Martin Gore, Jack White, Manuel García: músicos que avanzan por un carril solista sin por eso deshacer la banda en la que se han iniciado. Éste es ya el segundo álbum en solitario de Dolores O'Riordan, pero los Cranberries no sólo siguen como grupo (tras un tiempo de separación) sino que llegarán pronto a Chile con esta misma cantante a bordo. La división de funciones sería entendible si la irlandesa buscara en estos desvíos individuales sonidos o fórmulas que no puede explorar junto a su grupo, pero, la verdad, en No baggage la cantante opta por pisar terreno conocido.
No sólo su voz -dúctil, expresiva; abusiva en sus tics, a veces- es de inmediato reconocible, sino también los arreglos de rock suave en el que elige acomodarla. A medida que avanza el disco, O'Riordan va incorporando elementos vagamente asociables al folk o a la mal llamada "world music": percusión acústica, vientos; pero no alcanzan a darle al sonido general un carácter de verdad disociado de los Cranberries.
El crescendo eléctrico de un tema como "Tranquilizer" es lo mismo que gusta en la banda y lo que enganchará a los fans, y es en ese mismo carácter en el que Dolores O'Riordan elige afirmarse durante el total de diez canciones, más allá de variaciones quizás más elaboradas, como las muchas voces armonizadas en "Throw your arms around me" o una balada poderosa sobre piano, "Lunatic", que muestra una faceta acaso más adulta que no sería extraño que a Dolores le acomodara profundizar en el futuro. "Apple of my eye" ya estaba en el disco anterior, y aquí aparece en una nueva versión.
—Marisol García