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La consagración de las voces chilenas

Las diferencias entre los elencos internacionales y locales se acortan progresivamente. Hay público que incluso prefiere ver las versiones nacionales de la ópera y del modo en que esta "La italiana en Argel" llegó a su fin, eso no parece para nada un despropósito.

09 de Noviembre de 2009 | 11:06 |
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Una escena de la régie de elementos minimalistas de Emilio Sagi.

El Mercurio

Puede parecer un ditirambo excesivo, pero esta afirmación será sin duda ratificada por cualquier asistente a la versión nacional de “La italiana en Argel”, la ópera de Gioacchino Rossini que clausuró la Temporada de Ópera 2009 del Teatro Municipal. En ella se dieron todas las condiciones de una función al más alto nivel “internacional”.
Los seis cantantes nacionales que la abordaron dejaron en claro que en Chile existe un grupo de figuras de primer nivel y que ya están consolidados.

Ellos demostraron con largueza estar preparados en lo vocal y además fueron  comediantes exquisitos, viviendo en todo momento sus roles y exhibiendo una amplia gama de recursos corporales y gestuales (jugaron con enorme gracia con sus rostros).  A ellos se sumó el único extranjero, asimilándose estupendamente al resto. Nos referimos al tenor portorriqueño Javier Abreu.

Pero el factor fundamental en este éxito fue el joven director chileno Pedro Pablo Prudencio, debutante en este género en Chile. Su sólida formación en Alemania hizo brillar todas las ingeniosas situaciones planteadas por Rossini en la partitura. Con clara y precisa batuta convirtió a una orquesta de estupendo cometido en el “cómplice” necesario de los cantantes, generando afiatados diálogos entre cantantes y algunos instrumentos solistas, logrando contrapuntos de ironía, finura y chispa. No fue extraño que el público estallara en risas en más de alguna escena.

Desde la obertura se percibió el enfoque claro y agudo que tiene de la obra, haciendo muy buen uso de fraseos, acentos, progresiones y contrastes dinámicos. Lo anterior fue replicado a lo largo de la toda función y agregando acelerandos y ritardandos en arias y concertatos, que mantuvieron permanentemente la atención en una clara demostración del conocimiento profundo que tiene del espíritu festivo de la obra.

Este elenco dio un brillo especial a la ingeniosísima régie de Emilio Sagi, que no descuida detalle. Se le puede definir como ajustada al gesto, al milímetro y a la corchea, siempre con la más profunda naturalidad. No insistiremos en señalar las virtudes de la escenografía, el vestuario, la iluminación y las comparsas como complemento de la régie, pues fueron analizadas en el comentario de la versión internacional.

El coro masculino del Teatro Municipal sigue sorprendiendo en lo vocal y en su  actuación cada vez más natural. Los cantantes fueron encabezados por la mezzosoprano Evelyn Ramírez, quien enfrentó todas las dificultades en tesitura y coloraturas con su generoso y bello material vocal y con prestancia digna de las grandes. Agreguemos a lo anterior su actuación cautivante de enorme gracia y picardía ayudada por su estupenda figura. Resulta difícil señalar cuales fueron sus mayores logros, pues todo en ella fue de altísimo nivel.

Javier Abreu es un tenor dueño de una hermosa voz, liviana, ágil, y con facilidad para las coloraturas. Frasea en forma natural e inteligente, con afinación impecable, a ello suma una graciosa y natural actuación, convirtiéndose en otro de los soportes del éxito. Sus arias de la primera parte –las más exigentes- fueron notables. Sería muy interesante verlo nuevamente en nuestro país en otras producciones o cantando repertorio barroco o clásico.

Ricardo Seguel obtuvo el que tal vez sea el más grande de sus éxitos, al cantar como Mustafá con bellísima voz y una actuación soberbia y a veces simplemente hilarante. Sin jamás sobreactuarse, pensamos que esta presentación le consagra definitivamente como una figura de primera línea en la ópera. Sergio Gallardo no le fue en saga con su papel de Taddeo. Vocalmente impecable, cambió el timbre cuando era necesario (el concertato final del primer acto), al tiempo que hizo gala de una graciosísima actuación, como ocurrió cuando es nominado “Kaimakan”, o en su dúo con Mustafá “Pappataci”.

Claudia Pereira como Elvira, la repudiada esposa, lo hizo con enorme gracia y haciendo uso de su generoso material vocal. En ello fue muy bien secundada por Miriam Caparotta ya que a sus condiciones vocales agrega su natural sentido de le escena. Pablo Jiménez sorprendió con su apostura vocal y escénica como Haly el sirviente de Mustafá. Una versión consagratoria tanto para cantantes como para el debutante director Pedro Pablo Prudencio, que debe enorgullecer al Teatro Municipal.

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