Michal Nestwerowicz volvió a conducir a la Sinfónica con precisión.
El MercurioEn un programa de gran interés que consultó obras de Satie, Britten y Mahler, el batuta titular Michal Nesterowicz regresó a la temporada de la Orquesta Sinfónica de Chile la principal y más antigua orquesta del país. El influjo de su mano en la conducción del conjunto fue tan evidente, que la orquesta recuperó el sonido noble que el polaco había logrado con ellos.
Ya en las “Dos Gymnopedies” de Erik Satie, que abrieron el programa, la orquesta conquistó al público con la enorme sutileza de la versión. En ella la intencionalidad poético impresionista se transmitió a través del estupendo canto del oboe solista de la primera, canto replicado posteriormente por la flauta, mientras se escucha el sereno contratema de los violines primeros en una lograda progresión del pianissimo al piano. En la segunda, el arco dinámico expresivo se logró mediante la musicalidad de las cuerdas tocando como soporte del oboe y del bello sonido de los cornos, al que se agrega como complemento el arpa.
Poemas de Arthur Rimbaud sirvieron de inspiración a Benjamin Britten para escribir “Las Iluminaciones” Op. 18 obra que escribiera en su juventud. En esta versión participó la soprano Claudia Pereira y el concertino de la orquesta, de notable desempeño en algunas de sus partes. La interpretación permitió a Nesterowicz mostrar su profundo conocimiento de la obra al plantear inteligentes fraseos y contrastes con diálogos de notable expresividad con la solista.
Claudia Pereira mostró una vez más su sólido profesionalismo ante una obra que le plantea grandes desafíos vocales e interpretativos. Con voz poderosa o sutil cuando se requirió, ella cantó con gran seguridad cada una de las nueve partes en que se divide la obra. Lamentable fue el hecho de que no se incluyera el texto de la obra de Britten para lograr una mayor comprensión. El público no tiene porque conocer textos en que se basan las obras. Este descuido se repitió también con la sinfonía de Mahler.
Una de las obras más líricas de Gustav Mahler puso fin al concierto. Nos referimos a su “Sinfonía N° 4 en Sol, para soprano y orquesta”. La versión de Nesterowicz y sus músicos puede ser calificada de maciza en contenido. El director fue capaz de sumergirse en los mundos propuestos por el autor con enorme naturalidad, consiguiendo de sus músicos no sólo un bello y homogéneo sonido. A lo largo de ella dieron cuenta de la más grande musicalidad, con el destacado desempeño del concertino, el primer corno y el oboe, aunque esto no desmerece en nada el comportamiento general.
Nesterowicz consiguió diálogos, fraseos, acentos, respiraciones e intencionalidades muchas veces novedosas, manteniendo un férreo balance instrumental. En la versión se supo rescatar todo lo popular y lo sublime de Mahler, lo entrañable y lo melancólico junto a los fragmentos de gran fuerza. El “adagio” fue de una belleza poética que suspendió al público con su progresión paulatina que culmina en ese fortissimo que deviene en el último movimiento. En éste participó nuevamente Claudia Pereira, quien interactuó en las diversas secciones contrastantes.
Su desempeño en cuanto a notas, intencionalidad y fraseos fue impecable, pero creemos que su voz no es la adecuada para esta obra, puesto que resulta demasiado incisiva, con un vibrato poco adecuado con el sereno canto del niño que contempla las maravillas del cielo. Sólo en la última estrofa se acercó al espíritu del movimiento. Ahí cantó con dulzura enorme.
Pensamos que su estupenda participación en la “Italiana en Argel” de Rossini que acaba de cantar en la ópera, la dejó con una disposición de gran volumen que le afectó en este caso, pues nadie duda de su gran profesionalismo. La versión fue ovacionada largamente por un público que se negaba a abandonar el teatro.