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Alemania recuerda los 250 años del nacimiento del autor del Himno de la Alegría

Friedrich Schiller escribió el texto que luego fue musicalizado e inmortalizado por Beethoven.

08 de Noviembre de 2009 | 09:11 | DPA

WEIMAR.- Su vida es tan apasionante como sus dramas. Friedrich Schiller, nacido hace 250 años el 10 de noviembre de 1759 en Marbach am Neckar como hijo de un oficial, fascina y provoca hasta el día de hoy.


En sólo 45 años de vida escribió obras como "Los bandidos", "Guillermo Tell" y "Wallenstein" así como baladas como "El garante", cuyos temas, la libertad del individuo y el heroísmo, aún siguen cautivando. En conjunción con la historia de su enfermedad, esto parece representar el triunfo del espíritu sobre el cuerpo que se marchita. Incluso tras su muerte el escritor plantea un acertijo: nadie sabe dónde se encuentra su osamenta.


Amante de la libertad y rebelde como sus personajes, fue el único varón entre cinco hermanas. Ya en 1773, cuando tenía 13 años, tuvo que ingresar por orden del duque Karl Eugen a la academia militar en Stuttgart. A raíz de la instrucción militar el joven Schiller durante mucho tiempo se orinaba. En la academia estudió abogacía, luego medicina y se doctoró.


En secreto Schiller leía las obras de Lessing, Goethe, Shakespeare y Rousseau y escribió su obra de teatro "Los bandidos". Para ver su estreno en 1782 viajó a pesar de la prohibición del duque al Teatro de Mannheim. A eso le siguió una pena de arresto por 14 días y la prohibición de escribir comedias y "cosas semejantes".


No sólo debido a este castigo se escapó Schiller con su amigo Andreas Streicher. El camino lo llevó vía Mannheim y Fráncfort hasta Bauerbach en Turingia. Bajo el nombre de Dr. Ritter encontró asilo en la hacienda de Henriette von Wolzogen y completó la pieza "Luise Millerin", que luego se haría conocida con el título de "Intrigas y amor". Empezó además con la obra "Don Carlos".


En 1783 volvió a Mannheim y durante un año trabajó como dramaturgo oficial del teatro local. En ese tiempo en el cenagoso valle del Rin enfermó de malaria. Muy endeudado se trasladó tras su despido primero a Leipzig y luego a Dresde, donde redactó el "Himno a la alegría" musicalizado por Beethoven.


Por primera vez fue a parar a Weimar en 1787. En la pequeña ciudad residencial de Turingia conoció a Herder y Wieland y en la vecina Rudolstadt a Charlotte von Lengefeld, con quien se casó en 1790. Al año siguiente se encontraría por primera vez con Goethe. El príncipe de los poetas alemanes abrigó reservas respecto al joven rebelde, pero lo recomendó para una cátedra no remunerada de filosofía en la Universidad de Jena.


Su primera clase magistral ("Was heisst und zu welchem Ende studiert man Universalgeschichte?"/"¨Qué significa y con qué fin se estudia Historia Universal?") produjo estallidos de entusiasmo entre los estudiantes, y es, hasta el día de hoy, una lectura muy interesante.


Las tensiones entre los dos grandes poetas no se relajaron hasta 1794, cuando Schiller pidió a Goethe que colaborase con la revista "Die Horen". En una carta en la que expresa su deseo de complementarse mutuamente, a pesar de todas sus diferencias de carácter, logra quebrar a Goethe. "Deje pues que armonicemos nuestra dualidad cada vez más", fue la respuesta de Goethe.


Más de 1.000 cartas dan cuenta de la alianza laboral y amistosa de estos dos hombres tan diferentes. De ellas, 995 se encuentran en Weimar. Para Bernhard Fischer, director del archivo de Goethe y Schiller, se trata del "verdadero legado del clasicismo de Weimar".


Schiller falleció el 9 de mayo de 1805, supuestamente de una pulmonía. Hasta último momento estaba trabajando en la tragedia "Demetrius".


Su cuñada Caroline von Wolzogen describió el momento de su muerte: de repente algo así como un golpe eléctrico recorrió su cuerpo. La cabeza se inclinó hacia atrás y la paz más completa iluminó su rostro. Según la autopsia, su lóbulo pulmonar izquierdo estaba totalmente destruido, los riñones casi deshechos, el músculo del corazón atrofiado, el bazo y la vesícula muy agrandados.


"En estas circunstancias uno debería sorprenderse de que el pobre hombre haya podido vivir tanto tiempo", decía el informe.


Los restos de Schiller fueron sepultados en Weimar en una fosa común para la nobleza local. Cuando en 1826 debieron ser trasladados al mausoleo de los duques no se los pudo identificar. De un "caos de moho y podredumbre" y mediante la máscara funeraria y la dentadura se entresacó lo que más probablemente haya sido su esqueleto.


Fascinado por el genio de Schiller, Goethe se llevó el cráneo secretamente a su casa y lo preservó en su estudio. "­Cómo me embelesaba misteriosamente la forma! La huella divina, que se preserva", formuló el viejo poeta en un poema.


Estaba adorando sin embargo a la calavera incorrecta. La ciencia moderna puso fin al hechizo el año pasado. La comparación del ADN con el de parientes y descendientes de Schiller dieron como resultado unívoco que el cráneo y los huesos pertenecían a distintos muertos, y sin embargo no a Schiller.


"Sabemos exactamente cómo tiene que ser el código de Schiller, no hemos podido sin embargo comprobarlo", reconoce la antropóloga Ursula Wittwer-Backofen. La tumba de Schiller al lado de la de Goethe en el mausoleo de los duques de Weimar se encuentra hace un año vacía. 

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