El habitual esnobismo del sitio crítico
Pitchfork nos tiene sin cuidado. Para los de Chicago, el nuevo disco de Air es "blando [...], y quizás al dúo le hubiese venido bien alguien que mirara sobre sus hombros para impedirles la indulgencia de las malas ideas". Sabemos de dónde viene ese aire de superioridad con que varios comentaristas siguen enfrentando a los parisinos. Muchos esperan de Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin una visión de vanguardia que el dúo nunca ha querido abrazar: su lectura de la electrónica ha estado siempre cruzada por su gusto por el pop y por un afecto sincero hacia el tecno de los años '70, antes que por el actual.
Si en este disco vuelven a sonar teclados como el Moog o el Farfisa, y se permiten timbres de xilófonos o flautas es porque el grupo encuentra en la vieja época dorada del krautrock alemán -justa conjugación de electrónica y rock progresivo- una inspiración a la cual aún considera pertinente recurrir.
Love 2 es, por eso, un disco muy
setentero, pero también muy típico de Air; en parte porque es su primera autoproducción, y en parte porque el dúo ha renunciado a sus antiguos afanes conceptuales (que dieron vida a trabajos tan aburridos como
10,000 Hz Legend) para pulir otra vez la esencia de sus inicios.
Aunque el tono general es de una cierta laxitud, tan típica en las atmósferas de sus composiciones, el baterista Joey Waronker (Beck, R.E.M., Café Tacuba) eleva el pulso de "Be a bee" o "Eat my beat" a un estándar no exactamente bailable pero sí de sugerente crescendo. Estos son temas casi sin voces (lo más parecido a una canción es a "So light is her footfall"), y en los cuales puntuales introducciones de guitarra eléctrica tiñen al total de un color funk, negro, como el de esas viejas películas de adscritas a la "blaxploitation" que tan bien musicalizara Curtis Mayfield. "Tropical disease" es pieza central del disco, una composición larga, de casi siete minutos, que parte como un día de picnic y termina como un vuelo lisérgico. Los de Air siguen siendo discos que invitan al viaje.
—Marisol García