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Blanco y negro, denso y demoledor

Supersordo: historia y geografía de un ruido es el documental que la realizadora Susana Díaz estrenará este viernes en el festival de cine musical In-Edit: por primera vez alguien cuenta la historia del más adelantado grupo de rock chileno de los años '90.

16 de Diciembre de 2009 | 22:55 |

Uno de ellos es un hombre que hoy produce instalaciones sonoras bajo el nombre de DJ ConductiON y emite un programa de radio desde Chiloé; otro lleva diez años grabando música electrónica con alias tan diversos como Cáncer, Receptor y Jorge C; un tercero es un bajista abanderado del metal más hipnótico y lóbrego posible en el trío Electrozombies y otro es guitarrista de un grupo establecido en Barcelona, pero que responde al nombre tan chileno de Familia Miranda, aunque se escriba Familea Miranda. Son cuatro, y cada uno anda en lo suyo ahora, como se ve. Pero alguna vez anduvieron todos en lo mismo. Y de eso se trata la primera película de la realizadora chilena Susana Díaz.


Se trata de Supersordo, la banda de rock más adelantada de los años '90 en Chile y una de las más influyentes y al mismo tiempo desconocidas de esa época. Activo entre 1991 y 1997, el grupo grabó los discos Supersórdido (1992), Tzzzzzzzzt (1995) y Un ruido inmenso de rock (2000), éste último en vivo y aparecido después de la separación, y su historia está por primera vez recogida en el documental Supersordo: historia y geografía de un ruido, de Susana Díaz. Y ella está al tanto de los rumbos actuales tomados por los cuatro protagonistas del grupo y de la película: Claudio Fernández (voz), Rodrigo Rozas, llamado Katafú (guitarra), Miguel Ángel Comegato Montenegro (bajo) y Jorge Cortés (batería).


-Después de Supersordo cada uno siguió su camino. En el caso de Comegato es el metal con Electrozombies. Jorge (Cortés), buscando nuevos rumbos, deja para siempre la batería y crea el primer sello electrónico (chileno) de los '90: Ojo de Apolo. Claudio (Fernández) se involucra más con el arte y crea instalaciones que se exhiben en el Museo de Bellas Artes, además de un programa radial y experimentos por tratar de fusionar el metal con el reggaetón. Y Katafú sigue en el post-rock con Familia Miranda -revisa la directora. Eso es hoy. La historia, y la geografía, de este ruido está en la película, que será estrenada este viernes en el festival In-Edit Nescafé (ver recuadro).


Puso el caset hasta que murió


Susana Díaz es licenciada en realización audiovisual de la Universidad Arcis y en Estética de la Universidad Católica de Chile. Ha dirigido clips para grupos como Enfermos Terminales y Mugre y ha trabajado en video experimental. Y éste es su primer largometraje, parte de una trilogía documental sobre los sonidos menos conocidos de los años '90 en Chile. Pero cuando vio por primera y única vez a Supersordo estaba recién saliendo de cuarto medio y tenía diecisiete años.


-Me gustaba ir a tocatas de hardcore positivo, música alternativa y mucho punk en la periferia. Me gustaba la disidencia de los '90 -recuerda ahora-. Los vi una vez en vivo, el año '97 en el Taller del Sol (reducto de música alternativa situado hasta hoy en el barrio Brasil, en Santiago), el año en que entré a estudiar cine en Arcis, no recuerdo con quién más tocaban esa noche. Fue un año antes que se disolvieran.


-¿Cuándo supiste por primera vez del grupo?
-Cuando un amigo me mostró unos temas del (disco) Supersórdido. Me gustó de inmediato, piratié el casete porque no sabía dónde encontrarlo y lo reproduje en el tocacintas hasta que murió. Las letras en ese momento me hacían mucho sentido. El Supersórdido dentro de lo disperso de su primera producción tiene canciones de corte positivo como "Rompe el hielo" y otras que se aproximan a lo existencial con descontextualizaciones, como "Mi padre", que resultaban notables para mí en ese momento.


-¿Qué te llama la atención en ellos para hacer un documental? ¿La historia, la música?
-La música, específicamente el ruido denso y demoledor, y por otro lado también el mito sobre la banda, los caracteres de sus integrantes. Personalidades tan disímiles y herméticas que generaban estas pesadillas sonoras.


-¿Tuvo que ver el hecho de que no hubiera mucha información sobre ellos? Los discos casi no existen, por ejemplo, y fue un grupo al margen de todo el rock chileno de ese tiempo
-Fue una motivación de gusto personal, claro que en el proceso de investigación me fui dando cuenta del peso de su sonido para periodistas, músicos y fans, y de lo under que fueron en la década de los '90.


-¿Cómo era una actuación de Supersordo?
-En el Taller del Sol su actuación fue potente, en vivo lo dejaban todo en el escenario. El público no reaccionaba, se quedaban pasmados mirándolos. Eso por lo menos la vez que yo los vi. Claudio (Fernández, el cantante) tiene una voz gutural potente; por otro lado Jorge Cortés en la batería era tremendo, Katafú le ponía un tono melancólico y ruidoso a los acordes en la guitarra y Comegato es un gran bajista.


