NAPLUSA, Cisjordania.- La apertura de la primera sala de cine en Naplusa en dos décadas ejemplifica la incipiente recuperación económica de Cisjordania tras años de cerco e incursiones israelíes y de milicianos palestinos por las calles.
"Para la mayor parte de nuestros clientes, este cine ha sido su primera experiencia de ver una película en pantalla grande", asegura Bashir Shakah, gerente de la única sala de esta ciudad del norte cisjordano, sentado frente al lienzo blanco donde se proyectan sobre todo comedias egipcias, muy populares en el mundo árabe.
Bautizado como "Cinema City", el cine cuenta con 175 asientos y se encuentra en un centro comercial en el corazón de una mancha urbana que hasta hace poco sólo se podía abandonar con el permiso del Ejército israelí y estaba rodeada por puestos militares de control.
"Hace cuatro o cinco años hubiera sido imposible inaugurarlo. Nadie abre un cine en una zona de guerra. Había toques de queda, tanques en las calles... Entonces nuestra rutina era levantarse, trabajar y volver a casa cuanto antes", recuerda Shakah.
Lo mismo sucede en el resto de Cisjordania, convertido en un auténtico desierto para el séptimo arte desde el estallido de la Primera Intifada, en 1987, cuando la mayoría de salas tuvo que echar el cierre.
En Yenín está previsto reabrir la abandonada filmoteca dentro de cuatro meses y en Belén se estudia construir una sala en el interior de un centro comercial, que se unirían al cine-teatro "Al Kasaba" de Ramala, el único cine que operaba hasta la llegada del "Cinema City" el pasado junio.
Hoy, la misma Naplusa que en plena Segunda Intifada era un foco de terrorismo para los israelíes, ahora es un ejemplo digno de alabanza donde no hay milicianos armados por las calles y la economía comienza a florecer.
Si bien el Ejército israelí sigue penetrando de madrugada en los hogares para practicar arrestos, las noches de Naplusa han dejado de tener como música de fondo los tiroteos entre soldados israelíes y combatientes palestinos.
"Ahora la gente sale por la noche a tomar café, cenar, ir al cine... ¡Hasta nos han pedido que abramos una sesión a las doce de la noche!", señala Shakah.
El mérito de la seguridad corresponde a las fuerzas de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que -entrenadas por EEUU y aplaudidas por Israel- han llevado la calma a distintas ciudades cisjordanas por medio de una campaña de represión de su rival Hamás en la que las violaciones de derechos humanos han sido más norma que excepción.
Por su parte, Israel se arroga el tanto mediático del despunte económico cisjordano por haber reducido el número de barreras al movimiento, particularmente en torno a Naplusa, donde el puesto de control de Huwara, que antes era sinónimo de espera garantizada, se cruza ahora con relativa facilidad.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) calculaba el mes pasado en un informe que la economía cisjordana crecerá este año un siete por ciento, dos puntos más que en 2008, y pedía a Israel que levante nuevos obstáculos para que se consolide esta dinámica.
En Naplusa reconocen que su vida ha mejorado recientemente, pero advierten de que el crecimiento de Cisjordania puede venirse abajo sin una perspectiva de solución política que ponga fin a la ocupación y lleve a la creación de un Estado palestino.
"La vida es más fácil que antes, pero la frustración sigue ahí, incluso más profunda, porque no hay nada sobre el terreno que nos lleve a ver el futuro con optimismo", señala el teniente alcalde, Hafez Shahín, en la sede del ayuntamiento.
Empresario del jabón, la industria símbolo de la ciudad, Muaz Mayed Al Nabulsi opina de forma parecida en base a sus trece años de experiencia al frente de la Cámara de Comercio de Naplusa.
"Ha habido algún cambio, pero se nota que la ocupación continúa. Es cierto que ya no hay soldados israelíes en medio del mercado, pero luego vienen por la noche. La gente siente todavía esa presión", señala.
Amira Hass, periodista del diario israelí "Haaretz", advierte de que la apertura de cines, tiendas y cafeterías en Cisjordania no debe usarse para medir la situación política.
"La prosperidad en Ramala y Naplusa es engañosa. Que nadie se equivoque: la vida vibrante refleja el deseo y capacidad de llevar una vida normal (...), pero un favor aquí y un gesto allá no impedirán el próximo levantamiento popular ni cambiarán el demente estado de las cosas dictado por Israel", dice.