A no engañarse por la portada y el título. Éste no es un disco que descansa únicamente en la voz de K-Réena. Más bien es una producción donde la banda de apoyo comparte protagonismo. Desde los vientos y la persistente base de “Siento tanto amor”, el primer single, hasta el groove de “Ámame” (original de Reinaldo Tomás Martínez). Aquí, como buena producción heredera de la música negra, los instrumentos son vitales. Si el rock se sostiene en los decibeles y la creatividad en sus estructuras, el R&B ha evolucionado gracias a la simbiosis entre cantante e instrumentación.
“No quiero ser” incorpora el noble sonido del piano eléctrico Rhodes y un patrón de batería bien marcado. “Toda mi verdad” estira el estribillo acompañada de guitarras acústicas y precisas descargas de efectos de sintetizadores. “Rating” no sólo es una encendida crítica al mainstream televisivo sino que también incluye un rapeo acompañado de una creativa línea de violín sintetizado. Todo acompañado de la voz de Katherine Macarena Contreras, el nombre detrás de la chapa de K-Réena, que denota estudio del funk y derivaciones del R&B. Aunque también ella explota su veta baladística en “Aun estás”, esta dualidad entre lo “negro” (incluyendo el street dance) y el pop latino más convencional debería resolverse sintetizando ambas corrientes.
K-Réena, el disco, funciona como la declaración de intenciones de una cantante interesada en el sonido negro y el pop junto a una banda que conoce a la perfección las convenciones de géneros. Si consideramos que Chile es un país receptivo a estos sonidos pero a su vez está carente de grandes exponentes, es una buena idea profundizar estas influencias. Pero como debut, el disco demuestra muy bien lo que ella y sus músicos quieren lograr.
—JC Ramírez Figueroa