Pasión ibérica: El Cigala alternó sesiones de flamenco con tangos, boleros y algo de jazz latino.
EFEAhí viene Diego "El Cigala" en penumbras, mientras sus músicos aguardan la noche del sábado en el escenario del Teatro Oriente. Las tenues luces resaltan una silueta de novela: el madrileño lleva el pelo largo y ensortijado, barba cuidada, traje impecable y calzado reluciente. Tiene la sonrisa amplia y el gesto de un tipo vivo e intenso que domina salas por el mundo. Desde hace veinte años es figura del flamenco y sus últimos álbumes -Lágrimas negras (2003), Picasso en mis ojos (2005) y Dos lágrimas (2008)-, éxitos de ventas y galardonados internacionalmente.
Diego canta y su voz resuena en el teatro repleto con gente acomodada hasta en los pasillos, como una trompeta en sordina, relatando historias de amores sufridos y corazones rasgados ("Te odio tanto que yo mismo me espanto en mi forma de odiar", entonó dramático en "Bravo"), canciones recogidas de la mejor tradición romántica latina. "El Cigala" coge tangos, boleros, que sus músicos sumergen avezados en toques de jazz latino, aunque todo bajo las tintas flamencas: la guitarra española punteando grácil y el cajón fabricante de pulsos mullidos sin respiro. Al centro Diego chasquea los dedos, hace ligeras palmas, marca el tiempo con el pie izquierdo, todo en actitud acechante, sugiriendo que esa pasión en cualquier segundo se desborda en un furioso zapateo.
Revive como si fueran propios clásicos de la talla de "Compromiso" e "Inolvidable", y homenajea a Rafael Alberti en "Se equivocó la paloma". La sala escucha respetuosa y estalla en aplausos a cada final. Las luces, siempre bajas, siguen dibujando a un artista afortunado que busca caminos entre penumbras y brillos.