Tienen veintisiete y veintinueve años y apenas habían nacido para comienzos de los '80, pero los periodistas Gabriela Bravo Chiappe y Cristian González Farfán se remontaron hasta entonces, y un poco antes, para escribir su primer libro. Es "Ecos del tiempo subterráneo", publicado por Lom Ediciones el mes pasado: una revisión de las peñas folclóricas activas en Santiago entre 1973 y 1983 y un testimonio del pionero rol de expresión artística y social que esos reductos tuvieron durante los diez primeros años de la dictadura de Pinochet.
Ciento una entrevistas y cuatro años de trabajo son la base de la historia recogida en la publicación. Peñas como Doña Javiera, La Fragua, La Parra, El Yugo, La Casa del Cantor, Casa Kamarundi y La Casona de San Isidro figuran en el registro, escenarios donde actuaron artistas chilenos como Nano Acevedo, Dióscoro Rojas, Benedicto Piojo Salinas, Jorge Yáñez, Aquelarre, Eduardo Peralta y muchos otros. El trabajo tiene un prólogo del escritor José Miguel Varas, Premio Nacional de Literatura, y ganó en 2008 el premio "Escrituras de la Memoria", convocado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura.
"Estamos vivos"
Es un recorrido considerable para un trabajo que se inició en la tesis de grado con que Bravo y González se titularon como periodistas de la Universidad de Santiago, Usach.
-Sentimos la responsabilidad de no quedarnos con esta historia guardada ni dejarla en la biblioteca de la Universidad, sino hacer saber a la generación de ahora qué es lo que vivieron sus tíos, sus abuelos, su padres -explica Gabriela Bravo.
-Han definido como un "ejercicio tortuoso" el hacer este libro. ¿Por qué?
Cristián González: Es una palabra que usamos en el sentido de que costó mucho acceder a documentación, porque es una época invisibilizada, rechazada por todos. Ése fue el primer obstáculo, no había información, tuvimos que empezar prácticamente de cero.
La pionera bibliografía del centro de estudios Ceneca es reconocida por los autores como una de las valiosas y escasas fuentes documentales existentes en este campo.
Gabriela Bravo: Tortuoso un poco en ese sentido, tuvimos que empezar a escarbar casi de cero, desentrañar una historia que no estaba relatada ni contada. Llegamos solo con una idea vaga que nos transmitieron nuestros padres, sin nada más que las anécdotas que ellos contaban de su juventud. Y cuando comenzamos a desentrañar esta historia nos dimos cuenta de que casi no había bibliografía ni registro.
-¿Qué idea era esa recibida de sus padres?
Gabriela Bravo: Yo tenía idea de las peñas por mi mamá, porque ella había hecho peñas de población, peñas solidarias. Pensamos primero en tomar todas las peñas en general, pero nos vimos ante un movimiento cultural tan grande y entretenido que nos basamos sólo en Santiago.
-¿También tuvieron en cuenta la idea previa de la peña de los años '60, como La Peña de los Parra, la Peña Chile Ríe y Canta?
Gabriela Bravo: La Peña de los Parra era lo que más conocíamos. Pero no teníamos ninguna referencia de lo que pasó después en este ámbito cultural en Chile. La investigación llega hasta el período en que nacimos, '80, '82, no alcanzamos a vivir esa época. El traspaso se hizo a través de la cultural oral.
Cristián González: Por mi gusto por la música de raíz folclórica había escuchado muy vagamente sobre la peña Javiera (creada por el cantautor Nano Acevedo y considerada por los autores como la primera bajo dictadura). Nos parece un fenómeno interesante especialmente porque eran medios de comunicación alternativos.
-¿Hay rasgos distintivos entre esas peñas de los '60 y las del libro?
Cristián González: La idea era un escenario pequeño, básico, mesitas, velas, el vino navegado. Pero descubrimos que hay un antes y un después marcado por la dictadura. Estas peñas fueron mucho más under, y descubrimos la magnitud de la represión y de las historias detrás de eso.