Porque soy cromofóbica


-¿Qué énfasis elegiste al contar esta historia: enfocarte más en la música que en las vidas de los integrantes del grupo, por ejemplo?
-Fue la música. Creo que el nombre del documental está bien acertado: Historia y geografía de un ruido es la historia, o son las historias, de cómo surgió este sonido en los años ’90, en esta geografía particular que termina con el ruido que generan en la actualidad.


-¿Hay cosas que no querías hacer en un documental como éste, recursos que evitaste?
-Lo que dejé fuera son los líos de faldas; algunos entrevistados insistían en ese punto, cosa que no era relevante mencionar para el relato del sonido de la banda. Otra cosa fue evitar el corte periodístico, a pesar de tener entrevistas y harto archivo.


-¿Por qué elegiste hacerlo en blanco y negro, en particular?
-Porque soy cromofóbica, no me gusta el color si no puedo manipularlo a través de una dirección de fotografía continua. Creo que cuando no se trabaja con un director de fotografía que dé continuidad lumínica a la imagen el relato pierde fuerza. Se puede trabajar también en postproducción, pero por la calidad en que se encontraban las imágenes de archivo decidí hacerlo en blanco y negro y trabajar la postproducción en escala de grises.


-¿Una película de Supersordo no podía ser con tanta alta definición en la imagen, tenía que ser acorde al sonido del grupo, por ejemplo?
-Sí, creo que el bajo presupuesto responde a la estética y la ética de la banda. Que sin ni un peso tocaron como pudieron. Sus salas de ensayo parecían mediaguas. Fue una banda marcada por la precariedad, muchas veces sin instrumentos.


-¿Entonces hay una equivalencia entre tu manera de registrar y la actitud, o la estética, de lo que estás filmando?
-Yo realizo cine con lo que tengo y creo que responde a esta ética y esta estética de la producción independiente. Sólo tenía una cámara handycam, no tenía micrófonos en un momento ni computador para editar y las cosas fueron saliendo por amigos prestando equipos y su trabajo humano. Como Efraín Robles en el montaje, que le dio una textura interesante al blanco y negro y un ritmo al relato, y gente como Karolina Guajardo y Álvaro Zamudio, que hicieron la gráfica, y finalmente Juampi Olivares que me ofrece la postproducción de sonido gratis a través de Libélula, su productora, por él ser amigo y fan de la banda.


Buena cantidad de grabaciones en video del grupo en lugares como el bar La Batuta, la casa de Serrano 44, el citado Taller Sol y la discoteca Planet en Santiago son también parte del registro, completado por entrevistas a gente como Álvaro España, cantante del banda punk Fiskales Ad Hok y cercano a Supersordo en la época.


-Como lo dice Katafú en el documental, los amigos en esos años se ponían la camiseta por uno, como Fiskales Ad Hok, el (fotógrafo) Joe Molina... -agrega Susana Díaz-. En esta realización pasa lo mismo, existe un equivalente entre cómo se movió Supersordo y cómo se realizó este documental. Sobre la estética, creo que responde a la crudeza del sonido y sus texturas sonoras. Las imágenes en VHS aportan en reproducir la energía demoledora de la banda.

-¿Cómo fue el proceso de entrevistarlos, crees que cada uno de ellos tiene una mirada diferente a la de los otros sobre lo que hicieron en el grupo?
-Yo lo dividiría en dos polos: Katafú-Comegato versus Cortés-Fernández. Los primeros siguen tocando guitarra y bajo, haciendo rock en un escenario, moviéndose en tocatas donde a veces no hay público. No les importa el dinero, trabajan en cualquier pega pero siguen tocando. Katafú-Comegato recuerdan a Supersordo con cariño. Por otro lado Cortés-Fernández se volcaron al mundo digital de las máquinas, reniegan de la estructura de la estrella de rock, el punk, el escenario y ese tipo de contacto con el público, por lo cual no ven su participación en Supersordo como algo importante. En el caso de Fernández (el grupo) fue, se hizo y estuvo bien. El de Cortés es más extremo y a él le avergüenza.
 
-De hecho él es el único que no dio una entrevista.
-A Giorgio lo conozco hace tiempo, podría decir que somos amigos. Yo creo que le da vergüenza, es muy tímido y de una personalidad introvertida. Por una  parte nunca le gustó tocar para un público punk ni en la periferia, no le gustaba el ambiente en que se movía la banda. Por otra lado ya no le complacía tocar batería y quería experimentar con otros  sonidos digitales.
 
-La película termina con las cosas que cada uno hizo después de Supersordo. ¿Crees que en DJ ConductiON, Familia Miranda, Yajaira, Electrozombies, Ojo de Apolo, por distintas que sean todas esas cosas, hay una actitud común, de haber venido del mismo origen?
-Creo que no vienen del mismo origen pero son tipos avanzados que han hecho de su vida una especie de obra de arte que les permite ser felices con eso. Es gente que hace música porque tiene pasión y que ha sabido resistir a la frustración y al ego, asuntos que por lo general corrompen a los músicos y las bandas. Desde ese punto de vista tienen una actitud común.

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