago''. Para los católicos más radicales de Portugal, el pronunciado ateísmo del escritor lo ha transformado casi en el mismísimo demonio.
AFPLISBOA.- Una mujer de edad avanzada que esperaba para participar de la misa dominical en el centro de Lisboa no podía ni quería esconder su enojo: "Este hombre es el diablo", repetía en voz alta una y otra vez, mientras uno que otro transeúnte asentía con la cabeza y mirada seria.
El "diablo" es nada más ni nada menos que el Premio Nobel de Literatura 1998, José Saramago. El escritor, tal vez el portugués más conocido fuera de su país junto con el futbolista Cristiano Ronaldo, desató entre sus compatriotas una ola de indignación que crece día a día, y parece haberse convertido en "enemigo número uno" del catolicismo luso.
Saramago no se puede sorprender por ello. A la estela de la presentación de su nuevo libro, "Caín", este hombre que cumplirá 87 años el mes próximo lanzó durísimos ataques contra Dios, la Iglesia Católica y la Biblia.
Ataques que sorprendieron y chocaron aún saliendo de la boca de este empedernido ateo. La Biblia, dijo, "es un manual de malas costumbres" y "catálogo de crueldades", sin la cual el ser humano probablemente "sería mucho mejor".
Sobre Dios, afirmó que "no es alguien de fiar", que es "cruel, mala persona y vengativo", si bien en realidad "no existe", sino que "fue creado por los hombres a su imagen y semejanza".
En el ultracatólico y conservador Portugal, que se considera una república laica, la respuesta no tardó en llegar. Representantes religiosos, políticos, creyentes "de la calle" e incluso colegas de profesión reaccionaron airadamente.
En Penafiel, cerca de Oporto, en el norte del país, el sábado tuvo lugar una primera manifestación pública de protesta. El eudiputado socialdemócrata Mario David exigió a Saramago que abandonara "lo más rápido posible" su ciudadanía portuguesa, al tiempo que el ex subsecretario de Cultura, Sousa Lara, comparó al autor de "Ensayo sobre la ceguera" y "El Viaje del elefante" con Silvio Berlusconi.
Lara olvidó, tal vez, que Saramago calificó al controvertido jefe de gobierno de Italia, sobre el que pesan escándalos sexuales y de corrupción, de "capo de la mafia" y de "virus". Por ello, una editora italiana se negó recientemente a publicar textos de Saramago.
La Conferencia Episcopal calificó mientras tanto a Saramago de "ingenuo". Pero no sólo los católicos se sintieron profundamente ofendidos. También el jefe de la Comunidad Islámica de Lisboa, Abdool Vakil, rechazó las palabras del Nobel calificándolas como "muy ofensivas".
Por su parte, el líder judío Eliezer di Martino aseguró que el escritor "no conoce la Biblia". E incluso en el lejano Brasil se disgustaron. "Ridículo, ni merece comentario", exclamó Miguel Cox, de la Iglesia Episcopal Carismática.
Ni siquiera los colegas de Saramago mostraron compasión. Miguel Sousa Tavares, autor del best-seller mundial "Ecuador", opinó este fin de semana desde su columna del semanario "Expresso" que "todo en Saramago es vanidad y autopromoción".
En comentarios periodísticos, Saramago es calificado de "ignorante y "blasfemo", de "amargado" y "loco por publicidad". No pocos ponen en duda su capacidad como escritor. "Es el tipo más desagradable de la península ibérica", afirmó la revista "GQ".
Hace mucho que Saramago no es profeta en su tierra. A más tardar desde comienzos de los años 90, cuando su novela "El Evangelio según Jesucristo" (1991) desató una polémica sin precedentes en Portugal.
La Iglesia lo ataca por blasfemo, y el gobierno del entonces primer ministro Anibal Cavaco Silva, hoy presidente, impidió su nominación al Premio Literario Europeo de 1992.
En señal de protesta, Saramago abandonó Portugal y se instaló "en el exilio" en la isla de española de Lanzarote, donde vive hasta hoy con su esposa Pilar del Rio.
En los últimos días, Saramago defiende su posición y sus palabras en programas de televisión, en presentaciones de su libro y en debates en redacciones de periódicos.
"No soy intolerante, soy radical", explicó. Aseguró que sólo se encarga de "levantar las piedras, para mostrar lo que hay debajo de ellas".
Sobre su última novela, "Caín", dice que es "una especie de insurrección en forma de libro", con el fin de que los lectores consigan reconocer que son "manipulados día tras día", ya que eso es algo contra lo cual "tenemos que luchar".
¿Tiene miedo a algún tipo de reacción inesperada? "No", afirma, agregando que "el fuego de la Inquisición ya no existe".