Gabriela Bravo: Guardan algunas similitudes de forma. Las peñas siguieron teniendo la misma estructura funcional, rústicas, acogedoras, la cercanía con el público, los instrumentos que tocaban, los personajes que nombraban, las palabras que decían. Pero se ven obligados a reconvertirse. La peña surge porque los artistas no tienen dónde ir ni presentarse, como una fuente laboral y a la vez como una forma de encontrarse. Ellos mismos nos contaban que era un modo de decir "estamos vivos".
El trabajo de hormigas
Clasificadas por su forma y por su fondo, las peñas del período de 1973 a 1983 fueron ordenadas en tres categorías por Bravo y González, entre las peñas con compromiso político, las sin compromiso político y las "peñas blancas", creadas por la necesidad de los músicos de trabajar. Y muchos de los entrevistados, entre músicos y organizadores de estas peñas, acompañaron a los autores en la presentación del libro (ver fotos), el pasado 7 de septiembre en el Galpón Víctor Jara de la capital.
-¿Cómo fue la recepción que encontraron entre las fuentes para este trabajo?
Gabriela Bravo: Ellos tienen una sensación de haber sido olvidados, dejados un poco de lado. Son la fea del baile, si se puede decir de una manera popular, porque hicieron todo el trabajo de hormigas y algunos sienten que les tocó no salir en la historia. Al comienzo la reacción era de sorpresa, un poco de desconfianza.
Cristián González: Fue complicado en ese sentido, pero en general con las personas más desconocidas tuvimos una bien buena recepción. Lo difícil era pillar a los artistas, porque estaban muy escondidos después de todo este tiempo.
Gabriela Bravo: Y porque a la llegada de la democracia no se les rindió el homenaje debido. Ellos quisieron dejar prendida la llama de la Nueva Canción Chilena, hicieron un traspaso a la nueva generación, mantuvieron vivos a Violeta Parra, a Víctor Jara y los grandes referentes que se fueron al exilio, y no hubo un reconocimiento a todo ese trabajo.
-¿Por qué?
Gabriela Bravo: Lo que pasa es que no eran grandes referentes de la música, son personas más desconocidas. Hicieron una labor súper válida, solidaria, de corazón, pero no tuvieron difusión en los medios. El único ámbito que se pudieron dar a conocer fueron las peñas solidarias, el trabajo un poco underground, poblacional. En los medios nunca salieron. Estaban censurados, estaban vedados, pese a que algunos tuvieron grandes logros, como Nano Acevedo o Natacha Jorquera, que actuaron en el Festival de Viña.
El de 1983 es el año de cierre de esta historia. "No tomamos ese año al azar", explica la autora. "Es el año de las primeras protestas, los cacerolazos, y las peñas comienzan a decaer, una a una se van acabando, algunas resisten hasta la llegada de la democracia. Otra cosas es que surgen los café concert, los pubs. Algunos de nuestros entrevistados nos han dicho que ese momento ya no era para estar encerrados, comunicándose con doscientas personas o menos, sino era un momento para salir a la calles y manifestar su descontento de una manera más activa.
-¿Cómo se dio que José Miguel Varas prologara el libro?
Cristián González: Es una persona importante porque había estado muy cercano a la Peña Chile Ríe y Canta. Queríamos una versión un poco más de afuera (Varas fue exiliado durante la dictadura), y al mismo tiempo representa fielmente el espíritu que queríamos lograr, un espacio de héroes sin capas, sin plazas y ni calles, que mantuvieron la esperanza en la música que se transmitiía a través de ellos.
-¿El libro es al mismo tiempo una investigación y un homenaje?
Gabriela Bravo: Tuvimos una metodología y nos ceñimos a recoger los testimonios, siempre en un contexto. No es un anecdotario de las peñas ni de lo que pasó en el régimen militar con la cultura, y en el estudio no tomamos partido por una o por otra persona, sino mostramos la historia y tratamos de explicarla. Pero dentro de esa historia hay cosas muy heroicas, y ni siquiera ellos se habían dado cuenta de lo que hicieron por este país. Hicieron todo un trabajo de reconstrucción del tramado social y cultural, y es la primera vez que se les entrevista por este tema. Muchos de ellos caminan por las calles sin que nadie les haya rendido el homenaje debido.