Pedro Zenteno fue el más joven de una jornada de músicos sumamente jóvenes.
Teatro MunicipalLa Sociedad Federico Chopin de Chile está presentando su octava temporada de conciertos en la Sala Claudio Arrau del Teatro Municipal. Tiene por objetivo presentar a jóvenes pianistas, fogueándolos al llevarlos en una de las salas más importantes de la capital. Si para un artista el ofrecer conciertos es de vital importancia, lo es más aún para los jóvenes que se están abriendo paso en el difícil pero hermoso camino de la música. Por eso alabamos la labor que desarrolla la Sociedad Federico Chopin a través de esta temporada que promueve en forma permanente a figuras emergentes.
En esta oportunidad conocimos a un debutante Pedro Zenteno, de sólo 16 años, al tiempo que escuchamos los avances técnicos de Claudio Espejo, quien a sus 18 años parece estar encontrando unas de las vetas de su repertorio.
Zenteno sorprende por su serena apostura frente al teclado, que hace pensar que tuviera más años y experiencia. También da muestras de una natural intuición y musicalidad. Dueño además una sorprendente capacidad de reacción frente a algún pequeño tropiezo, muestra una sangre fría muy necesaria en el pedregoso camino de un solista.
Con la tensión propia de un debut abrió el programa con la “Sonata N° 6 Op. 10” de Ludwig van Beethoven, obra que en su primer movimiento plantea una serie de desafíos en el aspecto rítmico y en la línea de la interpretación. Allí Zenteno logró entregar el arco expresivo y dinámico necesario a través de la claridad de fraseos y líneas melódicas, que hicieron olvidar la minúscula laguna y algún fallo en su estupenda digitación.
Completamente concentrado y sereno enfrentó luego el “Allegretto” mostrando elegancia en el manejo del primer tema y solvencia en el uso de los contrastes y sentido unitario de las frases. Su manejo del balance en el peso de ambas manos fue evidente en el “Presto” que concluye, destacando claramente los temas en una exhibición de gran seguridad. A pesar de apurar levemente algunas secciones esto no fue impedimento para un resultado brillante.
En un cambio rotundo de estilo interpretó dos Preludios del Primer Libro de Claude Debussy. En “La niña de los cabellos de lino” aliviana ajustadamente el peso sonoro, para dar con la clave un tanto ambigua del impresionismo a través de la sutileza de su toucher. Luego, en “La Serenata interrumpida”, acierta en el carácter y estilo español al tiempo que juega diestramente con los contrastes.
Finalizó con la “Polonesa Op. 26 N° 2” de Frederic Chopin en la que destacó el contraste entre las secciones cantabile y las líricas en una progresión dinámica expresiva. Ante los entusiastas aplausos ofreció como encore una versión un tanto formal de uno de los Estudios de Chopin.
Luego participó Claudio Espejo, quien reside en Temuco. Este joven es dueño de una gran técnica y notable digitación certera en casi el cien por ciento. Inició su presentación con una de las más hermosas sonatas de Ludwig van Beethoven: la “Sonata en Re mayor, llamada Pastoral Op. 28” en una versión más técnica que expresiva, con un pulso demasiado rápido en los movimientos cantabile, restándole lirismo. Da la impresión que buscando técnica pierde expresividad, pensamos que este factor debe trabajar Espejo para encontrar el justo equilibrio entre su estupenda técnica y los conceptos propios de la interpretación. El “Andante”, el más característico de los cuatro que la componen, fue demasiado rápido y se transformó en algo de poca expresividad. Sólo en la sección final encontró la dirección expresiva. En el tercero manejó muy bien contrastes. Las virtudes de Espejo afloraron en el cuarto movimiento al equilibrar mejor técnica e interpretación.
El “Estudio revolucionario” de Frederic Chopin mostró una formidable técnica en la mano izquierda de vital importancia en la obra, pero la solución para la derecha no fue del todo clara. La “Balada N° 3”, también de Chopin, fue su momento más bajo del concierto por su enfoque difuso, incluso con pulsos poco precisos, con fraseos que no lograron la unidad necesaria.
En todo caso creemos que al alcanzar la madurez que entrega la vida y sus circunstancias Espejo podrá dar rienda suelta a su musicalidad en obras del repertorio romántico, la misma que aflora a raudales en obras como la “Sugestión diabólica” de Sergei Prokofiev, que cerró su presentación. Su abrumadora técnica se presta a la perfección para esta espectacular y exigente partitura. Fuerza, precisión, digitación asombrosa son algunos de los calificativos que merece su Prokofiev, los que llevaron al público a premiarlo con una ovación. Dos jóvenes que sin duda darán que hablar en el ámbito de la literatura del piano.